lunes, 29 de noviembre de 2010

El último colectivo

Hola lectores

Desde un lunes azul de verano, les envío "El último colectivo" Un raye que mide a los indecisos, a los que pierden las oportunidades que nos da esta hermosa vida.

Un abrazo

Pascual


EL ULTIMO COLECTIVO



No soporto ver pasar la vida, cuando arrastro una bolsa cargada de ganas. Verla correr como un colectivo que te invita a subir, una oportunidad que viene y se va. Sé correr tras él, transpirar, gritar, pedir ayuda, con tal de no perderlo.

Subir significa: vivir, arriesgar. Usar todos los sentidos, disfrutar los buenos y soportar los malos. Alguien te puede apretar, manosear, robar. Pero también te pueden ayudar, sonreír, enamorar.

Hay quienes se quedan en la parada eternamente, esperando el otro, el que vendrá después y nunca se deciden a disfrutar de un viajecito. Una y otras razones los detienen: o que va muy lleno, o que está medio destartalado, o que tiene el número trece en el guardabarros.

Lo cierto es que dejan que pase y pase, hasta que ya no pueden más sostenerse en la parada y ven cómo se aleja, el último colectivo.

Pascual Marrazzo ©

domingo, 28 de noviembre de 2010

El tarta

Hola lectores

Desde este domingo caliente de verano, les envío “El tarta” Un raye que imagina las dificultades para hablar que se suman al estar enamorado.

Hoy Un grupo del Centro de Escritores de Cipolletti, estuvimos haciendo un programa de radio de los años cincuenta en la FM106.9 Los Canales de la Ciudad de Plottier. Cuando terminó el programa hubo varios llamados y visitas a la Radio. Me di cuenta que nos metimos con nuestras palabras dentro de muchos hogares. Agradezco infinitamente a los radioescuchas y al director de la radio que nos invitó.

Un abrazo

Pascual


EL TARTA


Sólo pensaba en el silencio del crepúsculo y esa cadena inútil de recuerdos enlazados sin interrupciones. Escuchaba mis pensamientos, verdades de eslabones propios como si fuesen la música eternizada del tiempo. Podía contemplar los acordes, destrabar las palabras e hilarlas como cuando era niño.

Verdaderamente, la amaba.

Convencido al fin, de que no tenía tartamudo el corazón, me presenté a ella como un estúpido enamorado y no pude explicarlo con palabras.

Pascual Marrazzo ©


Pascual Marrazzo ©

viernes, 26 de noviembre de 2010

El sombrero loco

Hola lectores

Desde un día azul de verano, les envío "El sombrero loco" Un breve raye de una y otra manera (y todas serán válidas).

Un abrazo

Pascual


EL SOMBRERO LOCO


El hombre puso el sombrero del revés y recibió las lágrimas. Eran de color púrpura ardiente, entregadas por un corazón de virgen, que había dado su vida por el hambre desierto de un niño descalzo.

Cuando lo recompuso, de él cayeron las monedas…

Pascual Marrazzo ©

jueves, 25 de noviembre de 2010

El secreto de la leña y el leño

Hola lectores

Desde un día azul de verano, les envío "El secreto de la leña y el leño" Un raye con gusto a ensayo.

Un abrazo

Pascual


EL SECRETO DE LA LEÑA Y EL LEÑO


“El deseo es la meta y la voluntad es el camino. El primero no se aprende, es como el amor, nace sin que te lo hayan enseñado. Pero la voluntad es un camino lleno de espinas donde vamos tomando experiencia y aprendemos. Si esta senda contiene entusiasmo las posibilidades de llegar son mayores, pero también los golpes a sufrir más fuertes. Si le agregamos la pasión, está casi asegurada la meta… o el abismo.”

Lo había acabado de leer en un cuento de Pascual y como consejo no me servía de mucho. Tampoco entendía demasiado lo del abismo y esa forma de decirlo con sabiduría, como si se tratase de un ensayo literario.

A mí el amor me estaba doliendo; era como un riesgo que me hacía bailar en puntas de pie, el vértigo de alcanzar una estrella y la vida plena.

Me apenaba hablar del amor que viene y se va, amaina o tal vez perdure para toda la vida.

Todo sería en función a cómo se trate. En principio es como si dos leños se entrelazasen y se encendiesen: a partir de ahí, puede ocurrir que un balde de agua los apague, algo externo que interviene y produce este desenlace. Pero cuando el fuego amaina lo hace porque cada leño consume sus fuerzas hasta que se apaga: El que perdura, el que va más allá es el que tiene el arte de renovarse. Siempre está tras un combustible nuevo. Se encuentra con la risa y anuda su sombra en el farol de la esquina. Susurra canciones en los oídos, porque el susurro es una caricia escondida. Enciende las estrellas con los ojos y sus manos se convierten en mimosas plumas. Inquieta el crepúsculo con los colores de la pasión. Retoza en la armonía de un jardín flagelado de promesas. Es como un tren que taconea en cada unión de vías y no le da tregua a la modorra. Un viaje con ventanas a la vida que no retrocede, donde una manta de viaje sólo cubre los pecados del deseo.

Es casi incomprensible comprobar cómo éstos no revientan en brasas, cómo huyen de las cenizas. Es la diferencia entre acompañar los cuerpos con los sentimientos o dejarlos solos con sus ganas. El fuego que detiene el devenir del tiempo, el misterio que cobija la timidez del amante, el desenfreno de las miradas que se sostienen y abrevan su sed. Se trata del vendaval que corre por las venas, la lluvia de nostalgias que alivian el calor. La trama de un otoño que se niega y lucha contra la prepotencia que desviste y araña como un despiadado violador.

El secreto no está en la cantidad de mantas que pongamos para hacerle frente a la envidia del próximo invierno. Está en que ella, sea tejida por los dos.

Pascual Marrazzo ©