viernes, 26 de junio de 2009

La crisis

Hola lectores
Estoy repasando los escritos de mi novela "Quién me puso en tu camino" para poder continuarla. Encontré un párrafo que se refiere al comienzo de la crisis 2000/01. Yo recibía esta crisis del país con mi propia crisis interna, la de tener una compañera con leucemia internada en el sanatorio Río Negro. Este párrafo tomado de la realidad, me refrescó la memoria y como estamos en los días previos a una elección creí conveniente descubrirla a mis lectores.

Un abrazo

Pascual


La crisis – Noviembre del 2000

El país comenzaba a derrumbarse, empujado con una de las tantas crisis económicas. Pero esta vuelta era distinta a las anteriores, porque lo que caía era la ética y la moral de todas las disciplinas. Habían animalizado la pobreza, y la gente, como una jauría asaltaba los supermercados dejando de lado la comida para llevarse los electrodomésticos. Los buenos vecinos se encarcelaban en sus casas y los delincuentes operaban impunes en zonas liberadas. La crisis mataba de la misma forma que matan las enfermedades. Pero yo la soportaba con entusiasmo, porque desde mi propia cruz, todo lo demás era muy secundario. Mi familia estaba sana, eran buenos y tenían para comer. El dinero se me presentaba como un ladrón de nuestro tiempo que no nos permitía disfrutar la sencillez de una felicidad plena. Recordaba muchos momentos felices de mi vida, en la que en mi bolsillo no había una sola moneda y eso me resignaba en el final de mis pensamientos. Me decía que en el peor de los casos, era volver a empezar, que no estábamos aferrados a ningún vicio, ni costumbre cara.

De esta manera Antonio acomodaba sus pensamientos para poder soportar mejor su propia situación y llevaba la paz a su empresa con una sabiduría arrancada de su propia carne. Su hijo le admiraba la tranquilidad con que tomaba las decisiones: -“que fácil que lo haces todo papá”- pero él sabía que ese todo, provenía de una óptica distinta de ver la vida. Que el trance que estaba pasando le había cambiado el lugar del mirador y que circunstancialmente esta situación lo favorecía. Llegaba a su oficina después de estar con Nina, la volvía a ver al mediodía, en la tarde a la hora de visita de los médicos y a la noche. Esa era la rutina que se rompía cuando había que llevar al Policlínico de Neuquén a un donante y traer las plaquetas. El principal donante se llamaba Hugo y tenía una peluquería. Sabía cerrar su negocio para ayudar a su amigo Antonio y hasta se ofrecía a ir solo, cosa que Antonio jamás aceptó. La amistad crece en estos terrenos de desdicha y se afirma para siempre.

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