jueves, 26 de noviembre de 2009

Martínez, el de la hoz

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "Martínez, el de la hoz", Lamentablemente, en este cuento no hay creación literaria, es copia fiel de un temporal que se llevó una época gloriosa de este valle, unas cuantas vidas y sacó del ruedo a numerosos y respetables empresarios. En esos tiempos no había cortes de ruta, había cortes de ilusiones y esperanzas. A veces, como ahora, me duele invocar la memoria.
Un abrazo
pascual



MARTINEZ, EL DE LA HOZ



Había una vez, un ministro de economía llamado Martínez, el de la hoz. Contrariamente a lo que se podría pensar, este verdugo, en vez de llevarse el espíritu de la gente, se llevaba el alma de las empresas.

Aquí en el valle entró como una epidemia, a muchas se las llevó rápidamente, a otras las dejó en cama sufriendo una larga agonía de la que no pudieron salir.

Las armas de este cajetilla del demonio no eran de la edad media, al contrario muy modernas y efectivas. Las que más estragos hicieron fueron la famosa tablita y la 1050.

Por aquellos tiempos MOVIMAN ya era una empresa progresista donde trabajaban catorce personas, pero estaba atada a la economía de la producción y tenía la soga al cuello como todas. En este estado presenció como Martínez, el de la hoz se llevaba a sus clientes y de vez en cuando, algún competidor.

El personal de MOVIMAN que en aquel entonces se traía de otras provincias como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, etc., dándose cuenta de la crisis ( en defensa de nuestro modo de vida ) prefirió volverse a su terruño. Recuerdo un tornero apodado “El Porteño” que dijo: Si la tengo que pasar jodido mejor me vuelvo a vivir con mi suegra, así por lo menos mi mujer no llora.

El cordobés también se rajó, de noche y con el rabo entre las piernas porque había entrado recomendado.

El vasco Malabiabarrena que oficiaba de contador y jefe de personal, viendo que no se iba a poder pagar el sueldo también emigró. Vendió la casa de Neuquén y se fue a Avellaneda para estar cerca de los suegros. Las mujeres aprovechan estas crisis para poder volver con sus mamás.

Lo cierto es que llegó un momento en que solo quedaron dos empleados y sobraban.

El taller perdió los sonidos y se convirtió en un depósito de dinosaurios de hierro, enmudecidos por la falta de trabajo.

Pascual Marrazzo ( el dueño ) que en aquellos tiempos todavía era Pascual, sin el Don se encontró de frente con el desmoronamiento de sus sueños. Pero, como dice el refrán “ No hay mal , que por bien no venga”. Estando entre el silencio que le mordía las orejas creyó sentir la música del taller, los gritos de los muchachos, el arranque de los tornos, y el empecinamiento de la limadora y los serruchos mecánicos. Fue ahí que se dio cuenta que no estaba bien y que tenía que canalizar sus fuerzas en otras acciones.

Una de ellas, muy importante fue la de hacerse amigo de sus hijos, Omar y Patricia, para ello empezó a escribir un libro, “Palabras para mis hijos”.

El emprendimiento tuvo éxito y se aplicó un poco más a las letras, especialmente a aprender a escribir con profesionalidad y a empujar la literatura como un soldado más de la cultura.

El tiempo pasó y Martínez, el de la hoz fue derrotado por la democracia.

MOVIMAN se recuperó de terapia intensiva, creció y se convirtió en una empresa exitosa, gracias a Eva, Patricia y Omar. Pascual escribió dos libros más y sigue escribiendo. A veces a pedido.. Historias como esta.

Pascual Marrazzo ©

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