domingo, 7 de marzo de 2010

El gallinero

Hola lectores

Desde un día caluroso y pesado de verano, les envío “El gallinero” Una apreciación generalizada de la gente, una denuncia mucho más suave que los Aguafuertes.

Un abrazo

Pascual




EL GALLINERO



En Pleno centro de la Ciudad de los Malos Aires frente a la calle de los Ríos, entre Rivadavia e Yrigoyen, cerrando por detrás con la calle de los pozos, de todos los pozos combativos, hay un gallinero gigante. Dentro del encolumnado y las defensas de alambre se encuentran dos espacios, uno para los pavos, gallos y gallinas viejas que echan de los gallineros provinciales, generalmente por inservibles o por perder elecciones o porque se los quieren sacar de encima. Lo cierto es que va casi toda la basura. Cenan y dormitan, sólo despiertan de a ratos para ver cuánto hay en el sobre que les indica si deben o no levantar la mano. El otro recinto contiene gallos, pigmeos, loros, papagayos, caburés y gallinas discutidoras de todos los colores que se afanan por desplumar a cualquiera. Cambiaron el palo de dormir por sillones de cuero, sólo por muy pocos minutos al mes, ya que generalmente tejen sus travesuras en confiterías de la Recoleta. Trabajan solamente en los proyectos de ley donde puedan beneficiar a alguien generoso y tomar algún dinero. De las leyes que necesita el pueblo, minga. De cambiar o renovar leyes obsoletas, minga. El nauseabundo olor que propaga este gallinero espanta hasta las palomas, que prefieren la plaza de enfrente y ya no cagan más en la cúpula. Nunca discuten a favor de la patria, ni siquiera en Mayo, siempre por plata, plata y plata. Se parece a una feria de venta de favores, intercambio de venganzas y vergüenzas. Que jodido amigo es ser argentino, tener pudor de quedar desubicado, sólo por gritar ¡Viva la patria!...

Pascual Marrazzo ©

Marzo 2010-03-05

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