jueves, 2 de septiembre de 2010

Plazo fijo

Hola lectores

Desde un día gris de invierno, les envío “Plazo fijo” Un cuento que relata los distintos plazos que se afrontan en la vida, los de los sentidos , los de la naturaleza, los espacios, tiempos, etc. y los que se transforman en aplazo.

Un abrazo

Pascual


PLAZO FIJO



Ella me tomó el plazo fijo y me preguntó si lo renovaba:

-- Si, siempre lo renuevo – le contesté.

-- ¿De la misma manera?

– Si, hágalo igual.

Entonces comenzó a teclear en la computadora y sus ojos verdes relampagueaban cada vez que levantaba la mirada. Creo que fue en ese momento donde el libre pensamiento dejó la penumbra: Cuántos plazos fijos bostezando terquedades. Liberando trenzas de cabellos rubios enfrentando el implacable deseo de pertenencia. Extrañeza de cambiar sollozos por plegarias desvistiendo el cansancio.

-- ¿Son en dólares los plazos? – preguntó.

– No, no sabía que se podían hacer en dólares – le contesté.

-- Si que se puede – afirmó.

-- Bueno, tengo unos dólares en la caja de seguridad, tal vez un día de estos decida hacer un plazo en verdes – comenté.

Volví a recordar espacios, pero ahora influenciado por el color recordé la gramilla y las flores del jardín, las tardes despreocupadas y la copa de vino. Plazos más pausados, pero plazos al fin como todos los que se suceden, como una determinación irrenunciable de temibles certezas. Plazos para recorrer una mirada desnuda en el contorno de una angustia o el de jurar querer hasta que muerda el olvido. Plazos para sostener una pasión con fiereza y riesgos que desgarren el engaño aullando penas como un herido animal. Tiempos determinados adheridos por la escasez del sonido musical que canta y desvanece en el crepúsculo.

-- ¿Vio como está lloviendo? – interrumpió mis cavilaciones.

-- Si, cuando entré llovía a cántaros. La lluvia sugiere, predispone me llena de inspiración. – contesté.

Luego le pedí que me mirara para inspirar una poesía. Me miró, pero no me creyó, me pidió un minuto más de espera, para que el gerente firme los comprobantes y me dejó solo con mis plazos y mis tiempos para recordar: Tardes interminables de embriaguez, vibración y poesía donde el contacto sentencia con los latidos del corazón. Espacios resignados al silencio, excusa para rehusar las tibiezas y evadir las costumbres. Plazos descarnados, para escudriñar madrugadas de intrusas gargantas sin preguntas. Retazos de atardeceres que imitan el maquillaje de la naturaleza que fluye con natural alegría. Plazos a sol y sombra en el afán de reconocerme en un descuido del pasado y desquitarme del despojo.

-- Aquí tiene su plazo fijo, muchas gracias nos veremos en la próxima – dijo

sonriente.

Nuevamente me sorprendió soñando y tomé esa especie de cheque a futuro. Ahora comenzaba otro plazo más, pero para adelante: Quizás no sea tan fugaz, podría ser una incursión vehemente, sin imposibles, iluminada y sin heridas. Un amor ardiente que no descienda a una mera fantasía.

-- Gracias – le dije.

Salí del banco caminando bajo la lluvia hasta encontrar mi auto. La inspiración se me fue quedando atrás, pero los ojos verdes se colaron en mi mochila. Ahí, junto a mis aplazos.

Pascual Marrazzo ©

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