martes, 4 de agosto de 2009

El poli árbol

Hola lectores
Desde un día gris de invierno, les envío "El poli árbol" Un cuento fantástico, donde la política está en su salsa, no podemos negar que nuestro affaire político es fantástico, tirando un poquito para el lado del terror.
Un abrazo
Pascual


EL POLI ARBOL


En el jardín de un comité había crecido un árbol. Nadie conocía su especie; tampoco despertaba la curiosidad de los concurrentes.

Lo cierto es que sus ramas acariciaban las ventanas a manera de espías y sus flores, raras flores, tenían forma de oídos.

El árbol crecía al compás de las reuniones y después de los discursos se tonificaba como si ellos fueran las lluvias que le daban la vida.

Cuando llegó el otoño sus hojas fueron tomando distintas formas hasta que se convirtieron en letras. Tampoco este fenómeno fue descubierto por los visitantes de la casa, que sólo se ocupaban de parlotear en pos de un escalón.

El viento se puso de acuerdo con las letras y estas se desprendieron, oportunamente, el día de una importante reunión. Se arremolinaron en las puertas y las ventanas y fueron entrando una a una, agrupándose en palabras.

Más tarde, viendo que nadie las tomaba en cuenta, empezaron a jugar y saltar de boca en boca. Fue en ese preciso instante que desapareció la incoherencia y se empezaron a escuchar frases como éstas:

- Las palabras serán libres, solamente mientras haya quien las escuche, quien las entienda.

- Un oído sordo es una prisión de palabras.

- Un oído ignorante es el receptor ideal de los gobernantes.

- Las palabras humildes deben llenar el vacío de los mediocres.

- Las palabras hirientes deberían ser trabalenguas, para que aquél que se anime a pronunciarlas, primero las medite.

- Las palabras alentadoras deberían escaparse a menudo de nuestras bocas.

- Las mentiras deberían hinchar las narices de quienes las pronuncien.

Ese mismo día, cuando los señores se retiraban de la reunión, más que satisfechos, uno de ellos reparó en el árbol y dijo:

- Este árbol nos llena de hojas el salón – y dio la orden de sacarlo.

Al otro día, volvió la incoherencia.

Pascual Marrazzo ©

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