martes, 3 de noviembre de 2009

La tormenta y la copa

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "La tormenta y la copa" Un diálogo con metáforas e imágenes, un pasaje fugaz de la vida, que pasa y dice: aquí no pasa nada.
Un abrazo
Pascual



LA TORMENTA Y LA COPA



Como si alguien se hubiese puesto a jugar con un lápiz, el horizonte comenzaba a besar un gráfico de edificios rectangulares. Algunos, estampillados con grandes propagandas, buscaban aplacar el calor y la sed.

- Si tomás de mi copa, vas a conocer todos mis secretos – me dijo ella.

Me la alcanzó con ese feminismo despertador de esperanzas. Cargué la fortaleza del hombre interesante, levanté la copa al trasluz y vi sus labios estampados en el borde y a un costado. Labios enteros, como si fuesen un regalo.

Ahora el horizonte recomienza a tomar color, la línea es más gruesa, crece con el lápiz labial anaranjado y el brillo. También los edificios se iluminan y muestran la cara acribillada de ventanas.

Tomé el perfume del vino, lo batí en remolinos y al fin le di un sorbo sin dejar de mirarla. Ella seguía paso a paso mis movimientos, como esperando algo, algún gesto o comentario. Así que no la hice esperar: me sonreí, volví a tomar, ahora un sorbo más largo, más abundante.

El tono del lápiz se oscurece, se ensancha, va cubriendo todos los espacios hasta formar una línea recta. Sobrepasa todos los edificios y busca cubrir de sombras nuestros pensamientos.

- No lo puedo creer – le dije.

- ¿Qué es lo que no podés creer? – me contestó.

- Todos los secretos que tu copa me brinda.

- No seas tonto.

- Fuiste vos la que inició este juego, ahora ya lo sé todo.

El espacio del cielo se cerró, se podía reconocer la urgencia de una tormenta,

las vibraciones y los primeros picoteos desincronizados.

Bebí hasta la última gota de vino y se la devolví. Ella la tomó en sus manos y miraba la copa vacía, como recriminando algo.

- Te lo tomaste todo – me dijo.

- Si ¿Qué esperabas?

- Que lo compartieses.

- No puede ser.

- ¿Qué es lo que no puede ser?

- Soy casado – le contesté.

Fue en ese instante que la tormenta se desencadenó, un simple azote de la naturaleza y un trueno que rompió la copa.

Pascual Marrazzo ©

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