martes, 3 de agosto de 2010

Rosario

Hola lectores

Desde un día azul helado de invierno, les envío “Rosario” Un raye con gusto a cuento, un trozo de felicidad y un cacho de amargura.

Un abrazo

Pascual


ROSARIO


Los balcones de Baldomero han comenzado a florecer, mientras, una brisa sin dueño invade el sueño tibio de la tarde. Una extraña sensación alivia el tormento de mis recuerdos. Ellos retraen un torbellino de atardeceres, donde juntos, hablábamos de amor con las bocas apasionadas tras un beso. -- No duele morir un poco en cada día que vivimos, no duele morir - Le escuché decir y la alarma acudió a mi cara de tal forma que agregaste pronta: -- No duele morir de amor, mi amor. - Y me diste un beso cálido y suave que no terminaba nunca. Creo que fue tu despedida, sabías que no nos veríamos más.

Ahora una rosa se asoma por las rejas de tu balcón, abre sus pétalos, dejo que me robe el alma para seguir estando contigo. Una muchacha asoma su sonrisa y me clava una mirada lastimosa: -- ¡Eh tu ¿Ha podido salir Rosarito de su leucemia? - ¿Te conozco? – le pregunté. – ¿No me recuerdas? La compañera de cuarto, que me he puesto de rubia.

Nina - recordé. Y me vinieron a la memoria las recomendaciones: --Vuelvan temprano, no me le hagas tomar frío, que no anda nada bien.

Entonces le respondí: ¡Si Nina, se ha librado totalmente! – y seguí mi camino.

Pascual Marrazzo ©

No hay comentarios:

Publicar un comentario