jueves, 25 de junio de 2009

El angelito


Hola lectores:

Desde un día azul de invierno, les envío "El angelito" un cuento simpático, pero que muestra los problemas que produce la nieve cuando cae en lugares inadecuados, que no están preparados para recibirla.
Un abrazo
Pascual


EL ANGELITO



La noche tomaba el manto de los pobres y lo extendía hasta el horizonte.

El anaranjado amanecer se sorprendía de la blancura y la villa estrenaba su primer vestido.

La mujer de Rafael había dormido sola. Por primera vez su hombre le fallaba. Solía venir tarde algunas noches o un poco pasado en copas, pero siempre a tiempo para las caricias.

El temporal había durado toda la noche y la acumulación de nieve llegó a los setenta centímetros. La mujer barajaba posibilidades, quería salir, llegarse hasta el boliche pero no tenía con que caminar en la nieve. Nieve caprichosa de la naturaleza, de caer donde nunca. De tapar la mugre sin importar las consecuencias.

Se vendó los pies con los repasadores, arriba de las hojotas y salió a arrugar el camino. El perro lloraba como previniendo, pero no la dejó ir sola, a veces parecía quedar empantanado en sus patas cortas pero se las ingeniaba para seguir avanzando. Solo la fuerza de una mujer enamorada podía superar el dolor del frío, frío que le quemaba los pies.

Cuando llegó al boliche, del Rafael nadie sabía nada, solo que había bebido mucho esa noche, pero no lo habían visto marcharse. Distraídos por las guitarras, decían algunos, “guitarras con calzones”, malició un guaso para calentarle las orejas.

El Perico no cesaba de sacudirse el agua y las pulgas, esquivando alguno que otro alpargatazo. Pero consciente del llanto de su dueña empezó a ladrar y a querer irse a la búsqueda. Fue tan convincente que varios se agregaron acompañando a la mujer.

El perro enfiló derechito hasta la fuente del Angelito. La fuente tenía forma de plato y en el medio un Angelito meando. El animalito lloraba y hundía el hocico en la nieve, hasta que por fin lo encontró, un paisano con la pala abrió el boquete debajo de la fuente y salió el olor de la ginebra.

Don Rafael aterido de frío se lamentaba en rezongos: -- ¡Yo le dije al pibe que en el parque no se mea, pero no me hace caso!..

El chorrito del Angelito, rumoreaba en el agujerito de la nieve.

Pascual Marrazzo ©

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