lunes, 20 de julio de 2009

El gol

Hola lectores
Desde un día gris, lluvioso y frío (para colmo, lunes)les envío "El gol" Un cuento que revela un trozo de historia, la falta de pelotas de cuero en los potreros, incluso en los campeonatos barriales, pero además nos acerca al arte de armarla para darle el peso necesario y para que aguante sin romperse, las cábalas y las picardías. Se trata de un pequeño rescate de la memoria, un refresco para aquellos que alguna vez jugaron un picado sin la de cuero. EN EL DÍA DEL AMIGO.
Un abrazo
pascual



EL GOL



Hasta ahora, los ingredientes habían dado resultado, eran los mismos con que nos lucimos desde aquel primer partido donde la diferencia de tres goles nos puso en la mira de la fama. Aquellos que domingo a domingo nos daban la fuerza y el triunfo. Ahora, a un paso de la final del campeonato ínter barrios, teníamos que enfrentar a Villa Dálmine y el mono Serrano no había podido reunir los elementos para armar la pelota. Teníamos las seis hojas del diario “El Mundo”, que bien mojaditas conformaban el centro; las dos camisetas de lana que usaban los gringos, las conseguimos vaciando un tendal distraído. Y lo más difícil, las medias de nylon, nos sobraban porque la Zulema trabajaba en el Marabú y descartaba uno o dos pares por semana. El drama lo teníamos con los calzones de la Luisa. Ahora la muy putarraca se venía en bolas y no podíamos convencerla de que la bombachita cumplía una función de cábala y era la que nos hacía ganar todos los partidos.

- ¡Me robaron nueve bombachas, basta, no tengo más!

- Pero Luisita, estamos ganando, afloja un poco – le decía el Cholo.

- ¿Te parece poco? Si hasta el blanco con puntillas se llevaron que era el que más le gustaba a mi novio.

- ¡Ah! el de la palomita. Con ese le hicimos cinco a Almirante Brown – comentó el Taita como elogiándola.

- A mí no me van a sacar más un calzón, porque no los voy a usar más. Descubrí que estoy más cómoda.

El domingo llegó y la pelota se armó con el mayor esmero y un calzón de la tía de Pepe, pero todos sabíamos que no era lo mismo. El gol se hacía desear y a medida que pasaban los minutos, nuestras miradas se entrecruzaban sacando chispas con las de la Luisa. Faltando cinco minutos y viendo que no podíamos doblegar al adversario el Beto le rajó una puteada a la Luisa y el Cholo fue más pulcro, le dijo por lo bajo que le iba a retorcer el pescuezo.

Ella ni se inmutó, más bien parecía gozosa. Sacó a relucir la hilera de dientes y se desperezó consiguiendo que la minifalda muestre las dos medias lunas de los cachetes. Sabedora de que todos dependíamos de ella se acercó con pasos felinos muy cerca del arco contrario y en el momento justo, se agachó...

La tribuna gritó ¡Goooooool!!!!!! y el arquero a la pelota, ni siquiera la vio entrar.

Pascual Marrazzo ©

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