sábado, 31 de enero de 2009

Liberando al amor (raye)

Hola lectores

Desde un día azul de verano sin tregua, les envío otro raye.
Una recomendación para los que viven en el Alto Valle: Debido al crecimiento de la demanda eléctrica de la región, especialmente en esta época de cosecha frutícola y el funcionamiento pleno de los frigoríficos, nos encontramos en emergencia y a punto de colapsar. Los mayores inconvenientes los tenemos de
lunes a viernes en el horario de 18 a 23 hs.
La forma de colaborar y colaborarse a si mismo es consumir lo menos posible en ese horario. No planchar, no lavar la ropa, no filtrar el agua de la pileta de natación, no regar con motor, usar la iluminación mínima, etc.Etc. Si no se coopera, puede haber cortes muy pronunciados.
Difundir esto, también es cooperar.

Un abrazo.

pascual



LIBERANDO AL AMOR

El horizonte se tambaleó y mi equilibrio serpenteó entre la locura. Recordé la catástrofe, el terremoto de San Juan, pero el eructo me acomodó la comprensión y me di cuenta de que tenía una borrachera de vino y sentimientos. Dos luces intensas y el chirrido de unos frenos se apagaron junto con la lamparita de mi cerebro.

Desperté entre el dolor de cabeza y un denso embotamiento sin poder interpretar el día o la noche. Huérfano de puerto y mujer se me fueron abriendo las cortinas del entendimiento. No estaba en mi cuarto, un retrato en la pared con una enfermera que pedía silencio me ubicó en un hospital. Los dolores eran soportables a los movimientos y eso me fue tranquilizando, estaba entero. Pero a medida que avanzaba mi lucidez mi corazón se iba llenando de espinas, penetraban los recuerdos que me amarraban al amor y las cadenas me volvieron a arrastrar dentro de la tempestad de la pasión.

Como si fuera un sueño comenzaron a desfilar los fantasmas que desacomodaban mi mollera y las noches de tormenta no se hicieron esperar. Prisionero de un amor equivocado (peligro de adolescentes) a los sesenta años, duele.

Mi carcelera es una mujer incapaz de darme la libertad, se adueña de mis noches y mis días. Altiva belleza que no me permite soñar con otro amor y me somete sin piedad al mayor tormento: el de un amor no correspondido; pero sí alentado. Alentado como un juego feroz, mechado de delicias mansas en atardeceres aplacados. Mezquino de encuentros y cruces de miradas, embargado de besos silenciados en un pecho desierto. Herido como un toro por el banderillero que no mata y desangra. Si tan sólo supiera que ella me hundirá la espada en algún momento, entonces se aliviaría mi dolor. Pero lo cierto es que la soberbia, sólo por jugar a la tigresa, espera mi último aliento para derramarme un poco de encanto y volverme a la vida. Deseo la muerte como gloria y no me muero por no dejarla. El amor es lo único que no se puede matar, es eterno. La salvación es cambiarlo de lugar, pero cómo, si mis ojos no la ven más que a ella y si no está me enfrento a la oscuridad. Sin ella soy un ciego en busca de esa diosa odiosa y querida hasta la continuidad de las lágrimas. Porque no puedo dejar de llorar, es una agonía infinita que no entiende razones. No hay consuelo para el despecho, las alegrías no entran en la casa de la tristeza y la muerte de los enamorados no se festeja.

Pero el amor es inocente y renace como una hierba entre dos baldosas. Se acoda en cada una de ellas y abre las entrañas de la tierra con su tierno tallo perfumado. Cura la agonía partiendo en un caballo alado, en bicicleta o a pie. Corre a un nuevo encuentro y se zambulle en el polen de otra flor. Muestra las heridas y se entrega como si fuese un paciente. La cura llega con una mirada de mujer, que en principio entrega su corazón de madre piadosa, me dice que me porte bien, que me voy a sanar pronto. Va y viene con su blanco delantal, me recuerda a mi maestra de sexto. Tiene los ojos celestes, tan claros que parecen transparentes y entro en ellos para tocarle el corazón. Es una sensación quijotesca que pretende conquistar con el silencio un vasto continente. Pero el resultado es real, mientras una de sus manos toma la temperatura de mi frente la otra entrelaza los dedos de mis palmas ansiosas. Así llego a los límites imperdonables, al éxtasis de la muerte y caigo, me sumerjo, vuelco como un velero en el mar de su mirada. Dejando el amor… a salvo.

Pascual Marrazzo ©


jueves, 29 de enero de 2009

La última (raye)

Hola lectores

Desde un día azul de verano sin tregua, les envío "la última", La historia la pueden expandir ustedes.

Un abrazo.

Pascual.



LA ÚLTIMA

El cansancio me amuró en una mesa arrinconada de penumbras. Bostezo remembranzas de hastíos y desfilan los vicios: reputonas, lenguas, lunares y mucha piel desnuda.

Una niebla de humo artístico compite de boca en boca, de nariz en nariz, arremolina y resopla entre los rayos de luz.

Ella se vuelca en mis rodillas y en mis hombros, pide una copa y me embrutece con su perfume. Sus piernas se enlazan y sus senos blancos se desatan del esqueleto. Resplandecen un par de botones rosados que reviven mi memoria, de cuando daban de mamar a los críos, a mis críos. El contraste me abarrota de recuerdos, desando recovecos de laberintos y me embolo en la tristeza. Ella se da cuenta, mortifica con preguntas insípidas - “cómo están” – “van a la escuela” - luego cambia de táctica. Ahora la ilumina la codicia y pide otra copa, se retuerce en mis brazos como un gusano, ensaya una copula artística con un beso que babea en mis labios callados.

Se colma mi angustia y me pregunto si tiene que ser hoy. Es la pregunta repetida de siempre; la que me lleva y me trae; la que enerva y repele. La que se remacha en mi seso y calcina mi amor enterrado.

Me dejo llevar por la incoherencia; ella se levanta, me invita a bailar, se menea, se refriega y se entrega. Me acorrala hasta el fondo del cabaret y abre una puerta. Aparece una imagen de muebles, gastada, repetida; pero que ahora, recién ahora sé que es la última. Sé que no me miento más, basta de revueltas, llego así apresado por el hartazgo, con el vaso vacío. Los sentimientos se me desgarran, fallecen, chupan los cimientos fragmentados y vuelvo a la castidad. Me despojo de las antenas pudorosas, de los ojos degenerados y me animo. Ahora puedo, sé que puedo. Su cuerpo desnuda lo que queda por desnudar y se retuerce en la cama como un bandoneón sin aire, sin música. Son mis manos las que aprietan ese silencio, hasta el último suspiro.

Pascual Marrazzo ©


miércoles, 28 de enero de 2009

La tormenta (raye)

Hola lectores

Desde un día azul de verano (y no afloja) les envío la tormenta, espero que todos la resistan.

Un abrazo.

Pascual.

LA TORMENTA

Comenzó con ese ruido que revienta el cielo y los tajos de los relámpagos.

Todavía sin llover, comenzaron a bailar las primeras piedras en los techos, tapando de bolitas de hielo las canaletas.

Mi cabeza se atormentaba pensando en ella y en sus ojos color de cielo. Nadie es tan fuerte como para no temerle a los truenos.

Adentro, era como el interior de un tambor de lata que me hacía presentir la muerte de las nubes más pomposas.

Me imaginaba el temor de su soledad, que también era el mío. Los rizos dorados en contraste con el verde pálido de la alfalfa.

Una última rotura gutural y la precipitación de un mar de lágrimas que chorreaba y atragantaba la tierra y los techos.

De la felicidad del campo y del olor a tierra mojada, pasábamos al miedo. Al miedo de que no parase jamás, miedo a inundar el amor, miedo a separarnos, a que ese patio inmenso que nos alejaba se corte en dos por un río infranqueable.

El portón del granero aleteaba por el temporal. Ella temblando de frío o de miedo o de las dos cosas, intentaba en vano encadenar la tranca en su lugar.

Lo logramos entre los dos, entrelazados, yo empapado en su perfume de lavanda y ella de mis ropas mojadas. No hubo palabras, sólo deseos y una descarga lejana de fusilería como la que despide a los héroes de guerra.

La tormenta duró toda la noche...

Pascual Marrazzo ©

martes, 27 de enero de 2009

La sombra (raye)

Hola lectores.
Desde este día azul de verano, no pude dejar de asombrarme al ver la veracidad de un suicidio. Un abrazo. Pascual.

LA SOMBRA

La sombra corrió bajo el sol. Llegó a la esquina y, en un giro desesperado, se suicidó… debajo de aquel árbol.

Pascual Marrazzo ©

lunes, 26 de enero de 2009

La puerta (raye)

Hola lectores

Desde un día azul de un verano muy dorado, les hago llegar "La puerta", otra puerta más de esas que tropezamos por la vida, que nos atrapan o nos dan la salida.
Un abrazo.
Pascual.

LA PUERTA

No era simple, se la veía fuerte y de gruesos postigos. En la parte superior tenía una mirilla cerrada que denunciaba de alguna manera una puerta carcelera.

Yo no sabía muy bien si ella me encerraba o no. Es decir, no sabía si estaba dentro o fuera, así que estaba en mí ser o no ser el preso. ¿ Por qué tendría que elegir la peor parte ? Era una cuestión de aptitud. No iba a ser tan difícil. Habría que mirarla como si fuese una entrada y no una salida.

Lo más costoso, tal vez, fuera abstenerse de abrir la mirilla, luchar contra la curiosidad, sabiéndose vencido de antemano. Quizás, si uno no tuviera tantos enemigos dentro del cuerpo, enemigos que carcomen y deterioran nuestros sentidos y nos empujan tarde o temprano a querer saber de que lado estamos. ¿Para qué ? ¿ Qué importancia tiene estar de uno u otro ? ¿ Qué diferencia hay cuando la libertad es uno mismo, cuando es hacer llegar lejos nuestra voz, cuando es destapar los oídos sordos de una humanidad llena de puertas y cerrojos ?.

Sin embargo presiento que la mente se escapa de mi cuerpo simple y lleno de miserias. Se espera de mí, que actúe como tal y está bien ¿ O acaso soy un ser notable ?. No se puede confundir a un pensador con un delirante y yo tengo fiebre de delirio, de amor inalcanzable.

Por todo esto es que llega ese momento imperdonable de mi sueño y espío. Espío con los párpados cerrados y tropiezo con sus ojos de almendra y el brillo joven de sus labios. Casi en ese mismo instante, mi corazón me dice que estoy atrapado.

Pascual Marrazzo ©

sábado, 24 de enero de 2009

La primera soledad (raye)

Hola lectores
Desde un día azul de 40 grados, que se viene repitiendo hace unos cuantos días , les hago llegar la primera soledad.
Un abrazo.
Pascual.

LA PRIMERA SOLEDAD

En realidad, no puedo precisar exactamente cuándo fue. Sí sé que se instaló a mi lado y se quedó para siempre. Tal vez una noche de invierno, algo después de la desaparición de mi papá o cuando mi mamá decidió ir a buscarlo. Una de esas en que a mi aliento lo veía como a una nube sucia. La de cuando el raído sobretodo no me alcanzaba y desarmaba las cajas de cartón para taparme. Esas en que hacía de la soledad una amiga caliente que me distraía la piel de gallina. Que me hacía volar en mis sueños y me entregaban entero a la mañana siguiente, para que mis músculos pudieran responder a las exigencias de la bicicleta y mi garganta grite ¡ Diareoó, diareooó! con el suplemento del “Día del Niño” ¡Diareoó! Y mis manos puedan envolver las hojas calientes y sucias de mentiras.
Soledad que me acompañaba en las mañanas de lluvia y me lavaba la cara como si fueran las manos de una madre lejana.
Soledad montonera que me deletreaba en las hojas mojadas: “Los únicos privilegiados son los niños”. Será que el dolor y la miseria nos hacen crecer tanto.
Sí, ya sé lo que me van a decir: “Son casos tan reales, que no llegan a cuento.” La literatura nos entrampa en un panfleto y nos rechaza, pero no importa… Yo voy a insistir, no por mí, sino por los que quedan, los que siguen pegados a la primera soledad.

Pascual Marrazzo ©