lunes, 31 de agosto de 2009

Infidelidad

Hola lectores
Desde un día gris de invierno, les envío "Infidelidad" Un microcuento que muestra los alcances de la sexualidad, que si bien no es nueva, hoy es más visible y comprendida que antes. "Es preferible tratar de comprender lo que se vé, que vivir con una venta en los ojos".-PASCUAL. Y hablando de comprender ¿Cómo es posible que los mismos que escribieron la nueva ley de servicios audiovisuales y etc., etc., hoy la quieran seguir postergando? Y me vuelvo a preguntar ¿Qué millonarias cifras podrán comprar las voluntades políticas? No me tome por tonto, yo también sé que no son millonarias, es mucho más barato. Un abrazo Pascual



INFIDELIDAD



Hay días, en los que es mejor esconderse de la vida, borrar todo con una goma blanda para no romper el telón del espacio y echarse a dormir como los muertos, sin soñar.

¿Quién me habrá mandado a querer reconciliarme un martes trece? Soy realmente una pelotuda. . . ¡al cubo!

Llevaba las dos copas y la botellita de champán. . . Y la sonrisa y las ganas ¡y la puta madre que lo parió! Estaba poniendo todo, porque pensaba en su desolación, le ponía las pilas que ni siquiera tenía porque yo también me encontraba desolada. Pero el muy hijo de puta estaba encamado con Marcela. . . mí Marcela.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 28 de agosto de 2009

Indicio

Hola lectores
Desde un día cálido y azul de invierno les envío "Indicio" Un cuento trágico y muy breve de los que el lector es el encargado de dimensionar.

Un abrazo

pascual



INDICIO



Nicolás llevaba la culpa de haber comido mucho. “En ese restaurante se almuerza como un rey” – le había escuchado decir a Roberto.

Ahora sabía como lo hacían los reyes.

Se recostó en el césped del otoño y unió sus ojos al cielo. El frío le entró en la espalda como si fuese un cuchillo. Cuando quiso levantarse se encontró ciego e inválido. En ese momento tuvo el último recuerdo: La insistencia de su mejor amigo, su mujer y el cruce de sus miradas.

Pascual Marrazzo©

miércoles, 26 de agosto de 2009

Hijos de la pampa

Hola lectores
Desde un día azul y cálido de invierno, les envío "Hijos de la pampa" Un cuento breve que muestra las miserias de una época y el choque de otras culturas venidas antes de la corriente inmigratoria. Los que hicieron punta en la aventura de la colonización y muestra también cómo la educación juega un papel importantísimo en la formación de los hombres. Esto último, es comparativo con los problemas de actualidad.
Un abrazo
Pascual



HIJOS DE LA PAMPA


Alistándose casi siendo un niño en un buque francés, Abraham Liberman había escapado de las guerras napoleónicas y de la horrible muerte de sus padres.

Así llegó al Virreinato del Río de la Plata y en cuanto se hizo hombre siguió navegando la Pampa sobre cuatro ruedas tiradas por un solo caballo. Abraham sabía que su carreta necesitaba dos, pero el no era rico y en compensación le hablaba todo el tiempo y no lo castigaba jamás. Lo dejaba ir como al desgano, total no recorría tiempo, sino distancia.

La bestia casi agradecida de su exclusividad no dejaba de hacer girar las ruedas hasta que su dueño le elegía una sombra para pastar y descansar.

Cada dos o tres días encontraban un rancho para matear, acompañado con chinas, ocasión que aprovechaba para vender alguno que otro vicio o baratija.

Muy de vez en cuando llegaban a una pulpería y el hombre disfrutaba del baile y la taba.

Un día, al salir de una de estas paradas se le cruzó un gaucho mal trazado que encontrando a su mujer escondida en la carreta la despeno siguiendo su camino como si se tratase de la vida de un animal.

Abraham no era hombre de pelea y además ni sabía que la mujer se había escondido en su carro. Así que apretó los dientes y enterró a la pobre alma.

Pero el destino le tenía preparada otra sorpresa y fue así que entre el chirriar de las ruedas apareció el llanto encobijado de un niño.

No le quiso dar su apellido porque era hijo de la Pampa y le puso Moisés Fierro, para que sea fuerte.

Abraham aprendió a ser un poco madre y padre a la vez y el niño se hizo muchacho. Tanto, que mereció cargar cuchillo y consejos, muchos consejos que su padre le daba entre esas largas huellas y mates compartidos.

Un día entre tantos cruces de caminos que impone el destino, Abraham se encontró con el padre del muchacho. El hombre estaba bastante machado, pero así y todo lo recordó:

- Vos sos el que escondió a mi mujer en la carreta.

- ¿De qué está hablando papá? – preguntó Moisés.

- Nada hijo, debe estar confundido.

- No te hagas el sota, que te tengo bien junáo. – volvió a amolar el mamáo.

Abraham se retiró a un rincón de la pulpería y pidió una sangría, pero Moisés que tenía la sangre más caliente le trenzó la mirada.

- Venga mijo, que el hombre está chispeáo y no sabe lo que dice, no pretenderá ensuciarse por un borracho cabrón.

- Está bien papá, pero como hacemos para pararlo.

- Si se pone muy pesado yo me encargo, al fin de al cabo la cosa es conmigo nomás.

- Si papá, pero el hombre es peligroso y usted no es de pelear, déjeme a mí que le de una tunda.

- Y cómo le va a pegar a un borracho ¿Le parece cosa de hombre? Déjelo que yo lo voy a amansar sin rebenque.

- ¡Turco cabrón.. escondedor de hembras..te voy a despenar como a esa puta!..

Abraham se dio cuenta que no podía esperar más. Rápido como el susto le dio un abrazo para que no lo sobe con el cuchillo y le dijo algo al oído. Después, lo soltó sin dejar de mirarlo a los ojos. El hombre miró a Moisés y asustado salió llevándose unas sillas por delante.

- Papá ¿Qué le dijo que salió volando como lechuza renga?

- Já, no me lo vas a creer. Le dije que vos eras el hijo y no lo querías achurar.. y como estaba en pedo se lo creyó nomá.

- Ja, ja. Cuánto tengo que aprender de usted papá…

Pascual Marrazzo ©

martes, 25 de agosto de 2009

Frío

Hola lectores
Desde un gris día de invierno, les envío "FRIO" Un cuento para este tiempo, para que se le tenga respeto a la nieve, para que se note la ventaja del alcohol, bebida indispensable entre los elementos de supervivencia.
Un abrazo
Pascual



FRIO


Tenía frío, mucho frío. Tenía helados los dedos de los pies, las manos y la nariz. A mi lado estaba José, congelado el pobre, se le había pegado la chapa de acero inoxidable en la espalda y las nalgas. A mi me salvaba la frazada que se olvidaron de sacar.

Trataba de recordar, de darme cuenta, ubicarme en ese momento, pero los recuerdos venían lejanos…

Habíamos salido para Bariloche con mal tiempo y comenzó nevar, José tuvo que poner las cadenas en las ruedas traseras. Pero luego la nieve se acumuló en demasía y la camioneta no doblaba, así que hubo que ponerle también a las de adelante.

Sentía un ardor en la garganta y recordé que me había bebido todo el “brandy”, es que hacía tanto frío. El pobre José, tan recto me recomendaba “cuando se maneja no se debe tomar alcohol”. Yo me reía, me reía del pedo que tenía, seguramente me dormí.

Ahora me retumbaba en la mente una voz: “pobrecitos, murieron congelados” la voz, la voz y un pantallazo del cartel de la MORGUE, la morgue… ¡La reputa que lo parió! ¡Saquéenme de aquí!...

Pascual Marrazzo ©

domingo, 23 de agosto de 2009

Estaba en la cola de los pasaportes

Hola lectores
Desde una mañana lluviosa de invierno, les envío "Estaba en la cola de los pasaportes" Un cuento para reflexionar sobre la generosidad del inmigrante, y la ingratitud del emigrante. Podríamos agregar la mala educación. De todas las noticias y porquerías que van a leer hoy, esta no será en vano.
Un abrazo
Pascual



ESTABA EN LA COLA DE LOS PASAPORTES



Estaba en la cola de los pasaportes. Había programado un viaje a España, para volver a ver aquella aldea donde nací y dejar una flor en la tumba de mi madre.

Detrás de mí, había un joven que no dejaba de rezongar, por la espera, por la desorganización, por la burocracia, por la incompetencia y otra lluvia de pesares. Por supuesto que se había puesto más que molesto y yo no hubiera reaccionado por ello si no lo hubiese escuchado decir Argentina de mierda.

Le reproche con la mirada y entonces me respondió con palabras.

- Y qué quiere, me voy porque no hay trabajo, no hay oportunidades. Soy recién recibido y no tengo como ejercer mi profesión..

Se quedo como esperando una respuesta y no me hice esperar.

- Mira muchacho, ante todo te diré que si hay una universidad que te dio un título, también hay quien te lo pagó y eso pesa en las espaldas de muchos argentinos que hoy la están pasando muy mal.

- Si señor, pero yo aquí no tengo oportunidad para vivir, no tengo trabajo.

- Y quién te ha puesto en la cabeza que la vida se hizo para trabajar.¿No será que te estas equivocando con eso de hacer plata? Ojo que la felicidad esta reñida con esas cosas. El horizonte de las personas está en las propias narices, ahí de cerca nomás, no necesita ningún pasaporte. En el único lugar que es tolerable ser extranjero es en la Argentina. En cualquier otro país se lo van hacer notar. No tenga ninguna duda, se lo digo yo que soy español y estoy aquí porque de allá me corrió el hambre.

- Pero ahora están mejores que nunca y hay trabajo y hay consumo.

- Y dale con el trabajo.. Sabes tu lo que es el gustoso

- No, no se.

- Bueno mira, es un hueso que allá en España se pasaba de vecino en vecino para darle gusto a la sopa.

- Eso era antes.

- Si muchacho era antes, pero ten por seguro que aquí nunca paso y no creo que nos pase por más mal que estemos.

Al fin me atendieron y la empleada un poco bocona me dijo en voz alta

- Usted es español, no necesita sacar pasaporte para ir a su país.

- Perdone señorita, pero es que me siento tan argentino, sabe.

Cuando me di vuelta para retirarme el muchacho había desaparecido.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 21 de agosto de 2009

Entre dos puertos

Hola amigos
Desde un día gris y frío de invierno, les envío "Entre dos puertos" Un cuento de culpas y desaciertos que nos impone el camino de un espiral, para hacernos desaparecer en el arrepentimiento.
Un abrazo
Pascual



ENTRE DOS PUERTOS


Las amarras se soltaron del puerto de Marsella y un grito mudo partió de mi pecho. La sirena del remolcador aulló por mí, una y otra vez, acompasando el grito silencioso de mi corazón.

Adrienne estaba en el muelle. Primero se empequeñecieron sus ojos, luego la figura de la manito del adiós, más tarde desapareció en la niebla. Ahora el remolcador también nos soltaba sus amarras y nos despedía en el mar abierto del Mediterráneo. Una negra y espumada humareda comenzaba a salir de nuestra gigante chimenea, dejando atrás una serpiente encabritada por el abandono.

Una voz grave de sirena, una voz mayor comenzó a anunciar la presencia de nuestra propia nave. Los húmedos jirones de blanda neblina huyeron despavoridos dejando nuestro paso marcial en libertad.

Cuando el sol dejó de ladear la sombra y el horizonte era una línea de trescientos sesenta grados; el mar se transformó en el lugar ideal para festejar el artero triunfo de la soledad.

Los días pasaron y, curiosamente, la partida comenzó a convertirse en el regreso. Esperaba que Helena no se haya resignado a mi ausencia y poder barrer la desesperanza que adiviné en su corazón cuando la abandoné.

Un puerto que se desdibuja y otro que comienza a tomar forma, disimulan la casualidad de un elaborado encuentro. Cartas perfumadas y arrugas de lágrimas (“no es cierto que no te quería, porque rehuía tus besos, es que me pinchabas con tu barba”). El único alivio era la falta de estafa; nunca me llevé nada, sólo mis recuerdos (tesoros de mi mente, cada uno de los latidos de su corazón), pero esto no alcanzaba. A veces dejar algo, dejar todo, es solamente una trampa inconsciente; un lazo solapado, el miedo de perderse en la memoria del otro.

La noche no me permitió ver nacer las islas en el horizonte, pero la mañana me mostraba uno de los ojos de Grecia en toda su dimensión y cerca del mediodía ya se podía divisar El Pireo, puerto Ateniense que se abría al mar Egeo.

Fue un triste desembarco, como todos los que no tienen alguien que los espere. En el departamento encontré mis cosas y una carta de despedida. No de mí, sino de la vida misma. Algunos meses después supe que Helena se había arrojado al mar.

No fue mi decisión, sino las circunstancias las que me llevaron por primera vez a cargar todas mis cosas. Ahora era yo y mis pertenencias materiales. Mientras repasaba notaba que más allá de un simple adorno, cuadro, ropa o libros, había una pequeña historia (“este chaleco me lo puse cuando la besé en la frente” – “el libro que leímos juntos bajo el olivo”) Lo material me atosigaba de recuerdos; me pesaba en los brazos, en las piernas y en el alma.

Me urgía volver, recomponer rápidamente mi relación con Adrienne, pagar mis pecados. Pedir perdón con sinceridad y responder con amor.

De El Pireo salí un día de cielo azul y verde mar como en las poesías. El humo de la chimenea ya no era una serpiente negra, era un vapor gris que se transformaba en una nube de despedida y buenaventura. Tenía una inmensa necesidad de vivir cada momento (“lo único que no se puede ahorrar es la vida”) Había decidido, por primera vez y por anticipado, ser feliz.

Pasaron unos días y el mar volvió a rodearnos con la línea horizontal. Un presentimiento me atrapó junto con el aviso de presentarme al Capitán.

El telegrama era claro:

“Supe lo de Helena. Lo siento, no quise terminar igual, ayer me casé con Rudolf. – Adrienne”.

Ahora me encontraba en el lugar exacto, en cuerpo y alma, en la soledad de una estela de agua que me llamaba. Me empujaba al encuentro con Helena y con la fuerza de querer encontrarla giré en el remolino de la hélice, rumbo al cielo, sin llevarme nada.

Pascual Marrazzo ©

jueves, 20 de agosto de 2009

Encuentro

Hola lectores
Desde un día gris de invierno, les envío "Encuentro" Un cuento que muestra el laberinto donde corre el pensamiento, y se choca con la realidad. Es una suerte, que en muchos casos se funde uno con el otro. La vida nos enfrenta continuamente con este ejemplo. Cuando se da, brilla.
Un abrazo
Pascual



ENCUENTRO



Andar montado en un camello, es más o menos como estar subido al carajo de un bergantín.

El desierto es el mar de arena que acompaña la comparación y el dromedario tiene un caminar lento que te hamaca en unos medios círculos a derecha e izquierda. A diferencia del caballo el cuerpo se pega al animal de tal forma que se puede dormir durante largas jornadas.

La inmensidad del manto amarillo destaca las pequeñas cosas, casi en el mismo momento en que aparecen.

Por eso, que apenas asomó esa figura en el horizonte, una unión óptica y de pensamientos surgió entre los dos.

Después, todo fue cuestión de tiempo. No sé por qué, se me ocurrió que podía ser una mujer. Una mujer hermosa, quizá rubia, de larga cabellera y ojos de esmeralda.

El desierto colma de fantasías la mente y se abre y corre más que nuestros pies, aunque sean los de un príncipe.

Tal vez sea una princesa queriendo escapar de sus designios para enfrentarse con el destino y acaso no “estaría escrito” que ella y yo nos enamorásemos a primera vista y este humilde príncipe del desierto acreciente su riqueza en un camello y ¿Por qué no ha de venir ella adornada con un rubí en la frente y un collar de brillantes? ¿Por qué Alá no ha de favorecer a su fiel servidor?

Después de todo fue cuestión de tiempo, media jornada y supimos que yo estaba en cuatro patas y ella en cuatro ruedas. A media tarde ya se oía el motor. Revisé la ración de agua y las galletas, puede que tuviera que compartir o era de esperar que fuera la portadora de deliciosos manjares; puede que se aproxime con un canasto lleno de dátiles y ya esté planeando una gran fiesta de bodas con muchos invitados y muchos regalos para este príncipe del desierto.

No me equivoqué, su cabellera rubia competía con el sol y la arena. Dos soles de esmeralda daban los últimos brillos al atardecer y un rubí amenazante cubría de rojo el horizonte.

Mis ojos negros se avergonzaron de pronto y cubrí la cicatriz de mi cara morena bajo el turbante.

Habíamos hecho tantos planes para nuestro encuentro que cuando nos cruzamos, sólo atinamos a levantar la mano.

Pascual Marrazzo©

miércoles, 19 de agosto de 2009

El zapato

Hola lectores
Desde un día gris, lluvioso y frío, les envío "El zapato" Un cuento donde se mide la astucia y el descuido.
Un abrazo
Pascual



EL ZAPATO


Toribio sintió el rubor provocado por la sangre, cómo se le alborotaba la piel y se le oprimía el corazón. No era fácil haber tropezado con un zapato de hombre en el dormitorio que compartía con su esposa. Estuvo a punto de gritar (¡De quién carajo es este zapato!) pero nunca lo habían vencido los impulsos del corazón. Era un hombre de letras y conocía muy bien la historia de Otelo. Decidió entonces tranquilizarse y usar la inteligencia del famoso investigador inglés, se detuvo unos instantes… para pensar. Se preguntaba si habrían escuchado su llegada, si escaparon por la ventana del jardín, dejando el zapato en el apuro. Y comprobaba al mismo tiempo que la cama estaba desarreglada y caliente. Todo indicaba que era traicionado por su mujer.

La hipótesis de Toribio era razonable, pero cómo haría para probarlo. Pensó que si él no se daba por enterado, podría descubrir al amante de su esposa y desenmascararlos. Tomó el zapato y lo observó detenidamente, luego abrió un frasco de esmalte de uñas de Susana y le hizo una pequeña marca en el taco, del lado de adentro, apenas un pequeño punto rojo. Después, dejó el zapato donde estaba y se retiró.

Durante meses observaba los zapatos de los amigos de él y de su esposa. Sabía hacerlos poner descalzos con el cuento de las alfombras. Y cuando se descuidaban el volvía para revisar los zapatos, pero en ninguno de ellos pudo encontrar aquel zapato marcado.

Toribio dudaba de su inteligencia, no estaba muy seguro de estar haciendo todo lo posible, tal vez habría otras posibilidades que el ignoraba o quizás hubiera sido mejor haber agarrado a su mujer del cogote el primer día. Se acercaba el casamiento de su hija, haría el baile de los descalzos y si no lo encontraba ahí, entonces renunciaría. No sabía todavía si hablaría con Susana y seriamente le expondría el caso, al menos para que supiera que no era un tonto.

Los días se acercaban y su mujer insistió para que comprarse un traje para vestir acorde al papá de la novia. Luego el descubrió que no tenía zapatos negros que le hagan juego y se lo comentó.

- Pero querido, si vos tenés zapatos negros y no lo usas nunca – le contestó su esposa.

- No me acuerdo de haber tenido zapatos negros – contestó sin poner demasiada seguridad.

- Lo que pasa que sos un despistado, siempre te olvidas las cosas, te acordás de lo que te conviene nada más. Total, estoy yo para estar detrás de lo que te olvidás…. – y se fue a buscar los zapatos con un rosario de reproches.

Tomó los zapatos con desconfianza y lo primero que vio fue el punto rojo en la parte interior del taco, pero dudando todavía se lo calzó… y sí, verdaderamente eran de él, ya que tenía unos pies difíciles de conformar. “Que boludo que soy” – pensó para si. Sin adivinar lo que pensaba su sana esposa: “Si él no hubiera dejado el esmalte abierto, ay de mí”

Pascual Marrazzo ©

martes, 18 de agosto de 2009

El amante

Desde un día gris, frío y con cortes de ruta, extorsión despersonalizada que involucra a los menos pensados, LOS QUE TRABAJAN - Pisotón a la patria que nadie quiere conseguir - Ausencia de pelotas para gobernar con justicia, con la justicia - Ausencia de cumplimiento de los deberes públicos - Y lo peor de todo: Hacer creer que se trata de un derecho.
Les envío "El amante" Un cuento que muestra que la edad no nos priva de la juventud del alma.También la incomprensión de los jóvenes y no tan jóvenes sobre estos temas. En la historia hay personajes famosos que han sido mandados a un auspicio por enamorarse de una mujer en su vejez.
Un abrazo
Pascual


EL AMANTE



Siento alguna curiosidad y me hago preguntas sin respuestas ¿Por qué voy detrás de ese dolor necesario? El mismo que me permite sobrevivir en este asunto del amor ¿De dónde salen las ideas y la fuerza que me abunda para transitar esta pasión y el romanticismo de tanta juventud amontonada?

Ayer, después del ardor de la fiesta, un poco antes de despedirme de ella, no pude aguantar otro espacio vacío y le robé su voz. Al principio la escondí detrás de las orejas donde luego la recogió mi alma.

Ahora, cuando quiero, escucho su canto con sabor de piel enamorada. Pero no me alcanza, no puedo dominar una lágrima terca, rabiosa y sufro una cadena de intemperies con relámpagos de amor. Prisionero tras los barrotes del pensamiento que la hacen vivir en mí, mi nieto me libera, hace que vuelva, pregunta.

-- ¿Qué te pasa abuelo, estás llorando?

-- Sí, un poco.

-- ¿Por qué abuelo?

-- Porque Caperucita se comió al lobo.

--¿Me estás jodiendo?

Entonces reímos y lo disfruto, pero sigo con mi mochila pesada de coraje sin usar, del que duele y no te da ninguna alegría.

-- ¡Dale abuelo! ¿Decíme por qué estabas llorando?

-- Porque tomé mucha agua y no quería ir a hacer pis, se me desbordó por el ojo.

-- ¡Ufa che, contáme!

-- ¿Si te lo cuento, te vas a dejar de joder?

-- Sí.

-- ¿Me lo prometés?

-- Si, pero decíme la verdad.

-- Estoy enamorado.

Entonces volvemos a reír y lo disfruto, vaya que nos reímos… Hasta que vuelve a preguntar.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 14 de agosto de 2009

El vitral

Hola lectores
Desde un día gris de invierno, de rutas cortadas,de huevos de pascuas exageradamente grandes, que aguantan este mundo mágico donde hay quienes defienden su derecho pisoteando el de los demás. Donde la legalidad se esconde en los juzgados, Donde una mujer policía, recién salida de esta academia de defensa al delincuente te desvía y cundo te quejas, te dice: "Están en todo su derecho". Me refugio lastimado por la indignación y les envío humildemente a "El vitral" Un cuento breve, fantástico,en contra de los que desprecian la cultura. Alentando a la vez a los que contribuyen con sus creaciones.
Un abrazo
Pascual


EL VITRAL

- La poesía es el filtro del alma - dijo Roberto sin detener su mirada en el vitral.


Sabía ser rotundo en sus apreciaciones, pero de ahí a lo profundo había grandes dudas.

Por ello es que volví a insistir:

- El vitral no es sólo poesía, tiene atrapada a la aurora, hay un fuego interno en él, un mensaje de las Diosas mitológicas.

Roberto me miró con una mueca obligada en su cara:

- Un vagabundo como tu, que no cumple con las mínimas reglas y ni siquiera puede extraer el olvido de su propia cabeza ociosa, quiere ahora darme una larga lección de arte.

Inmediatamente tomó una piedra y la arrojó contra el vitral. Un gran bostezo lo atacó, fue como un sortilegio, un segundo antes que lo devorara la ignorancia.

…………..

- El señor tuvo un paro cardíaco, murió – lamentó el paramédico.

- Sí, alguien rompió el vitral y él amaba el arte – mentí.

Cuando todos se fueron volví a recomenzar el armado del vitral, pero esta vez invocaría solamente a Afrodita.

Pascual Marrazzo ©

jueves, 13 de agosto de 2009

El violador

Hola lectores
Desde un día gris, frío y tranquilo. Con alerta meteorológico y temporales bastante cerca, a modo de intimidación. Les mando a "El violador" Un cuento (no tan cuento) de moda, que intenta ser didáctico y alerta en prevención de la seguridad de las personas. También denuncia la falta de seguridad que existe en esa línea férrea, estaciones mal iluminadas, etc.
Un abrazo
Pascual


EL VIOLADOR


El sol ya está enterrado en los puentes de Turdera y yo vuelvo a casa con ardor de soledad en mi aliento. Hay un hombre que no me saca la vista de encima y, para colmo, hoy recibí en mi trabajo, un mail con las indicaciones de prevención contra violadores.

Evitar el pelo largo (y yo lo tengo hasta la cintura), mirarlo a los ojos fijamente antes de que ataque (de esa manera tendrá miedo al reconocimiento y tal vez se arrepienta), lo estoy mirando, pero me parece que lo estoy entusiasmando, porque me guiñó el ojo.

No pida auxilio, no diga socorro, grite con todas sus fuerzas: fuego ¡fuego!. De esa manera la gente acudirá, de lo contrario no se meterá por miedo a tener que atestiguar, etc.

El violador ataca a las mujeres de ropas livianas y fáciles de arrancar (Y yo justo con esta blusa transparente que se me desabrocha sola). A las distraídas que hablan por celular (Ahora, que le acabo de poner un mensaje de texto a Pascual).

Atacan después de las 22,30hs. (Yo ya estoy rejugada, es casi media noche). Qué poca gente que está quedando en el tren, se bajaron casi todos en Llavallol.

No lo puedo creer ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? El tipo se vino a sentar enfrente, alargó una pierna entre las mías, es un cara rota.

Si me muevo me va a atacar, me tiene aprisionada (y si me bajo en Monte Grande, es tan oscuro, puede ser peor), mejor en El Jagüel y corro hasta el kiosco. Lo voy a seguir mirando, es importante que lo mire (Mírelo a los ojos, lo hará dudar y es posible que no la ataque).

Carajo, ya no queda nadie y el kiosco del Jagüel está cerrado, este hijo de puta me va a atacar en Ezeiza. Tengo que hacer algo, pero no me responden las piernas, las tengo agarrotadas, dormidas en el roce de su pantalón y no las puedo mover.

Tengo que gritar fuego, fuego, lo más fuerte que pueda, atraer a la gente de los otros vagones, es mi última oportunidad y me decido. Pero de mi garganta sale un fuego lastimoso, sin fuerzas y el sujeto se sorprende, sonríe y saca su encendedor.

- Señorita, si se decide a sacar el cigarrillo se lo prendo.

Me lo dijo tan cortesmente...

Pascual Marrazzo ©