lunes, 30 de noviembre de 2009

Mi novia

Hola lectores
Desde un día azul de primavera, les envío "Mi novia" Un cuento que expresa la fuerza del amor y especialmente la relación que tiene con la juventud interior.

Un abrazo

Pascual


MI NOVIA



No hubo miradas fugaces, ella fue directa y encendió sus ojos para mí. Me hizo tantas preguntas juntas, que no sabía cómo contestarlas, al menos ordenadamente. Otro día me invitó a caminar por el parque: “Vamos le va hacer bien caminar un poco, yo camino todos los días, es el mejor remedio”.

Como si ese corto paseo le hubiese dado alguna autoridad, comenzó a acompañarme a la hora del almuerzo y la cena. Se sentó en mi mesa sin pedir permiso, pero con esa simpatía que la acompañaba a todos lados.

Las caminatas también se hicieron habituales y su mano enganchada en la mía cambió de un día para otro y se abrazó a mi cintura.

Recién a partir de ese día me comenzó a preocupar mi edad. ¿Cómo concebir el amor en un cuerpo gastado de ochenta y tres años?. El corazón se me aceleraba y la juventud me invadía el melón, pero la cintura me dolía cuando me levantaba y las rodillas cada vez me aguantaban menos el cuerpo, los dolores de las articulaciones no aflojaban.

Claro está, que el amor es un gigante que te anestesia los dolores y poco a poco me fue respondiendo hasta la carrocería. Fue en el banco que está al borde de la fuente, estábamos muy juntos, tomando sol y leyendo el diario del domingo anterior. Al principio me pareció que la erección sólo era un reflejo motivado por la temperatura del sol, pero luego, cuando se mantuvo, me di cuenta, de que era yo y mis ganas que habían vuelto por mí.

Creo que ella se dio cuenta, relumbraron sus ojos y me acarició, sin ningún comentario.

A partir de ese día las cosas cambiaron un poco, porque se le agregó mi entusiasmo, ahora era yo el que la buscaba para no tener que soportarla en mi cabeza. Me daba vergüenza, a mi edad, alzado como un adolescente, me sentía el centro de todas las miradas y comentarios.

Cuando a esta altura de la vida, a uno se le contagian estos enamoramientos, el tiempo corre de manera distinta, se acelera y lo que es una semana parece un mes. El romance se hacía insostenible, yo quería concretar y no sabía cómo.

Tal vez ella lo sabía mejor que yo, me adivinaba los pensamientos y se reía de mis debilidades. Comenzó a salirme la poesía por los poros y entonces ella me dijo algo difícil de digerir, especialmente para un pobre viejo como yo:

- Nos vamos a tener que casar Don francisco.

- Casar?...

- Sí, casar.

- ¿Con usted?

- Claro, ¿con quién va a ser?

Me dejó mudo y sin ideas dando vueltas, vacío y sin saber que contestar, asustado...

Y como dándolo por un hecho, me dijo que lo consultara con Ernesto que era el único nieto que ella conocía. No me gustó mucho que me crea dependiente para tomar semejante decisión, pero sabía que me aliviaría consultarlo con alguien.

Ernesto llegó la tarde del tercer día, le había pedido por teléfono que viniese a visitarme para tratar un problema:

- No sé cómo empezar Ernesto.

- Vamos Abuelo, usted sabe que yo puedo mantener un secreto.

- Es que no se trata de una confesión, hijo, se trata de mi futuro.

- ¿Qué pasa Abuelo? No me diga que se va a morir, porque se lo vengo escuchando desde que cumplió los ochenta y ya ve...

- No me quiero morir.

- Eso está mejor.

- Me quiero casar.

- ¿Qué?

- Estoy enamorado. Si estas sorprendido, te digo que somos dos.

- Sorprendido es poco Abuelo. ¿Y quién es la novia, no será una jovencita?

- Cuando le veas los ojos, te vas a dar cuenta que es mucho más joven que yo. Ahí viene, espero que te guste.

- Basta que le guste a usted Abuelo.

- Yo soy Etelvina y te conozco a través de tu Abuelo ¿Ya conversaron? – le preguntó ella.

- Sí, ya conversamos.

- ¿Y qué te parece?

- Si a mi Abuelo le parece bien, a mi también; pero ¿hace falta que se casen?

- Si querido, yo acabo de cumplir los noventa y soy bien chapada a la antigua.

Pascual Marrazzo ©

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