viernes, 13 de noviembre de 2009

Las marchas

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "Las marchas" Un cuento verdad, donde no existe la creatividad, sino la memoria de caminar y caminar, con calor, con lluvia, con viento o con frío. Recuerdo los veranos donde era una tentación irse al lago Pellegrini o estar en él y volver temprano para asistir a la marcha. Las verdades se pegan a la piel y quedan guardadas en nuestra conciencia. Entonces llega esta fecha que se repite y se repite y muestra la herida año tras año. Esperando algo imposible, que alguien diga que tuvo una culpa, aunque sea infima... Con el respeto que merecen estos recuerdos.

Un abrazo

Pascual



LAS MARCHAS



Desde la loma más alta, justo a la sombra de la Cruz Del Redentor, se podía observar la marcha en su totalidad.

Abandonado en una hondonada escarmentada por la neblina, el pueblo parecía desierto.

Más allá, en una lomita más baja, un racimo de cruces le daba un toque de perversión a la presencia de los muertos.

La historia nadie la conoce a la perfección, pero de tantas explicaciones y chimentos uno saca las conclusiones. Que al final de cuentas son un cuento más.

Dicen que era un pueblo de marchas domingueras. Un pueblo de esos que claman justicia. En definitiva, un lugar donde la corrupción se tapa con sangre.

Cuentan que siguieron tantas muertes, como velorios, misas y caravanas al cementerio. Tantas lágrimas de todos, que nadie sabía siquiera ¿por qué se moría? o ¿por qué se luchaba?

Fue tanta la deformación de las ideas inculcadas, que la gente desorientada extravió la memoria, entre todas las memorias.

Sin embargo la intuición del deber quedó intacta y domingo a domingo siguieron las marchas. Una por el recupero, otra por las tres, otra por las otras tres, otra por ella, otra por la otra y algún otro y otra y otro.

El forcejeo duró tanto, que a punto de sucumbir. Un puñado de políticos llaman a la resignación aplaudidos por los traficantes y el triunfo de sus delitos.

Pero ahora hay otra marcha latente, más silenciosa, más unida que nunca, más fuerte porque no depende de las piernas. Es de conciencias individuales que se suman y se potencian como un cartucho de dinamita.

Pascual Marrazzo ©

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