domingo, 27 de noviembre de 2011

El obispo

Hola lectores

Desde esta noche calurosa y cenicienta de primavera, les envío “El Obispo” Un cuento breve para analizar.

Un abrazo

Pascual



EL OBISPO


Había una vez un Obispo en muy mal estado de salud, sufriendo los últimos días, tal vez horas, de su vida. Rodeado de curas y otras autoridades de su Iglesia, se quejaba de no haber podido hacer todo lo que le hubiera gustado en esta vida. ---“Pídenos un último deseo y trataremos de complacerte” – dijo uno de los acompañantes. ---“Es que no me atrevo, tal vez Dios no quiera que se cumpla” – contestó el Obispo. “Le preguntaremos y oraremos para que se le cumpla señor Obispo. Dinos cuál es tu deseo – dijo uno de los más jóvenes. – “Quisiera disfrutar una mujer” – dijo el Obispo. Después de un silencio sorpresivo, algunas caras se iluminaron de travesura y cruzaron sus miradas para reunirse fuera del recinto. Los acompañantes del Obispo deliberaron y volvieron a entrar, encomendándole la palabra al más viejo, que dijo así: -- “Dios te ha elegido para que cumplas tu deseo, por todas las abstenciones que has tenido que soportar en tu valiosa vida al servicio divino”.

Fue así que uno de los más avispados de estos religiosos fue en busca de una meretriz, famosa por sus buenos servicios y la convenció para que pasase la noche con el Obispo. Fue una noche interminable para la curiosidad de la cofradía y para el sucesor del Obispo, pero como todas las cosas terrenales, concluyó. Todos querían saber cómo le había ido al excelentísimo y esta vez el más joven tuvo la palabra o se la tomó para preguntar: -- ¿Ha podido Su eminencia cumplir el último deseo? -- “Por supuesto hijo” – contestó el Obispo. Y el joven sin poderse contener, llevando su curiosidad mucho más allá, volvió a preguntar: -- “¿Se ha complacido?” El obispo se tomó su tiempo y los religiosos presentes estaban al borde del éxtasis que da la espera de una noticia inesperada. El Obispo, viendo el gran interés que había provocado la pregunta, habló y dijo así:--“La verdad hijos míos, es que me voy de este mundo con una gran decepción, nunca me hubiese imaginado que eran igual a las monjas”.

Pascual Marrazzo ©



jueves, 24 de noviembre de 2011

El vestido

Me encontraba en mi triste parador a la vera del Paseo de Parrote, camino al castillo de San Antón, cuando observo a un hombre que, con mucho esfuerzo, cargaba una bolsa. La textura de este pesado bulto, llamaba la atención por su fineza aterciopelada y roja como un tulipán holandés. Cada tanto la bajaba de su hombro dolorido y tomaba un pequeño descanso. Olía a transpiración sin mugre y bebía de una cantimplora un líquido que podría ser agrio, ya que le hacía arrugar la cara rústica y barbada.

Unas nubes negras y cargadas de bronca lo amenazaron con el vozarrón del trueno y tuvo que guarecerse en mi cobertizo. La lluvia no se hizo esperar y noté como resguardaba la llamativa carga. -- ¿Qué lleva ahí? – le pregunté. -- “Es el vestido de la Virgen Morena” -- me contestó.

La lluvia le dio paso al cielo azul hasta tropezar con el horizonte verde y el sol se escurrió dejando caprichosos bastones dorados. Cuando el hombre casi agotado cargó nuevamente el saco, dio unos pasos y cayó muerto de tal manera que, con su propio cuerpo amortiguó la caída del pesado vestido. Sin ningún transeúnte a la vista y aguijoneado por la curiosidad, desanudé los cordones de la bolsa: eran cientos de piedras irregulares de mármol achocolatado. Mayor fue mi sorpresa ¿Por qué habría de mentirme?

Casi llegando la noche se habían reunido media docena de hombres y dos mujeres. Ninguno de ellos lo conocía y para nada queríamos enterrarlo sin saber qué clase de cristiano era. Por suerte, a la media noche un arriero alumbrándolo con un farol lo reconoció. – “Es Manuel, el escultor, el que acaba de desnudar a la Virgen, aquí, cerca de la Coruña.

Pascual Marrazzo ©

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Estaba en la cola de los pasaportes

Hola lectores

Desde un día gris y pesado del último mes de primavera, les envío "Estaba en la cola de los pasaportes" Un cuento para ejercer la memoria, sin esforzar demasiado (ocho añitos nada más)
Un abrazo
Pascual


ESTABA EN LA COLA DE LOS PASAPORTES


Estaba en la cola de los pasaportes. Había programado un viaje a España, para volver a ver aquella aldea donde nací y dejar una flor en la tumba de mi madre.

Detrás de mí, había un joven que no dejaba de rezongar, por la espera, por la desorganización, por la burocracia, por la incompetencia y otra lluvia de pesares. Por supuesto que se había puesto más que molesto y yo no hubiera reaccionado por ello si no lo hubiese escuchado decir Argentina de mierda.

Le reproche con la mirada y entonces me respondió con palabras.

- Y qué quiere, me voy porque no hay trabajo, no hay oportunidades. Soy recién recibido y no tengo como ejercer mi profesión..

Se quedo como esperando una respuesta y no me hice esperar.

- Mira muchacho, ante todo te diré que si hay una universidad que te dio un título, también hay quien te lo pagó y eso pesa en las espaldas de muchos argentinos que hoy la están pasando muy mal.

- Si señor, pero yo aquí no tengo oportunidad para vivir, no tengo trabajo.

- Y quién te ha puesto en la cabeza que la vida se hizo para trabajar.¿No será que te estas equivocando con eso de hacer plata? Ojo que la felicidad esta reñida con esas cosas. El horizonte de las personas está en las propias narices, ahí de cerca nomás, no necesita ningún pasaporte. En el único lugar que es tolerable ser extranjero es en la Argentina. En cualquier otro país se lo van hacer notar. No tenga ninguna duda, se lo digo yo que soy español y estoy aquí porque de allá me corrió el hambre.

- Pero ahora están mejores que nunca y hay trabajo y hay consumo.

- Y dale con el trabajo.. Sabes tu lo que es el gustoso

- No, no se.

- Bueno mira, es un hueso que allá en España se pasaba de vecino en vecino para darle gusto a la sopa.

- Eso era antes.

- Si muchacho era antes, pero ten por seguro que aquí nunca paso y no creo que nos pase por más mal que estemos.

Al fin me atendieron y la empleada un poco bocona me dijo en voz alta

- Usted es español, no necesita sacar pasaporte para ir a su país.

- Perdone señorita, pero es que me siento tan argentino, sabe.

Cuando me di vuelta para retirarme el muchacho había desaparecido.

Pascual Marrazzo ©

viernes, 11 de noviembre de 2011

La ventana

Hola lectores

Desde un día azul de primavera cenicienta, les envío "La ventana" Un cuento breve para los que nacieron más temprano y puedan atrapar los recuerdos.

Un abrazo

Pascual



LA VENTANA


Las ventanas de mi barrio no sólo se adornaban con glicinas y malvones. Algunas, eran verdaderos marcos del arte cotidiano. Otras, famosas por las bellezas de las muchachas, aumentaban el tránsito por sus veredas y la barra de las esquinas.

Yo solía frecuentar una de balconcito bajo y barandas de bronce, donde brillaban las caritas traviesas de las hijas de Casimiro.

Era tan joven que no puedo precisar ahora, si a mi paso lo obligaba el amor o la vanidad de mi cabecita engominada.

Lo que sí recuerdo bien, es que a pesar de los rumores de la época, podía recibir esas muecas cómplices que duraban por días dentro de mi corazón.

Un día el viejo Casimiro aprisionó la ventana con una pesada reja y no contento con ello, la enlutó con unas cortinas negras. Había inutilizado la ventana y por ende, despoblado de muchachos la vereda y la esquina.

Tal vez, si se hubieran medido las consecuencias, nadie hubiese osado robar. Lo cierto es, que la macana estaba hecha y a una de las hijas de Casimiro, le faltaba un beso.

Pascual Marrazzo ©

Del Libro “Amasando Ironías”

Editorial La Casa del Escritor