Hola lectores
Desde un día azul de Otoño, les envío "El
peaje" Un cuento lleno de metáforas, escrito con el clamor de toda una
sociedad que no estaba de acuerdo con el peaje. La Ciudad de Cipolletti fue y
es la más perjudicada ya que corre con el 70% de contribución forzada. Estamos
pronto a la finalización de este drenaje. Pero no nos descuidemos porque el
capital envilece.
Un abrazo
Pascual
EL PEAJE
Alineados
al costado de la ruta, los álamos vestidos de verde daban una sensación de
custodios; ligeramente arqueados por el viento del sur se los podía ver
provocadores y amenazantes. En la margen derecha se destacaba por su color
amarillo y banderitas multicolores la cabina del peaje, como un fruto caído del
cielo o desde Buenos Aires.
Unos cuantos autos en la fila y entre
ellos yo avanzando unos metros y aumentando mis nervios; el conductor del
primer auto gesticulaba mostrando un carné con evidente señales de enojo.
Mientras la rubia lo miraba imperturbable como diciendo: “Poniendo estaba la
gansa”. El del segundo auto, resignado, leía el diario (seguramente un retirado
voluntario, privilegio que perdieron los purretes y ganaron los cuarentones) y
el que estaba delante mío le daba a la bocina para mostrar su impaciencia,
(parece que tiene trabajo el hombre, éstos la tienen todas en contra) yo en
cambio, en busca de laburo me atormentaba pensando en cómo iba a enfrentar la situación.
Cómo actuar? (decir
simplemente no tengo un mango… o me afanaron la billetera) aunque lo que más me
molestaba era el bochorno ante ella, perder la oportunidad de invitarla algún
día (ya sé, empezar a buscar en los bolsillos, obstruir el tránsito y poner
cara de estúpido hasta que me echen).
Avanza la fila, parece que el renegado
pasó sin pagar (chapa oficial). Cada vez estoy más cerca, los nervios navegan
en mi transpiración, empujados por la
vergüenza de ser tan ratón.
Esta espera es una eternidad, todas las
esperas son una eternidad, dan tiempo a pensar, a amasar todas las broncas del
mundo. Es peor que haber esperado a los ingleses en Malvinas, al menos en
aquella espera éramos inconscientes empujados por inconscientes, fue el
despertar de un sueño en un drama irremediable. Ya estoy llegando, (que linda
que es. Me seguirá saludando al pasar por el café) nuestras miradas se
sostienen y me relajo en una actitud tonta de niño, pongo mi mano derecha en el
bolsillo buscando algo que se que no tengo, mis dedos se tropiezan con la
medalla del valor, se engarfian en ella… y sus palabras dulces como la miel
entran en mis oídos: “Adelante, los peatones no pagan”.
Del libro: “Los
cuentos de Pascual”
Ediciones: Nosotros
Del Sur
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