martes, 14 de julio de 2009

El enfermo de la cama 13

Hola lectores
Desde el azul día de un invierno resfriado, les envío "El enfermo de la cama 13" Un cuento con un buen final, para meditar. Nada de lo que se ve y se desarrolla en la vida es como uno cree que es. Porque juntando todas las verdades, no hacen una. Tal vez por eso sea necesario creer en Dios, el que la sabe todas. Al escritor le queda la duda de si realmente aquella mujer que se fue primero querría verlo de nuevo junto a ella. Es una siembra de dudas este mundo.
Un abrazo
Pascual
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EL ENFERMO DE LA CAMA 13



La mente del enfermo era un torbellino afiebrado, no podía abrir los ojos y menos dejar de pensar en su agónica lucha.

(“Me estoy poniendo viejo, si no hago algo me muero” – dijo Girondo. Pero una cosa es ponerse viejo y otra saber que uno se está muriendo, para colmo en una puta cama número trece y llena de antecedentes nefastos. Claro que hay milagros de Dios y si el cirujano no puede y si los rayos no matan. Entonces, como una marioneta uno se agarra de los hilos que puede. Solamente hace falta fe para que estos no se corten, colgarse y moverse de alguna forma, moverse para sentirse vivo, para que los demás te vean. Tomarse fuerte y tirar, tirar para encontrar el paraíso, el perfume de aquella mujer que se fue antes que yo, sus pechos...)

- ¡Doctor! El paciente de la 13 se murió – dijo la enfermera.

- Anote la hora en la planilla, si no después se va a olvidar.

- Fue cuando le estaba poniendo el suero, ¡me dio un susto!

- ¡Que pasó!

- Cuando me acerqué a sacarle el termómetro me tomó de los breteles, casi me los arranca. Diga que aflojó y se murió.

No había dicho toda la verdad por pudor, porque el hombre le había alcanzado a besar los pechos.

El médico pensó que con una enfermera como ella el enfermo hubiera podido hasta resucitar y le dijo en chanza de broma:

- Bueno, al menos murió en el intento.

Lo que ninguno de los dos podía imaginar es que el muerto había sido acompañado hasta el último suspiro por aquella mujer, que lo rescató de esta vida.

Pascual Marrazzo ©

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