lunes, 30 de noviembre de 2009

Mi novia

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "Mi novia" Un cuento que expresa la fuerza del amor y especialmente la relación que tiene con la juventud interior.

Un abrazo

Pascual


MI NOVIA



No hubo miradas fugaces, ella fue directa y encendió sus ojos para mí. Me hizo tantas preguntas juntas, que no sabía cómo contestarlas, al menos ordenadamente. Otro día me invitó a caminar por el parque: “Vamos le va hacer bien caminar un poco, yo camino todos los días, es el mejor remedio”.

Como si ese corto paseo le hubiese dado alguna autoridad, comenzó a acompañarme a la hora del almuerzo y la cena. Se sentó en mi mesa sin pedir permiso, pero con esa simpatía que la acompañaba a todos lados.

Las caminatas también se hicieron habituales y su mano enganchada en la mía cambió de un día para otro y se abrazó a mi cintura.

Recién a partir de ese día me comenzó a preocupar mi edad. ¿Cómo concebir el amor en un cuerpo gastado de ochenta y tres años?. El corazón se me aceleraba y la juventud me invadía el melón, pero la cintura me dolía cuando me levantaba y las rodillas cada vez me aguantaban menos el cuerpo, los dolores de las articulaciones no aflojaban.

Claro está, que el amor es un gigante que te anestesia los dolores y poco a poco me fue respondiendo hasta la carrocería. Fue en el banco que está al borde de la fuente, estábamos muy juntos, tomando sol y leyendo el diario del domingo anterior. Al principio me pareció que la erección sólo era un reflejo motivado por la temperatura del sol, pero luego, cuando se mantuvo, me di cuenta, de que era yo y mis ganas que habían vuelto por mí.

Creo que ella se dio cuenta, relumbraron sus ojos y me acarició, sin ningún comentario.

A partir de ese día las cosas cambiaron un poco, porque se le agregó mi entusiasmo, ahora era yo el que la buscaba para no tener que soportarla en mi cabeza. Me daba vergüenza, a mi edad, alzado como un adolescente, me sentía el centro de todas las miradas y comentarios.

Cuando a esta altura de la vida, a uno se le contagian estos enamoramientos, el tiempo corre de manera distinta, se acelera y lo que es una semana parece un mes. El romance se hacía insostenible, yo quería concretar y no sabía cómo.

Tal vez ella lo sabía mejor que yo, me adivinaba los pensamientos y se reía de mis debilidades. Comenzó a salirme la poesía por los poros y entonces ella me dijo algo difícil de digerir, especialmente para un pobre viejo como yo:

- Nos vamos a tener que casar Don francisco.

- Casar?...

- Sí, casar.

- ¿Con usted?

- Claro, ¿con quién va a ser?

Me dejó mudo y sin ideas dando vueltas, vacío y sin saber que contestar, asustado...

Y como dándolo por un hecho, me dijo que lo consultara con Ernesto que era el único nieto que ella conocía. No me gustó mucho que me crea dependiente para tomar semejante decisión, pero sabía que me aliviaría consultarlo con alguien.

Ernesto llegó la tarde del tercer día, le había pedido por teléfono que viniese a visitarme para tratar un problema:

- No sé cómo empezar Ernesto.

- Vamos Abuelo, usted sabe que yo puedo mantener un secreto.

- Es que no se trata de una confesión, hijo, se trata de mi futuro.

- ¿Qué pasa Abuelo? No me diga que se va a morir, porque se lo vengo escuchando desde que cumplió los ochenta y ya ve...

- No me quiero morir.

- Eso está mejor.

- Me quiero casar.

- ¿Qué?

- Estoy enamorado. Si estas sorprendido, te digo que somos dos.

- Sorprendido es poco Abuelo. ¿Y quién es la novia, no será una jovencita?

- Cuando le veas los ojos, te vas a dar cuenta que es mucho más joven que yo. Ahí viene, espero que te guste.

- Basta que le guste a usted Abuelo.

- Yo soy Etelvina y te conozco a través de tu Abuelo ¿Ya conversaron? – le preguntó ella.

- Sí, ya conversamos.

- ¿Y qué te parece?

- Si a mi Abuelo le parece bien, a mi también; pero ¿hace falta que se casen?

- Si querido, yo acabo de cumplir los noventa y soy bien chapada a la antigua.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 27 de noviembre de 2009

Mi barrilete

Hola lectores
Desde un día azul de primavera les envío "Mi barrilete" para todos aquellos que hayan tenido la suerte de hacer un barrilete con sus propias manos y los pocos recursos de la época. Caña, harina y agua (para el engrudo)papel de molde, cuchillo o cortaplumas, ropa vieja para hacer las tiras de la cola e hilo. Una ver terminado se lo roceaba con agua para que quedase bien tirante el papel.Saliendo de la melancolía, también hay una metáfora paralela para volver a volar. Si ahondamos más tenemos que tener en cuenta el significado del día en que el barrilete no se cayo y siguió volando a pesar de haber cortado el hilo. (En definitiva, si quieren pueden pensar y sino dejenló ahí, que también está bien. Pero si alguien quiere hacer un comentario será para mi un gran placer).
Un abrazo
Pascual



MI BARRILETE


“Tirá todos los barriletes rotos… compartí el mío y lo haremos volar juntos” – me dijo ella.

Me gustó eso de los barriletes y recordé uno de cuatro cañas, ocho caras bien acordonadas, con un poco de comba, pero sin que se pareciera a un paraguas.

La bombita me había salido voladora y la remonté como una docena de veces. Hasta que un día de mucho viento le di todo el carretel y el hilo se me cortó.

Siempre se veían caer barriletes, era un riesgo común. Caían en forma de tirabuzón. Pero mi bombita no cayó, siguió volando y se quedó arriba hasta que se hizo de noche y no la pude ver más.

Al otro día ella estaba ahí, se veía muy chiquita, pero permanecía como un escudo triunfante. Mis amigos se sorprendieron tanto como yo. Tuvimos que caminar como diez cuadras hasta descubrir el hilo enganchado en las ramas de un eucalipto, los chicos me ayudaron a trepar y desde allá arriba lo fui recogiendo.

El festejo fue general, todos estaban orgullosos de la bombita, era de un solo color, hecha con papel de molde de los que usaba mi Tía para hacer los vestidos. Le escribimos nuestros nombres y para alegrarla un poco lo hicimos con lápices de colores. La colgué en la pared de mi pieza, al lado del Cristo y nunca más la volví a tocar.

Tal vez, haya llegado el momento de volverla a remontar, sin importar cuanto hilo ha de quedar.

Pascual Marrazzo ©

jueves, 26 de noviembre de 2009

Martínez, el de la hoz

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "Martínez, el de la hoz", Lamentablemente, en este cuento no hay creación literaria, es copia fiel de un temporal que se llevó una época gloriosa de este valle, unas cuantas vidas y sacó del ruedo a numerosos y respetables empresarios. En esos tiempos no había cortes de ruta, había cortes de ilusiones y esperanzas. A veces, como ahora, me duele invocar la memoria.
Un abrazo
pascual



MARTINEZ, EL DE LA HOZ



Había una vez, un ministro de economía llamado Martínez, el de la hoz. Contrariamente a lo que se podría pensar, este verdugo, en vez de llevarse el espíritu de la gente, se llevaba el alma de las empresas.

Aquí en el valle entró como una epidemia, a muchas se las llevó rápidamente, a otras las dejó en cama sufriendo una larga agonía de la que no pudieron salir.

Las armas de este cajetilla del demonio no eran de la edad media, al contrario muy modernas y efectivas. Las que más estragos hicieron fueron la famosa tablita y la 1050.

Por aquellos tiempos MOVIMAN ya era una empresa progresista donde trabajaban catorce personas, pero estaba atada a la economía de la producción y tenía la soga al cuello como todas. En este estado presenció como Martínez, el de la hoz se llevaba a sus clientes y de vez en cuando, algún competidor.

El personal de MOVIMAN que en aquel entonces se traía de otras provincias como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, etc., dándose cuenta de la crisis ( en defensa de nuestro modo de vida ) prefirió volverse a su terruño. Recuerdo un tornero apodado “El Porteño” que dijo: Si la tengo que pasar jodido mejor me vuelvo a vivir con mi suegra, así por lo menos mi mujer no llora.

El cordobés también se rajó, de noche y con el rabo entre las piernas porque había entrado recomendado.

El vasco Malabiabarrena que oficiaba de contador y jefe de personal, viendo que no se iba a poder pagar el sueldo también emigró. Vendió la casa de Neuquén y se fue a Avellaneda para estar cerca de los suegros. Las mujeres aprovechan estas crisis para poder volver con sus mamás.

Lo cierto es que llegó un momento en que solo quedaron dos empleados y sobraban.

El taller perdió los sonidos y se convirtió en un depósito de dinosaurios de hierro, enmudecidos por la falta de trabajo.

Pascual Marrazzo ( el dueño ) que en aquellos tiempos todavía era Pascual, sin el Don se encontró de frente con el desmoronamiento de sus sueños. Pero, como dice el refrán “ No hay mal , que por bien no venga”. Estando entre el silencio que le mordía las orejas creyó sentir la música del taller, los gritos de los muchachos, el arranque de los tornos, y el empecinamiento de la limadora y los serruchos mecánicos. Fue ahí que se dio cuenta que no estaba bien y que tenía que canalizar sus fuerzas en otras acciones.

Una de ellas, muy importante fue la de hacerse amigo de sus hijos, Omar y Patricia, para ello empezó a escribir un libro, “Palabras para mis hijos”.

El emprendimiento tuvo éxito y se aplicó un poco más a las letras, especialmente a aprender a escribir con profesionalidad y a empujar la literatura como un soldado más de la cultura.

El tiempo pasó y Martínez, el de la hoz fue derrotado por la democracia.

MOVIMAN se recuperó de terapia intensiva, creció y se convirtió en una empresa exitosa, gracias a Eva, Patricia y Omar. Pascual escribió dos libros más y sigue escribiendo. A veces a pedido.. Historias como esta.

Pascual Marrazzo ©

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mafalda

Hola lectores
Desde un día gris y pesado de primavera, les envío "Mafalda" Un cuento escrito en tiempos de crisis. La primera crisis de Criminología que tuvo Cipolletti y lo que ocurría con los procedimientos de la policía y de la justicia.
Un abrazo
Pascual



MAFALDA



Mafalda se había subido al escritorio; en su mano derecha levantada, tenía una lamparita quemada y en la izquierda, a la altura de la cintura, un libro. Una de sus piernas ligeramente adelantada y flexionada, le paraba la cola dándole una figura cómica. Su pelo lacio le tapaba los ojos y de su blusa abierta asomaba un pimpollo rosado.

Hacía unos minutos que había entrado en la oficina y la observaba en silencio, el silencio de los enamorados.

Así se fueron agregando otros compañeros, hasta que alguien rompió nuestras imaginaciones.

- ¿Qué carajo estás haciendo Mafalda?

Ella siguió inmóvil, pero a su vez susurró:

- Soy la estatua de la libertad.

Si bien todos lo tomaron a risa yo presentía algo más. Tal vez mi conocimiento de su sensibilidad, ese interés que me agolpaba la sangre y esa mirada que siempre terminaba embobándome para que todos se rieran.

- ¡Dale Mafalda, dejáte de joder y bajáte que estás en mi escritorio!

- Dijo Esteban -

Entonces Mafalda dio el primer grito que inundó los silencios de las otras oficinas.

- ¡Soy la estatua de la libertad, soy la estatua de la libertad!

- Repetía con desesperación –

Era tan contundente que no nos atrevíamos a tocarla y al fin, llamado por vaya a saber quién, apareció el sicólogo del juzgado.

- ¿Qué le pasa señorita Mafalda?

- ¡Soy la estatua de la libertad!

- Si, por supuesto, ya lo sabemos señorita Mafalda.

- Usted no sabe nada, nada..

- Está bien, yo no sé nada, cuente, cuénteme usted..

- ¡La justicia se ha quedado sin luz!.. Se ha quedado sin luz..

- Bueno, eso suele ocurrir algunas veces, pero no hay que tomar las cosas a la tremenda. Que se queme una lamparita es solo un accidente .. Le queda el libro de la sabiduría.

- ¿El libro de la sabiduría? Este es el libro de los “Cuentos del Tío” ¡Es bosta!.. ¡Bostaaaa…!

- Esta bien Mafaldita, cambiemos la lamparita, el libro y listo.

- ¡Soy la estatua de la libertad! Y no me llame Mafaldita ¡No me falte el respeto! …¡No se lo falte a todos!..

- Lo hago cariñosamente.

- ¡Peor!.. No me gusta como lo escupe su boca.

- Bueno señorita Mafalda no lo tome a mal ¿Somos amigos no es cierto?

- Usted no es mi amigo ¡Es un empleado corrupto y miserable!..

- Mafalda, tengo que poner orden y no me estás ayudando para nada.

- ¡Orden!.. ¿Qué palabrita densa no? ¡Está en todos los ámbitos, en todos los rincones! Afuera, adentro de nuestros cuerpos ¡Orden! ¡Orden de ordenar hasta las emociones, las señales sin sorpresas!..

Si hasta el desorden produce una fuerza ordenada como el granizo que ordenadamente deshoja las plantas, como la lluvia que ordenadamente se acumula en las nubes, para caer ordenadamente dejando la ordenada humedad de los ordenados hongos que se nos meten hasta en el ¡Culo….!

¡Quiero orden sí! Orden de empujar la sangre, por aquí, por allá, ¡Orden de vida! Un orden que sea el anticuerpo de la muerte.

- Muy bien, vamos a poner orden de vida y luz, mucha luz ¿Qué te parece?

- ¡Luz! Si, mucha luz. Como un obsequio de la vida que se quiera distender, que se quiera liberar en el día para decirle ¡..basta! a la noche ¡Basta a la oscuridad…! Que se les prenda la lamparita a los ignorantes a la hora de votar.

- Bueno Mafalda, ya tenés la luz y el orden de la vida, bajáte, por favor.

- ¡Bajar! Falta el libro y tres luces más ¡Aquí! Han asesinado a tres niñas. Les quitaron la luz, los sueños, los hijos y los hijos de los hijos que les faltó tener..

¡Hijos de puta…..! ¡Hijos de puta….!

El recinto se había llenado de boinas negras esperando la orden de asalto (Solamente faltaba que se pintaran las caras).

Mafalda, los intuyó..

- ¡No me toquen……! ¡No me toquen….! ¡Asesinos de mujeres indefensas….! ¡Déjenme…!

Después, más apaciguada, siguió:

- Este es libro de la llamada anónima… Si no te dan pelota ni personalmente ¿A quién se le ocurrió lo de la llamada anónima? ¡Sociedad anónima, querrán decir…!

Intervino nuevamente el sicólogo.

- Mafalda, dame ese libro, que es privativo del juez.

- ¿Privativo del juez…? ¡Privativo las pelotas! Aquí no hay nada privativo ¡Aquí hay tres chicas violadas y muertas! Y los uniformes están cubiertos de mierda y los cadáveres encubiertos de uniformes.

No llores….por nosotros…Cipolletti….levántate… no llores… no llores… no llores por nosotros Cipolletti….

- Pero Mafalda, estas desgracias pasan en todo el país, nosotros no podemos arreglarlas.

- ¿Qué no podemos?.. ¿Qué no podemos? ¡Pelearemos! ¡Marcharemos! Domingo a domingo! Seguiremos marchando hasta que la sombra de nuestros zapatos enluten las calles y las veredas. Hasta que las paredes señalen con su lenguaje el camino inequívoco de la lucha. ¡Lucharemos! Sin pensar en el fin de la batalla, porque mientras estemos luchando, no estaremos vencidos.

- ¡Llevémosla!… Está loca como una cabra..

Los Boinas se arremolinaron alrededor de Mafalda y la sacaron en vilo por el pasillo.

Al otro día, la fui a ver al Sanatorio. Por suerte no había celdas y el juez tuvo consideración (No había un lugar decente en ningún lado).

Presenté el permiso y el guardia me dejó pasar, levanté la persiana y la penumbra se escapó para que la pudiera contemplar con mi corazón acelerado de amor oculto:

Estaba arrodillada, ahuecando la almohada con su cabeza en clara posición fetal. La bombacha arrollada en sus piernas mostraba su trasero desnudo.

Me miraba de soslayo y yo me sentía irrespetuoso y sin palabras, mi amor hubiera querido ser un poncho de ternura…

Entonces ella se tapó los ojos y su risa se hizo metálica seguida por un grito ahogado, casi en el susurro..:

-- Soy…. La estatua.. de … la… justicia….

Pascual Marrazzo ©

martes, 24 de noviembre de 2009

Descubrimiento

Hola lectores
Desde un día lluvioso de Primavera, les envío "Descubrimiento" Un raye (microficción) de la mente enamorada que busca retratar el momento de llegar a la cima.
Un abrazo
Pascual



DESCUBRIMIENTO



Para descubrir a esta mujer no me hizo falta desvestirla de ropas, más bien de sus disfraces. Primero le ayudé a encontrar su verdadero vestido, el que le va mejor. Después, la alenté a que se pruebe uno y otro, porque eso es parte del sabor y de poder disfrutar del teatro de la vida.

Cuando ella se convenció de quién era, le enseñé a volar. No hay nada más hermoso que ver batir las alas de un cuerpo femenino, se endiosa en el universo del amor y sus ojos se iluminan de estrellas. Es el momento en que su rostro se embellece y no hay artista que pueda pintar su maravillosa expresión.

Este milagro siempre me ocurre cuando tengo las manos llenas de caricias para su piel y me pesan. Los labios hinchados, cargados de besos para su geografía y la voz pulida en susurros para hablarle al oído. Es en ese instante donde encuentro el beso especial para iniciar el despegue, un solo beso, el que me une a ella para siempre y nos cobija en una nube.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 20 de noviembre de 2009

Los papás son hijos

Hola lectores
Desde un día gris de primavera, les envío "Los papás son hijos" Una reflexión que nos invita a pensar y asegurar el rol de cada uno en la vida. Aunque ese rol, duela.
Un abrazo
Pascual



Los papás, son hijos.

Los abuelos son papás.



Me pesan las caricias que no te pude dar, por pretender ser un buen padre. Comprendo a tu abuelo, cuando te deja que le saques los anteojos con las manos sucias de caramelo. Pero yo soy tu papá por primera vez, por única vez. Como él lo fue de mí.

Pascual Marrazzo ©

jueves, 19 de noviembre de 2009

Los cumpleaños

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "los cumpleaños" Pasajes de diez en diez de la madurez de los pensamientos década a década. Reflexión que estoy seguro a algunos los hará pensar.

Un abrazo

pascual



LOS CUMPLEAÑOS


Cuando cumplí los quince años no veía la hora de cumplir los dieciocho, para poder entrar al cine a ver las películas prohibidas.

Cuando cumplí los dieciocho, me comencé a afeitar todos los días para que me creciera la barba y apuntaba a las minas de treinta que no me daban pelota.

De cuando cumplí los veinte años no me acuerdo de nada.

Cuando cumplí los treinta estaba solo, tuve una crisis de desatinos y escándalos. Por suerte duró un solo día y al otro comprendí que la felicidad no es como el calor, donde sólo hace falta prender el fuego. La felicidad es un clima que se soporta, se llora y se ríe de a dos.

Cuando cumplí los cuarenta, tuve otra crisis, la de la vitalidad: entré como un pendejo, flaco y sin fumar. Todavía no sabía que la juventud es lo único que no envejece.

Cuando cumplí los cincuenta, tuve la crisis de la sabiduría y no hubiera cambiado esa edad por ninguna otra, ni un solo paso atrás.

Cuando cumplí los sesenta tuve la crisis de la seguridad, la que te enseña a no cambiar experiencia por juventud. Es la edad en que descubrimos lo tonto que hemos sido y nadie quiere volver atrás. Al menos, nadie que sepa vivir la vida que se le ofrece diariamente.

Ahora a la espera de otra década, en el inmenso panorama donde uno es el centro de lo que supo construir, intuyo que cuantos más años cumplimos, más grande será la comarca de la felicidad. Crecer es vivir para afrontar la inmortalidad del espíritu.

A esta altura, dudo de las ventajas de la eternidad material, se hace notar el peso de las primeras pérdidas. Comienzo a temerlas, a que se repitan, mi corazón es mucho más sensible.

Bueno, si llego a la otra década lo completo. Un fuerte abrazo.

Pascual Marrazzo ©

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Los celos

Hola lectores
Desde un día gris de primavera, les envío "Los celos" un diálogo entre un perro y un muchacho, en el momento que pasa Susana con Jazmín. Una alegría pasajera de la imaginación.
Un abrazo
Pascual



LOS CELOS


- No te hagas el zorro – le dijo Julián a su perro – cualquiera tiene el instinto atrevido y rápido como una liebre – agregó.

El perro le posó los ojos de la incredulidad.

- Dios le regaló la calle al hombre para que crezca y deje de ser soltero.

El boby volvió a mirarlo y lamentó no saber hablar. Pero pensó: “Este no ha crecido porque sigue soltero”

Su patrón, como si lo hubiese escuchado, le interrumpió:

- Soy soltero y zorro viejo, pero vos te querés hacer el zorro y te falta facha. No te ayuda la cola enrulada y el tener la trompa mocha como colectivo de larga distancia.

El boby pegó un bostezo y estiró la lengua todo lo que pudo junto con sus patas. Apoyo el hocico entre las manos y el suelo.

Dejó pasar a jazmín y a Susana, sin un ladrido y se preguntó:

¿Estará celoso el boludo este?

- Julián se dejo llevar los ojos por Susana, pero no dijo nada, sólo pensó:

A ver si el Boby se pone celoso.

Pascual Marrazzo ©

lunes, 16 de noviembre de 2009

Las veredas

Hola lectores
Desde un día gris de primavera, les envío "Las veredas" Un cuento relacionado con un tiempo, que gracias a Dios creo que está superado.
Un abrazo
Pascual



LAS VEREDAS


Las veredas de Río son negras y blancas. Según me contaron simbolizan la mezcla de las razas. Según lo que vi, las veredas de los negros son los senderos de las favelas que pueblan los cerros y la vereda de los blancos son las pobladas de vidrieras y jardines.

A veces, algún negro aprovecha la vereda del blanco y esta se le inclina hacia la calle sedienta de almas errantes. Por las noches, otros ocupan los laberintos interiores de las galerías comerciales ( rincones - refugios ) y ese largo sendero hacia la muerte. De vez en cuando viene una brigada y los mata para limpiar la ciudad.

Las veredas de Río son negras y blancas, apuntan un camino que da vuelta en cada esquina. Según lo intuyo me parecen el cerrojo de nuestros propios pasos, nos hace girar en redondo, alcanzando nuestros talones.

Año 1987

Pascual Marrazzo ©

viernes, 13 de noviembre de 2009

Las marchas

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "Las marchas" Un cuento verdad, donde no existe la creatividad, sino la memoria de caminar y caminar, con calor, con lluvia, con viento o con frío. Recuerdo los veranos donde era una tentación irse al lago Pellegrini o estar en él y volver temprano para asistir a la marcha. Las verdades se pegan a la piel y quedan guardadas en nuestra conciencia. Entonces llega esta fecha que se repite y se repite y muestra la herida año tras año. Esperando algo imposible, que alguien diga que tuvo una culpa, aunque sea infima... Con el respeto que merecen estos recuerdos.

Un abrazo

Pascual



LAS MARCHAS



Desde la loma más alta, justo a la sombra de la Cruz Del Redentor, se podía observar la marcha en su totalidad.

Abandonado en una hondonada escarmentada por la neblina, el pueblo parecía desierto.

Más allá, en una lomita más baja, un racimo de cruces le daba un toque de perversión a la presencia de los muertos.

La historia nadie la conoce a la perfección, pero de tantas explicaciones y chimentos uno saca las conclusiones. Que al final de cuentas son un cuento más.

Dicen que era un pueblo de marchas domingueras. Un pueblo de esos que claman justicia. En definitiva, un lugar donde la corrupción se tapa con sangre.

Cuentan que siguieron tantas muertes, como velorios, misas y caravanas al cementerio. Tantas lágrimas de todos, que nadie sabía siquiera ¿por qué se moría? o ¿por qué se luchaba?

Fue tanta la deformación de las ideas inculcadas, que la gente desorientada extravió la memoria, entre todas las memorias.

Sin embargo la intuición del deber quedó intacta y domingo a domingo siguieron las marchas. Una por el recupero, otra por las tres, otra por las otras tres, otra por ella, otra por la otra y algún otro y otra y otro.

El forcejeo duró tanto, que a punto de sucumbir. Un puñado de políticos llaman a la resignación aplaudidos por los traficantes y el triunfo de sus delitos.

Pero ahora hay otra marcha latente, más silenciosa, más unida que nunca, más fuerte porque no depende de las piernas. Es de conciencias individuales que se suman y se potencian como un cartucho de dinamita.

Pascual Marrazzo ©

jueves, 12 de noviembre de 2009

Las tres niñas

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "Las tres niñas" Un cuento basado en la primera gran desgracia ocurrida en la Ciudad de Cipolletti. Uno de estos días fue o está por cumplirse otro aniversario de la muerte de las chicas y la herida no se puede cerrar. Lo triste es que después hubo más asesinatos y más y más... Un respetuoso recuerdo.

Pascual



LAS TRES NIÑAS



Yo no sé, si lo recuerdan, pero hace algún tiempo se vendía una leche con el nombre de “Las tres niñas”. Fue la primera que se envasó en un tetraedro de cartón. La recomendaban los médicos de niños de la década del 60 y por consiguiente, con ella crecieron muchos de nuestros hijos.

Las tres niñas jugaban etiquetadas a las cuatro caras de la ingeniosa caja, inspirando salud y alegría.

En el marco de estos recuerdos está la ciudad de Cipolletti, aquella en la que uno dejaba la puerta del auto abierta y hasta la de la casa se olvidaba uno de cerrar con llave.

Hoy los envases han cambiado y las tres niñas felices se desdibujaron en el tiempo para reaparecer pegadas en las vidrieras y las paredes, pidiendo JUSTICIA. Asesinadas por la decadencia humana que nos jaquea en cada uno de nuestros cuadros, con el caballo del vigilante, el alfil del político o la torre del juez.

Mientras tanto la Reina se desentiende y le hace el amor al pesado Rey.

Pascual Marrazzo ©

lunes, 9 de noviembre de 2009

La valentía del Goyo

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "La valentía del Goyo" un cuentito gracioso que demuestra por donde puede aparecer la valentía y por supuesto también pone de relieve el julepe.

Un abrazo

Pascual




LA VALENTIA DEL GOYO




--¡Vamos Goyo, no te achiqués! Que la valentía es la doma del miedo, todos tenemos miedo alguna vez.

Así me alentaba el Jacinto, con suficiencia vio. Pero yo tenía clavado el cuchillo el´miedo en el estómago y los pies estaqueados, di´ande iba a sacar juerzas pa´domar el temor si este no me arisqueaba entre las piernas, eran ellas las que se me querían dir.

Yo veía que el Jacinto iba corriendo las alpargatas de costelete, decía que había que separarle los ojos a la cascabel, que por eso se iba abriendo. Pero que mierda, la víbora me miraba a mí nomás.

Mi amigo vio que yo temblaba tanto, que siguro pensó que me iba a salir de la prudencia y ahí nomás me tiró las palabras mágicas vea:

--¡Mirá, mirá que miedo que nos tiene! - y aprovechó pa´salirse un metro más pa´juera.

--¡Te tiene miedo! - me gritó.

Usted no lo va a creer che, pero en ese mesmo momento se me jué el tembleque.

--¡Agacháte Goyo, que te pueda mirar a los´ojo – consejó el Jacinto.

Y me vino el valor nomás, todo e´golpe che, le juro que la miré fiero. Todo ocurrió en un segundo, mientras que el Jacinto iba pegando brincos como a cincuenta metros.

Claro que dispués de la corrida, ya más calmáo, se me abrazaba lloriqueando.

--¡Cha que sos valiente Goyito! – y me miraba asombráo la cuenca vacía del ojo.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 6 de noviembre de 2009

La visita adecuada

Hola lectores
Desde un día fresco y azul de primavera, les envío "La visita adecuada" Una pagina alegre de la vida en el campo, donde las visitas son acontecimientos importantes.

Un abrazo

Pascual



LA VISITA ADECUADA



Doña Clotilde campeaba con su mirada la huella que desembocaba en la tranquera de la Estancia Santa Isabel. Tenía una carta que prevenía la visita de un nuevo huésped y los preparativos habían alborozado a las mozas. Dos hermosas muchachas en busca de la oportunidad de noviar que se daba de tanto en tanto. Si hasta le habían sacado algunos dineros y camisas para emperifollar.

El parloteo de las hijas se le había puesto insoportable y la Clotilde no las podía retar, porque en su interior reventaba la memoria, trayéndole el gozo de los hombres. Hacía mucho que había enviudado, tantos años como kilos engordados, pero tenía la juventud del sexo intacta y estas calentonas con tantas diligencias se lo consiguieron despertar.

La Dominga fue la primera que vio empolvar el camino y le pegó el grito a la Elba para salir al patio.

- Viene a caballo, tiene que ser un Caballero joven - dijo una.

- Vuelvan adentro, no sean ansiosas - aconsejó la Clotilde.

Ya en la tranquera se notaba que era un charre, armado con toldo de lona.

- No es nada especial - dijo la Elba viendo que se trataba de un hombre encanecido.

- De gallardo no tiene nada - agregó la Dominga.

El hombre mostró su estampa desde el pescante y fue bajando con movimientos lentos, envolvió el palenque con las riendas y se acarició la barba.

La Clotilde se apretó la cincha debajo del delantal y salió, como bailoteando con la suerte.

Pascual Marrazzo ©