viernes, 10 de julio de 2009

El debut

Hola lectores
Desde un día azul de invierno les mando "El debut" Un cuento que nos indica los grandes cambios, la evolución que han tenido los jóvenes y la sociedad. Es bueno repasar la historia desde adentro para rebatir eso de que todo tiempo pasado fue mejor. NO fue mejor ni peor, fue tiempo pasado, nada más.
Un abrazo
Pascual


EL DEBUT


- Che Omar ¿Qué pasa si uno se hace la paja todos los días?

- Y que sé yo, se te pudren las venas.

Tenía trece años y el Omar quince, así que le tenía que creer. Y como resultado de esta respuesta me comencé a preocupar, porque siempre me acostaba diciendo que no, y terminaba por hacérmela igual. Entonces vivía con una mochila llena de culpas, que paja tras paja se me hacía cada vez más pesada.

Yo lustraba en “El Molino” porque me había hecho amigo de un diputado y no me podían rajar, no era lo mismo estar entre las mesas, que afuera. En las mesas los hombres se relajaban, y si se enganchaba alguno, terminaban por lustrarse todos. Si alguien no lo hacía, le decían: -- ¡Dale miseria, ayuda al pibe! – y el tipo terminaba aflojando.

Una mañana de suerte, me tocó la buena racha en una mesa grande. Los señores hablaban sin prestarme atención:

- Mire mi amigo, los radicales son como los adolescentes. De la misma manera que ellos, no pueden dejar de masturbarse, ustedes no pueden entrar al recinto sin levantar la mano para decir sandeces. Se la pasan hablando al divino botón.

- Usted le está faltando el respeto al correligionario Lozada y me parece que eso no es justo. El recinto está para decir lo que hay que decir.

- También esta para pensar y elaborar proyectos para el país, consensuarlos con otros diputados. Yo nunca lo vi trabajar al señor Lozada, nunca lo vi. prendido en una comisión. Sólo viene a lucirse en la tribuna, tira la mala leche y se va. Es un pajero!!!

- ¡No le permito!!!!

Casi se agarran a trompadas y duraron un rato largo las puteadas, pero a mí me entusiasmaba que estén discutiendo sobre mi problema, así que me quedé calladito escuchando:

- Esta bien, me disculpo, lo hago porque al principio yo también tuve esos vicios. Pero me trencé pronto en una mesa de disputas y me di cuenta que el sudor y el compromiso con los que nos votaron estaba ahí. Créame Lozada, es como debutar con una mujer, después no se pajea más.

- ¡No vuelva con eso, por favor, yo no soy ningún pajero!!!

- ¡Entonces demuéstremelo y ayúdeme con la reglamentación de los quibombos, que carajo!!! No puede ser que ingresen los menores, que no haya controles de higiene, que algunos sean verdaderas taperas donde prostituyen a las mocosas, donde las proveen de una palangana con solución de perganmanato y una toalla mugrienta para todo el día..

- Escuche Cáceres, ese camino es muy conocido para usted, yo no me meto en esos tugurios. Soy una persona decente.

- Pero… ¡Por qué no te vas a la puta que te parió!!!…

Se armó tal despelote, que hubo algunas cachetadas, pero como la bronca era entre dos o tres, no paso a mayores y yo pude cobrar todas las lustradas, que eran como cinco pesos.

Cuando esa tarde me encontré con el Omar, le comenté todo lo que me había pasado esa mañana, incluso lo del quilombo y que dejaban entrar a los menores…

- ¿Estás seguro que nos van a dejar entrar?

- Según Cáceres, hacen la vista gorda.

Cuando llegamos a San Fernando ya era de noche. Una luz roja se abría paso en la oscuridad para alumbrar una puerta de madera rústica. Al acercarnos salió un borracho cantando:

“Si el errar es muy humano

embocar es más divino…

No hay ninguna mujer fea

después de un vaso de vino”

Entramos y nos atendió una gorda de labios exagerados y párpados verdes. La nariz aguileña le daba un parecido al búho y la diferencia era que se reía y mostraba un diente de oro…

- ¿Qué hacen ustedes acá? – no fue brusca, pero tampoco cordial.

- Vinimos a coger – dijo el Omar (qué bruto).

- Ustedes son menores y no pueden estar aquí – dijo la gorda.

- Tengo quince – dijo el Omar.

- Te faltan tres – le contestó ella.

- Queremos debutar para dejar de masturbarnos y venimos recomendados por el diputado Lozada - lo dije de un tirón y la palabra masturbarnos me salió bárbara.

- ¿El diputado Lozada es amigo de ustedes? – dijo la gorda, sorprendida.

- Yo le lustro los zapatos en “El Molino”, lo conozco de ahí.

- Ah bueno, si vienen de parte de nuestro protector, la cosa cambia. Pero él mismo dijo que había moros en la costa y había que cuidar los detalles. Así que mejor vengan por la mañana entre las once y las doce del mediodía. Ah, y no se olviden de traer los ocho pesos. Van a debutar con la reina de la noche.

- ¿Podremos ver las putas? – dijo el Omar.

- Puta será tu abuela ¡Mocoso de mierda!!... – Se renculó la gorda.

- Perdónelo señora, él es así, no se sabe expresar y parece un mal arriado, pero es bueno - se lo dije mientras lo tironeaba al Omar para afuera.

- No seas boludo, que no nos van a dejar coger.

- Bueno che, yo quería ver nomás.

El Omar no pudo conseguir la guita y yo, gracias a los tres pesos que me regaló el abuelo completaba los ocho en el bolsillo.

Cuando llegué la vieja me hizo pasar a una pieza llena de incienso, perfume pesado. Me hizo sentar en la cama y me preguntó si traía la plata.

- Déjala en la mesita de luz y andá sacándote la ropa - me dijo.

Entonces ella se sacó el batón y se hundió en el medio de la cama toda desnuda, se acomodó hasta quedar medio sentada y me alcanzó un forro:

- ¿Sabés como se pone? – me preguntó.

Como vio que yo no hacía mas que mirarla, comenzó a acariciarme y me puso el forro, a mí me venían las ganas pero no me podía mover. Yo había espiado y visto a mi tía desnuda con una mata de rulos entre las piernas, pero la gorda estaba afeitada como un bebé. Tenía un tajo enorme y grueso de color morado y cuando abrió las piernas parecía que se iba a abrir en dos. Entonces sentí una rigidez mayor de la que ya tenía y el forro se me llenó de leche. Parecía que me colgaba una lamparita y me dio tanta vergüenza que me lo arranqué, me puse los pantalones y salí corriendo con el calzoncillo en la mano.

Cuando me encontré con el Omar, le conté otra historia, esa que yo tenía guardada en mi fantasía. El se encargó de correr la bola y la Nené y la Pocha, se empezaron a interesar en mí. Al diputado Lozada le dije al oído que le mandaba saludos la reina de la noche y comenzó a pagarme el doble por mi silencio. No me fue tan jodido después de todo.

Pascual Marrazzo ©





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