viernes, 30 de octubre de 2009

La siesta

Hola lectores
Desde un día azul de primavera les envío "La siesta" Un cuento breve que ocupa de un pantallazo las horas de la siesta, donde un niño más que dormir, despierta.

Vieron que siguen con lo de maradona ¿usted no se pudrió todavía? Ahora Dolina lo defiende (Todos se prenden de esta teta abastecida por nuestra sociedad). Tal vez uno no se pueda defender de la metralla periodística, que te aparece por todos lados. Pero por lo menos, sepamos de qué se trata. Maradona fue un héroe pero hoy es un negocio que alimenta la sociedad de consumo.
Un abrazo
Pascual



LA SIESTA



Mi Abuela regenteaba una casona grande que había colmado de hijos. Después, cuando estos crecieron y buscaron su propio rumbo, ella la llenó de pensionistas que atraía con dos de mis tías solteronas.

Como no era un conventillo, había reglas estrictas para cumplir. Una era la hora puntual de sentarse a la mesa y la otra, las horas de la siesta.

Yo solía pasar hasta más de un mes con mi Abuela, porque mi madre era bastante salidora y esas cosas. Así que por lo de sentarme a comer no me pesaba, al contrario, la Abuela sabía guisar. Lo que sí, la siesta era un suplicio para mí, a esa hora mi niñez quería desplegar las alas y no la dejaban. Me la pasaba observando el cielorraso, las telarañas, la araña en su columpio, las grietas del empapelado y cuanta cosa extraña apareciera a mi vista.

Un día, a consecuencia de mi vejiga hinchada y un viaje al fondo de la casa, descubrí que la siesta era solamente un telón; el telón de una obra teatral en la que todos querían ser protagonistas:

Mi Tía Rosa se acostaba con el panadero; un pensionista que repartía el pan de la Panificación Argentina y mi Tía Mercedes la espiaba con las manos entre las piernas.

De a poco fui descubriendo entre bambalinas un recorrido para hacer en puntas de pie. Carlino, un gordo reparador de cocinas y estufas a kerosene, arrimaba una silla al paredón del fondo para robar los limones del vecino. El flaco Billar, se subía a la terraza y bajándose los pantalones tenía la manía de tomar sol en las bolas, Reneé, la flaca que trabajaba en el “Marabú” cubría a escondidas la entrada de algún cliente y la Abuela gorda, que tantas veces había oído roncar, se me había enamorado de don Pablo, un viejo raquítico que la montaba sin dejar de sostener la pipa entre los dientes.

El asunto es que todo el mundo vivía la siesta a su modo...Y yo…, despertaba.

Pascual Marrazzo ©

miércoles, 28 de octubre de 2009

La sequía

Hola lectores
Desde un día gris de primavera, les envío "La sequía" Un cuento breve que describe un momento y un desenlace con algarabías y lágrimas de agradecimiento. Trata de generar un conocimiento más acabado de lo que es la sequía y la bendición del agua. Reflexionando se me anuda un pensamiento que no me lo puedo guardar: Me pesa esta invasión interminable de propaganda maradoniana, el robo en el cantry, el asalto del día y el accidente en la panamericana. Me vino a la memoria el primer triple crimen (en los tiempos de Menen) más de un año de marchas domingueras y cuando se cumplió el año salieron 35mil personas a las calles de Copolletti. Después vinieron los otros crímenes horrendos y más y más. Un par de días de prensa y el olvido..
Un abrazo
Pascual



LA SEQUIA



El campo era una brasa, no había siquiera una mosca inquieta y los animales parecían embalsamados por el calor.

La tortuga se había enterrado de punta contra el aljibe. Ni cuíses, ni liebres se animaban a alborotar y el gato como una alfombra, había perdido hasta el ronroneo. Del gallinero no venía ni el aviso de las ponedoras. El perro también se había sumado al silencio dejando sin ladrido al patio y yéndose tras el Jacinto en busca de una aguada.

La noche sin estrellas bajó despacio a calentarse, el polvo como pimienta le corcobeó el respiro y un relámpago despertó al ventarrón.

La lluvia comenzó a picotear la tierra. Aquí y allá, como para que doliera y la fue azotando cada vez más hasta empaparla de milagro.

Por la mañana el bicherío se regocijaba bajo el sol y el rancho derramaba lágrimas para sus adentros.

Pascual Marrazzo ©

martes, 27 de octubre de 2009

La psicóloga

Hola lectores
Desde un gris día de primavera, les envío "La psicóloga" Un cuento de enfermedades modernas y complicadas.
Un abrazo
Pascual


Con respecto a la compulsa del cuento "La equivocación" les daré el resultado este fin de semana.

LA PSICOLOGA



Alfredo Palferro, el hombre de empresa más exitoso del país, había bajado del trampolín más alto al que pudo subir, para caer en la moderna dolencia de la depresión y el stress.

La penosa enfermedad lo llevó muchas veces al borde del suicidio, pero al fin zafó. El cuidado profesional e intensivo tuvo éxito y Alfredo volvió a disfrutar de las veredas de Buenos Aires.

Pero en el afán de curarlo, los psicólogos le habían hecho sepultar su pasado y Palferro se preguntaba en qué rincón había escondido su infancia. No le habían dejado ni una ventana, ni una puerta hacia la parte de atrás y, lejos de estar liberado, comenzaba en él la angustia de no encontrar las palabras dichas, los amores vividos y fundamentalmente la experiencia de vida. Esta última, era como no saber de la sal ni del azúcar, amor puro o engañoso.

La Doctora Susana Streiber comenzaba a darse cuenta del error profesional. Si bien ella no era totalmente responsable ya que no dirigía el modus operandi, se sentía muy involucrada por el empeño que había distinguido su participación y por el cual había sido todo un éxito el tratamiento, que ahora, bien a las claras, era un terrible error.

A la angustia de Alfredo se le agregaba el enamoramiento y una dependencia que la misma Susana inconscientemente había generado con su terapia. Y esto, que según Freud, es completamente normal, en este caso era un drama, porque ponía en duda las intenciones profesionales de la doctora.

Palferro no podía recordar a su ex esposa, su pasado no le permitía explorar lo que de alguna manera había sido un peso más para su caída.

A la Dra. Streiber no le disgustaba verlo rendido de amor y lo disfrutaba todo lo que podía. Pero cómo decirle, cómo explicarle sin que se apague la luz, que ella era su ex mujer.

Pascual Marrazzo ©

lunes, 26 de octubre de 2009

La equivocación

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "La equivocación" Un cuento para partir en dos o dejarlo así. Se pueden quedar con la parte romántica, donde realmente está la esencia o tomarlo completo, donde surge una pizca de ironía o fatalidad. Pero me gustaría hacer una compulsa, que me contesten con dejar o sacar. Dejar significa como está y sacar sería corregir extirpando el final. Es poder tomar el gusto de los lectores. Es poquito lo que pido no sean perezosos.

Un abrazo

Pascual

LA EQUIVOCACION



Todo comenzó el día que abanicó las ventanas y devoró mis ojos con sus pechos descubiertos: Yo caminaba por la vereda de enfrente y tan ciego habré quedado que luego no recordaba el color de sus ojos, ni el de los cabellos. Después mi cabeza se encargó de timonear mis pasos para volver a verla, pero esa sola vez bastó para encadenar mi corazón.

Quizás pasaron sólo quince días, pero para mí el espacio del reencuentro fue una eternidad. Tiempo de condenado; tormentas de navegante y desvencijados soliloquios que hundían las semillas de la amargura.

Supe que mis canas provocaron el milagro de su atención (Los años nos ablandan) y nuestras miradas resplandecieron. La indiferencia se perdió tras la desesperanza y encalló en la ternura de mis pensamientos. Pronto comprendí que tenía que encontrar una palabra que diga mucho más que un te amo, algo que penetre en las vísceras y se quede dentro suyo para siempre.

Un “te amo” o “te quiero mucho” me sonaban muy cursis para tanta pasión. Tal vez no se trate de una palabra sonora de esas que salen de la garganta y las cuerdas vocales. Debiera ser algo diferente que involucre a otras palabras como: ardiente, locos, sabor, magia, alma… Muchos significados distintos que conjuguen los elementos; para que un buen alquimista pueda proceder a fundirlos con ese fuego especial que dan los leños de la ternura.

Sólo logré poner cara de tonto, (Y bien que lo comprobé) de esa que llega y se manifiesta como si estuviésemos frente a un espejo.

Con el tiempo y por ella misma, supe que esa cara tenía mucho de lo que quería decirle. (“Te vi con esa cara tontona y dije: éste no se me escapa”) En cambio ella expresaba con naturalidad todas las palabras dulces del enamoramiento: con un movimiento del pliegue de su frente, las manos, sus pupilas e iris relucientes de verde engarzados en sus ojeras. Los labios, el piano nacarado de su sonrisa, la música de su voz, todo.

El amor puro empequeñece al conquistador y lo lleva a la timidez, al miedo del fracaso. Menos mal que la mujer es sabia y lo sacude, le da las señales necesarias para que se anime y lo maneja a su antojo.

“Hasta que la muerte los separe” – dijo el cura. Luego comenzaron los descubrimientos: los pechos que me habían encandilado, eran de la hermana gemela. Bajo el corpiño relleno lucían dos pezones parecidos a las pasas de uva. Se le dio por mascar ajo para que le baje la presión. Detrás de la faja, sus nalgas parecían un patio empedrado. El camino de las desilusiones fue largo y tortuoso, hasta que expiró.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 23 de octubre de 2009

La pared

Hola lectores
Este es un día de viento fuerte, donde se vuelan las chapas que cubren nuestras ideas. Así que es posible que mirando la parte buena del asunto, llegue más rápido este mail. Les envío "La pared" un cuento breve basado en una película de la guerra civil española. La veracidad asusta. Recuerden entrar a mi blog: http://tienetintatutintero.blogspot.com
Muchas gracias a los alumnos del CENS 11 de Gral Roca que me han escuchado tan atentamente el martes pasado.
Un abrazo
Pascual




LA PARED



Era una pared de ladrillos hechos a mano, donde golpeaban las almas heridas por la muerte.

Del lado de adentro, sostenía la cruz y a nuestro redentor. Con su silencio majestuoso, casi sagrado, amparaba la música del órgano y los rezos de las comadres.

Sin embargo del lado de afuera, en el patio trasero su alta boca gritaba campanadas furiosas y los hombres la protegían con los pechos henchidos.

Muy rara vez, desde el pelotón de fusilamiento un débil soldado le empotraba una bala.

jueves, 22 de octubre de 2009

La musa

Hola lectores
Desde un día gris de primavera, les envío "La musa" un pasaje alegre de la vida y nada más. Sólo para que los muchachos esten más alerta.
Un abrazo
Pascual



LA MUSA



Para la inspiración, no hay nada mejor que un bar sobre la calle Corrientes. Una mesa que de a la vereda, una silla vienesa, un café, un tango en el oído y una servilleta de papel.

Esta última me atrapa, se abre como una flor y se mancha de tinta.

Mientras tanto el lustra se acerca.

¨ ¡Se lustra señor!

¨ Bueno, pero primero alcánzale este mensaje a aquella señorita.

El pibe sale a ganarse las monedas, conversan, se ríen, tarda una eternidad y vuelve con la servilleta cerrada, como si fuera un sobre. La abro y veo unos labios pintados de rojo.

Su sonrisa me llega desde lejos, como una promesa. El pibe me lustra, parlotea. Parlotea y yo no escucho, no hago más que mirarla, disfrutar por anticipado, con la rebeldía del sexo y la imaginación. En eso, mi subconsciente me sacude y le tomo unas palabras al vuelo “¿Le gustan los travestíes señor? “




martes, 20 de octubre de 2009

El premio

Hola lectores
Desde un día nublado de primavera, les envío "El premio" Un cuentito breve, alegre, un pasaje de la vida con final feliz. Nada para romperse la croqueta. Cosas de nuestra sexualidad, o del corazón, como ustedes lo prefieran.
Un abrazo
Pascual



EL PREMIO



Me viene a visitar todas las noches y después de matar un breve tiempo con las noticias del día, me pone la inyección en la nalga. Una y otra nalga para que me duela menos, pero me arde igual. Aunque lo que más me molesta es el pudor, cuando sus manos gruesas me dan el chirlo para contraer y empuja la jeringa cuando aflojo. Sé que es mejor, que así se hace, pero soy una mujer y me jode que me engañe. Él lo sabe y disfruta, se atreve a bajarme cada vez más el calzón. Yo lo levanto y él lo baja. “No tengo lugar” – me dice con una voz que ronca, mientras que con el pulgar roza mis vellos.

Es una lucha diaria que acostumbra y se repite. Se repite como un juego donde los dos queremos ganar algo comenzando a pensar en el premio. Me di cuenta hoy, cuando me dio miedo sanar.

Ahora llegó el momento en que me hace compañía y yo le preparo la merienda. Nos sentamos frente a la vieja mesa de la cocina a tomar el té con medialunas y estoy totalmente repuesta. Su juego favorito ha terminado, pero el premio lo compartimos entre los dos.

viernes, 16 de octubre de 2009

La mujer asustada

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "La mujer asustada" un cuento breve, policial, que denuncia la inseguridad de estos tiempos y si tienen olfato policial, encontraran otras señales. Que tengan un feliz fin de semana. Entren a mi blog: http://tienetintatutintero.blogspot.com
Un abrazo
Pascual



LA MUJER ASUSTADA



Estaba vestida de rojo y negro, colores que siempre me hacían recordar a la famosa novela de Stendhal. Era extremadamente elegante, tuve la suerte de probar su simpatía y esa voz de mujer que no daña. Tenía unos ojos profundamente oscuros y a todo este pequeño espacio de vida había que agregarle la palabra amor. La dijo ella recriminando al sexo, y claro, quedé turbado: dos palabras claves pronunciadas en tan corto tiempo.

El encuentro había sido en un supermercadito Chino, fue muy casual y la conversación comenzó cuando fuimos a elegir el pan:

“La única diferencia es que éste viene cortado” – me dijo.

“Entonces voy a llevar el más barato” – le contesté.

Todavía no puedo entender, ni recordar, cómo se fue gestando una charla tan profunda, pero lo cierto es que me dijo algo así, o parecido:

“No puede ser, ahora es todo sexo, del amor ni se habla”.

“Sí, sí, claro, pero no hay que tomarlo tan a la tremenda” – le contesté.

Después de este cruce de palabras hubo una interferencia, creo que llegué a la caja sacando mi billetera del bolsillo trasero de mi pantalón, pero no me hice problemas porque la esperaría para seguirla disfrutando. La suerte no me acompaño, abrieron otra caja y ella la tomó. Vi como salía delante de mí, no era propio llamarla, pero tal vez afuera en la calle. Tomé mis bolsas, apuré el paso todo lo que pude, pero cuando me asomé a la vereda, había desaparecido.

Era de pensar que su puerta estaba a no más de veinte metros a la derecha u otro tanto a la izquierda. La distancia que me separaba de ella, quizás, fuera ahora más vertical que horizontal.

Pasaron un par de días y a la misma hora me paseaba por ahí, para ver si se repetía el encuentro. Pero nada, no podía entenderme a mí mismo, ¿cuánto interés le estaba poniendo?, ¿cuál era el motivo, sería algo que me dijo?

Trataba de recordar, encontrar una pista; “Yo me quedo en mi departamento, trato de bajar lo menos posible, esto no es vida, aquí en Buenos Aires la gente está loca” Se había recluido por algún percance. Pero bueno, a mí que me importaba.

Volvía a mi cabeza en forma de pregunta: “¿Cómo se llama su libro?” Los Ojos de la Cerradura – le contesté. Pero no lo va a encontrar en las librerías, soy un escritor del interior, estoy en la feria del libro porque mi provincia puso un Stand.

“Bueno uno nunca sabe” – me contestó.

Recuerdo que le dije que cuando yo vivía en Buenos Aires tampoco lo podía soportar, llegaba a mi casa con la nariz llena de hollín y las camisas con el cuello negro. Que nadie me pidiera de venir al centro a ver un espectáculo, porque tenía un rechazo natural a volver. Que en cambio ahora lo podía aguantar, porque venía de visita. Ella no hacía más que afirmar y en eso me preguntó: “¿Y en qué lugar de Buenos Aires vivía usted?” “En Martínez” - le contesté.

“Ah, pero Martínez es otra cosa” – me dijo.

“SI, es otra cosa, pero yo trabajaba aquí, en la capital” – le señalé.

“Que quiere que le diga, aquí hay un malandraje que da miedo, ya no se puede salir a la calle”.

Me pareció que la tenía que rescatar de los miedos, las cosas no estaban bien, pero era evidente que exageraba. A tal punto que no se arriesgaría a cruzar la calle si seguía pensando de esa manera. Me pareció que debía intentar hacerla cambiar de actitud, invitarla a tomar un café. Pero ella se evaporó y quedó manejando mi mente de una manera increíblemente activa.

Pasaron unos días y me fui olvidando del asunto. Había entrado en una especie de costumbre; de hacer lo mismo de tal hora a tal hora y cuando me tocó estar en el restaurante de la esquina, sucedió:

Eran tres hombres y una mujer. Los cuatro enmascarados y con evidentes peluquines, se fueron desparramando por las mesas encañonando a los clientes, que, sorprendidos y a la vez resignados iban entregando sus cosas de valor. A mí me tocó la mujer, que levantándome con el caño del revolver en el mentón, me quitó la billetera del bolsillo de atrás del pantalón, sin revisar ningún otro lugar. No habló una sola palabra, pero sus ojos profundamente oscuros me volvieron a mirar.

Pascual Marrazzo ©

miércoles, 14 de octubre de 2009

La mariposa

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "La mariposa" un cuento que describe el primer impacto del amor y lo remata con una de nuestras realidades. Tal realidad, parece que lastima la primera parte de la lectura, pero deben comprender que el escritor está para comprometerse con los enredos de la vida, más que para hacer frases bonitas.
Un abrazo
Pascual



LA MARIPOSA


El amor es una mariposa que se posa en cualquier lado, aletea en nuestro corazón porque no sabe de razones. Justamente, se dice que es loco, porque se desentiende de la razón.

Claro que no quiero dar una lección, ni escribir un ensayo sobre el amor. Simplemente contar una historia, un suceso; un amor a primera vista que se asomó como un incendio, con el resplandor característico de las llamas y el temblor de la luz.

Ella era morena, todo chocolate incluso sus ojos que, un poco más claros, le daban el toque degradé necesario para ser única. Su cabello era un poco más oscuro y le ondeaba un brillo increíble.

Fue verla y sentir la mariposa aletear dentro del pecho, como si este fuese una jaula. Golpeaba mis costillas y de a ratos se ahogaba en el silencio del aguantadero. A partir de ahí, el asunto era: ¿Cómo liberarla, cómo hacer que llegase hasta ella? El aletear me henchía el pecho, pero a veces no podía sacar el aire de los pulmones y no alcanzaba a decirle una sola palabra, me ahogaba de amor.

Cuando la mariposa logró desinhibirse, y salir a conquistar otra mariposa, ella se sonrió por primera vez y de un manotazo la aplastó.

- Yo soy la novia de tu hermana ¿La podés llamar? – me preguntó

lunes, 12 de octubre de 2009

La mancha

Hola lectores
Después de un fin de semana largo donde el viento hizo de las suyas y no nos dejó disfrutar de la primavera, me reencuentro con ustedes y les envío "La mancha" Un cuento que pretende reflejar la incomprensión que tienen los padres.
No se olviden de visitar el blog: http:///tienetintatutintero.blogspot.com
Un abrazo
Pascual



LA MANCHA



Querido hijo:

Yo sé que alguna vez vas a poder leer esta carta sin el enojo y los llantos de hoy. Créeme que estoy avergonzado y te confieso que yo también he llorado, de bronca, como lo hacemos los hombres.

Ahora lo entiendo, tu maestra de jardín me lo explicó: Ella te enseñó que del lápiz azul sale la letra a, que del rojo la e, y del amarillo la i. Me mostró tus trabajos, pude ver una “a“ preciosa que ocupaba toda una página y dentro de ella las tacitas con las manijitas, como ella las comparó (“Recuerden, la letra a es como una taza”) y cómo vos solito te acordaste y pusiste los dibujitos adentro.

Tal vez, lo que pasó hoy no quede grabado en tu cabecita, pero quiero pedirte perdón igual, al menos para que no te suceda lo que a mí.

Quiero disculparme por no estar más tiempo contigo, que no se refiere al tiempo que paso a tu lado.

Yo debería haber sabido de tus logros, de tus éxitos, de que eras el mejor. La señorita Mabel me lo tuvo que decir: “Siéntase orgulloso: su hijo es mi mejor alumno”. Te juro, que me sentí tan imbécil.

Haberme enojado con vos, como un tonto, justo cuando me lo querías demostrar escribiendo en las paredes.

Quiero pedirte perdón por pensar que sólo eran manchas...

Son hermosas, sabés, y no las voy a limpiar hasta que seas bien grande, para que puedas entenderlas. Así, como yo las entiendo ahora...

Pascual Marrazzo ©

viernes, 9 de octubre de 2009

La locomotora

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "La locomotora" una pasión desenfrenada y una vertiginosa venganza, todo enmascarado detrás de una metáfora de sabor real y visual.(sólo para entendidos). Se viene un fin de semana largo. Recuerden que cada uno de ustedes elige si lo quiere pasar bien o mal.
Un abrazo
Pascual



LA LOCOMOTORA



Bufaba y bufaba, disparando de vez en cuando un silbido doliente. Las ruedas hechizadas por dos brazos de hierro, acompasaban los pistones que le mordían el aliento.

Manuel paleaba el carbón en una boca fogosa con ansias anaranjadas de lamerlo. Después se secaba el sudor y le hablaba como a su amante, acariciándole los fierros como a una hembra desenfrenada.

Por eso, cuando apareció aquel hombre, revolver en mano y le dijo:

- ¡Para esta chatarra!

Manuel se quedó sin respuestas y no se movió. No fue por valiente, si no por incomprensión. El bandido insistió y le agujereó la cabeza echándolo al terraplén. Luego buscó cómo parar la locomotora..

Fue justo en la curva de la S. La Negra sabía dar esos corcovos de mujer arrolladora y abrió la puerta de su boca de fuego. Fue un acto limpio y certero; el trastabilló; ella sacó su lengua incandescente y se lo tragó.

Pascual Marrazzo ©

jueves, 8 de octubre de 2009

La loca del volante

Hola lectores:
Desde un día azul de primavera, les envío "La loca del volante" Un cuento inspirado en una compañera que se llevo por delante los conitos de la caminera del puente Nqn - Cipolletti.
Un abrazo
Pascual



LA LOCA DEL VOLANTE



Los domingos de la tardecita se adueñaban de mis sueños, pero a la vez, de mis desvelos.

Los sueños de participar de ese pedacito dominguero que nostalgiaba la poesía y los cuentos breves con sabores de final inesperado. También de la música, la alegría de los amigos, de tristezas escondidas y el placer de hamacarme colgado de un espejo. Sueños que se hacían paso – cristal de por medio – a través de la lluvia y los partidos de fútbol, donde el mate trenzaba con idas y vueltas las redes del Centro de Escritores.

Como hago notar al principio, la carga de mis desvelos comenzaba, al ir y al volver o sea en el viaje, cruzar dos veces la caminera y el puente. En este trámite dependía totalmente de Noel que era la dueña del auto. En los badenes me balanceaba, cerraba los ojos y que pase lo que Dios quiera, pero ella me miraba tras los culos de botella y me decía:

- No te vayas a dormir eh, como un reproche en forma anticipada.

Lejos estaba yo de poder dormir, mi corazón se aceleraba cuando llegábamos al puente. Ella hacía siempre el mismo comentario;

- ¡Carajo que es difícil de embocar!

Y vivoreaba el auto hasta que entraba con un suspiro, por supuesto mío, que hacía al rozar el parabrisas.

Una vez, al mejor estilo de slalom tiró a la mierda los cinco conitos que dividían las dos manos de la ruta. Fue antes de cruzar el puente y por supuesto, el cana la paró.

- ¿Señora, no vió los conitos?

- ¿Qué conitos?

- ¡Los conitos señora, los conitos!

Entonces ella me miró y me dijo en voz alta, al borde de los gritos:

- ¡No te dije que no tenías que distraerme cuando estoy manejando, mirá en que quilombo me metés!

El vigilante se dio por satisfecho y la dejó pasar sin multarla.

Otra vez, la pararon para pedirle la tarjeta verde, ella me miró asombrada y me preguntó:

- ¿Cómo, no era rosa?

El policía metió la cabeza por la ventanilla y me miro, yo colgaba del espejo, pero la frenada me había puesto en movimiento y le abría y cerraba los ojitos.

- Es un Panda – le dijo ella.

- Adelante señora siga por favor..

Pascual Marrazzo ©

miércoles, 7 de octubre de 2009

En la arena

Hola lectores
Desde un día gris y fresco de primavera, con mucho humo provocado por los calefactores en las chacras (defendiendo la producción de los frutales) les envío "En la arena" Una prosa un poco poética, que de alguna forma surge de un hecho: el de haber escrito en la arena de Las Grutas en el último encuentro de escritores. Tomé, "escribir en la arena" como una frase de taller literario y dejé que el aire del mar me inspirara.

Un abrazo

Pascual



EN LA ARENA


Escribí en la arena para que se lean, en tus pechos para que se graben y en tus pies para que caminen, todos los te amo que tenía en mis labios.

En la arena blanda que guarda mi mente modelé tu imagen para retenerla y cuando la marea subió amenazante espumé mis manos, las convertí en puntillas para acariciarte.

Los pilares de tu indiferencia fueron escapando detrás de tu puerta, dejando el vacío con ese perfume que atrapó mi cuerpo… Sin poder besarnos.

Muchos días enteros sin poder tocarnos, pude conformarme con unas miradas, mas quiero que sepas, debo confesar, muchos días crueles… Sin poder amarte.

Pascual Marrazzo ©

lunes, 5 de octubre de 2009

La llave del abuelo

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "La llave del abuelo" Un cuento, que nos hará pensar con su final y vale la pena descifrarlo. Son cosas de esta vida. Con la interpretación del final todo comienza a tener sentido. Espero que les agrade y recuerden que pueden visitar el blog. http://tienetintatutintero.blogspot.com
Un abrazo
Pascual



LA LLAVE DEL ABUELO



Allí, debajo del pañuelo de la solapa, descansaba el frío metal de una llave sin nombre.

La llave misteriosa que no había podido abrir ninguna puerta de la casa, ni armario, ni escritorio, ni baúl.

La Abuela recorrió pacientemente todos los orificios y no encontró relación alguna.

El Abuelo se había llevado el secreto con él. Secreto a medias, dicen que en el velorio se presentó una lloradora que no había sido contratada y la Abuela, que tenía su carácter se le plantó y ahí nomás le dijo:

- Si lo quería tanto, podría ayudarme a pagar el entierro.

Pobre Abuelo, no zafaba ni muerto de los líos de polleras.

Lo cierto es que la llave del misterio se olvidó y yo me la quedé como un amuleto. Casi como una medallita de la suerte, la fui queriendo y creciendo con los recuerdos del Abuelo.

Tuve otra llave después, cuando lo del pantalón largo y las guardé juntas, como si la llave del recuerdo tuviera un origen conocido y ya mozo seguí desenredando la vida hasta que conocí a mi media naranja.

Vivía con su madre, una mujer hosca que no me podía ni ver. Luego me enteré que le había prohibido nuestra relación, pero mi novia estaba firme y decidida así que seguimos saliendo.

“Todas las viejas ponen trabas al principio y después aflojan” decía mi viejo, pero esta arpía cada día me odiaba más.

Fue así que una vez que se nos hizo tarde, nos dejó afuera. Mi novia lloraba tanto que por hacer algo probé la llave del Abuelo que sin esfuerzo alguno abrió la puerta.

Juro que fue la última vez que la vi, por mi Tía, que es lo que más quiero.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 2 de octubre de 2009

La invitación

Hola lectores

Desde un viernes gris y cálido de primavera, les envío "La invitación" Un cuento breve de lo que acontece en una cena íntima y luego de ella. Que tengan un feliz fin de semana.

Un abrazo

Pascual



LA INVITACION



Él llegó y se sacó los zapatos para caminar libremente por el brillo del piso y las alfombras.

Ella lo invitó a cenar. Y él, mientras esperaba, armó un pájaro con una servilleta de papel.

El pájaro aleteó durante todo el tiempo pero no pudo volar. Apenado, lo guardó en el bolsillo.

Cuando se despidieron, ella le dio el primer beso y los zapatos recibieron unos pies ligeros y borrachos que corrieron al medio de la calle.

El hombre sacó el pájaro del bolsillo y acariciándole las alas lo echó a volar.

Pascual Marrazzo ©