miércoles, 19 de agosto de 2009

El zapato

Hola lectores
Desde un día gris, lluvioso y frío, les envío "El zapato" Un cuento donde se mide la astucia y el descuido.
Un abrazo
Pascual



EL ZAPATO


Toribio sintió el rubor provocado por la sangre, cómo se le alborotaba la piel y se le oprimía el corazón. No era fácil haber tropezado con un zapato de hombre en el dormitorio que compartía con su esposa. Estuvo a punto de gritar (¡De quién carajo es este zapato!) pero nunca lo habían vencido los impulsos del corazón. Era un hombre de letras y conocía muy bien la historia de Otelo. Decidió entonces tranquilizarse y usar la inteligencia del famoso investigador inglés, se detuvo unos instantes… para pensar. Se preguntaba si habrían escuchado su llegada, si escaparon por la ventana del jardín, dejando el zapato en el apuro. Y comprobaba al mismo tiempo que la cama estaba desarreglada y caliente. Todo indicaba que era traicionado por su mujer.

La hipótesis de Toribio era razonable, pero cómo haría para probarlo. Pensó que si él no se daba por enterado, podría descubrir al amante de su esposa y desenmascararlos. Tomó el zapato y lo observó detenidamente, luego abrió un frasco de esmalte de uñas de Susana y le hizo una pequeña marca en el taco, del lado de adentro, apenas un pequeño punto rojo. Después, dejó el zapato donde estaba y se retiró.

Durante meses observaba los zapatos de los amigos de él y de su esposa. Sabía hacerlos poner descalzos con el cuento de las alfombras. Y cuando se descuidaban el volvía para revisar los zapatos, pero en ninguno de ellos pudo encontrar aquel zapato marcado.

Toribio dudaba de su inteligencia, no estaba muy seguro de estar haciendo todo lo posible, tal vez habría otras posibilidades que el ignoraba o quizás hubiera sido mejor haber agarrado a su mujer del cogote el primer día. Se acercaba el casamiento de su hija, haría el baile de los descalzos y si no lo encontraba ahí, entonces renunciaría. No sabía todavía si hablaría con Susana y seriamente le expondría el caso, al menos para que supiera que no era un tonto.

Los días se acercaban y su mujer insistió para que comprarse un traje para vestir acorde al papá de la novia. Luego el descubrió que no tenía zapatos negros que le hagan juego y se lo comentó.

- Pero querido, si vos tenés zapatos negros y no lo usas nunca – le contestó su esposa.

- No me acuerdo de haber tenido zapatos negros – contestó sin poner demasiada seguridad.

- Lo que pasa que sos un despistado, siempre te olvidas las cosas, te acordás de lo que te conviene nada más. Total, estoy yo para estar detrás de lo que te olvidás…. – y se fue a buscar los zapatos con un rosario de reproches.

Tomó los zapatos con desconfianza y lo primero que vio fue el punto rojo en la parte interior del taco, pero dudando todavía se lo calzó… y sí, verdaderamente eran de él, ya que tenía unos pies difíciles de conformar. “Que boludo que soy” – pensó para si. Sin adivinar lo que pensaba su sana esposa: “Si él no hubiera dejado el esmalte abierto, ay de mí”

Pascual Marrazzo ©

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