lunes, 16 de agosto de 2010

Juego de palabras

Hola lectores

Desde un lunes de invierno, parecido a domingo, les envío “Juego de palabras” Un hombre que es atrapado por una mujer, con su mismo juego de palabras.

Un abrazo

Pascual



JUEGO DE PALABRAS


“Te digo adiós, porque lo ves todo” – me dijo Ariel y se fue. Claro que no caí enseguida, él tenía esa facilidad de jugar con las palabras y mezclar a Dios con el adiós, a Nicola con un perro sin rabo o al “Expreso de media noche” con un ex presidiario que sale a robar corazones después de las doce. Era imposible saber cuando hablaba en serio o se estaba divirtiendo, porque muchas veces, era tal su habilidad que hacía las dos cosas juntas. Por eso cuando Ariel Canovas se me declaró diciendo que quería ser mi marido, para ampliar la playa de nuestro amor, le contesté que no, por pura intuición. Luego comprendí que un mar que se retira agranda la playa y comencé a odiarlo. Pero duró poco, porque volvió con un “te quiero” lastimoso y convincente hasta que me vio ablandada. – Te pedí un té, no te diste cuenta - me lo dijo con voz de lata. Esta última broma me llevó al hartazgo y me dieron ganas, muchísimas ganas de mandarlo a la mierda. Momento De todos modos nuestra relación no se cortó, porque además de ser compañero de trabajo lo hacíamos en la misma oficina. Me tenía atada con su presencia diaria alimentando mi corazón. Pero justamente esa necesidad de atrapar su cariño se posó en el ingenio y comencé a planificar una estrategia. Mis amigas hablaban siempre de un plan para atrapar un hombre ¿Por qué yo no lo iba a hacer? Comencé a estudiar palabras para jugar con las mismas cartas y ese mismo día le dejé una nota en el escritorio “Ayer cuando estaba cenando en mi casa, pensaba en vos y me empapé” - Lucía - . Pude ver de reojo cuando tomó la nota, miró para todos lados, se la puso en el bolsillo y estuvo pensativo todo el día. Pero cuando salimos me alcanzó en la vereda -- ¡Lucía! ¿Puedo acompañarte? -- Si me pagas el colectivo, encantada – le contesté. – Bueno, si no hay más remedio – dijo él. – Con dos pesos te aseguras mi compañía por una hora, más barato que la gran puta o que una puta cualquiera. Aunque a las putas le tienes que agregar el taxi. Sí: Es muy evidente que te conviene acompañarme. justo en que también me daba cuenta de que estaba enamorada y a la vez perdida, porque nunca iba a poder hablar en serio con él.

Nunca le había hablado así, estaba tan desconcertado que casi no habló en todo el viaje, pero cuando llegamos a la puerta de mi casa, se animó, sus manos me tomaron de los brazos y me dijo con esa voz simulada que ponen los hombres cuando le quieren dar importancia a algo. -- ¿Es cierto que te mojaste, pensando en mí?. -- ¿Mojarme? No tesoro, me empapé, me comí un plato de puré así de grande. Chau y gracias por acompañarme.

Me escapé por la hendija abierta de la puerta y lo dejé plantado, con cara de ganso. Me dolía, pero se lo merecía, este era mi primer triunfo del juego y me lastimaba. Esa noche no pude dormir hasta muy tarde, tenía miedo de que no me dé más pelota. Pero por la mañana volví a sentirme animada y con ganas de retomar la lucha. No tenía facilidad para crear trampas, me trituraba los sesos para encontrar algo ingenioso, pero no me hizo falta. Llegó a la oficina con una sonrisa tierna como la de los niños, apoyó su portafolio en mi escritorio y lo abrió haciéndose el misterioso, me dejó una rosa roja y agregó: --Hoy también te voy a pagar el boleto del colectivo.


Pascual Marrazzo ©



No hay comentarios:

Publicar un comentario