miércoles, 25 de marzo de 2009

El peaje

Hola lectores

Desde un día azul de otoño caliente les mando "El Peaje". Un cuento con historia, escrito cuando nos enteramos que íbamos a tener que pagar peaje sobre el nuevo y viejo puente carretero entre neuquen y cipolletti. Estas dos ciudades se complementan y la afluencia local es altísima (el negocio es multimillonario). Fue en el tiempo del remate argentino y la desidia contra el nacionalismo. A pesar de ser de una escritura breve, es muy expansivo y tiene muchas metáforas con un final impactante.

Un abrazo

Pascual


EL PEAJE

Alineados al costado de la ruta, los álamos vestidos de verde daban una sensación de custodios; ligeramente arqueados por el viento del sur se los podía ver provocadores y amenazantes. En la margen derecha se destacaba por su color amarillo y banderitas multicolores la cabina del peaje, como un fruto caído del cielo o desde Buenos Aires.

Unos cuantos autos en la fila y entre ellos yo avanzando unos metros y aumentando mis nervios; el conductor del primer auto gesticulaba mostrando un carné con evidente señales de enojo. Mientras la rubia lo miraba imperturbable como diciendo: “Poniendo estaba la gansa”. El del segundo auto, resignado, leía el diario (seguramente un retirado voluntario, privilegio que perdieron los purretes y ganaron los cuarentones) y el que estaba delante mío le daba a la bocina para mostrar su impaciencia, (parece que tiene trabajo el hombre, éstos la tienen todas en contra) yo en cambio, en busca de laburo me atormentaba pensando en cómo iba a enfrentar la situación. Cómo actuar? (decir simplemente no tengo un mango… o me afanaron la billetera) aunque lo que más me molestaba era el bochorno ante ella, perder la oportunidad de invitarla algún día (ya sé, empezar a buscar en los bolsillos, obstruir el tránsito y poner cara de estúpido hasta que me echen).

Avanza la fila, parece que el renegado pasó sin pagar (chapa oficial). Cada vez estoy más cerca, los nervios navegan en mi transpiración, empujados por la vergüenza de ser tan ratón.

Esta espera es una eternidad, todas las esperas son una eternidad, dan tiempo a pensar, a amasar todas las broncas del mundo. Es peor que haber esperado a los ingleses en Malvinas, al menos en aquella espera éramos inconscientes empujados por inconscientes, fue el despertar de un sueño en un drama irremediable. Ya estoy llegando, (que linda que es. Me seguirá saludando al pasar por el café) nuestras miradas se sostienen y me relajo en una actitud tonta de niño, pongo mi mano derecha en el bolsillo buscando algo que se que no tengo, mis dedos se tropiezan con la medalla del valor, se engarfian en ella… y sus palabras dulces como la miel entran en mis oídos: “Adelante, los peatones no pagan”.


Del libro: “Los cuentos de Pascual”

Ediciones: Nosotros Del Sur

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