jueves, 5 de abril de 2012

El toro de "La Querencia"

Hola lectores

Desde un día gris de otoño, les envío "El toro de la Querencia" un cuento breve, sencillo e inocente.

Felices pascuas.

Un abrazo

Pascual


EL TORO DE "LA QUERENCIA"


Don Florencio Vidal y sus hermanos Jorge e Isolina, eran los herederos de “La Querencia”, más conocida como la estancia de los Vidal. Eran famosos por la cantidad de premios acumulados en casi todas las rurales del país llevaban el peso de la fama y el prestigio. Don Florencio Vidal (Padre) le había dado en vida a Florencio la responsabilidad de llevar adelante el establecimiento. Éste había demostrado desde chico su pasión por las tareas del campo, su carácter fuerte y recto ameritaba una buena elección. Ni Isolina, ni Jorge envidiaban a su hermano mayor, estaban acostumbrados a la vida fácil y Jorge había traído algunos vicios de cuando fue a estudiar a Buenos Aires. Pasaba las noches en cuanto piringundín descubría y de día no servía para nada. Florencio sabía que no podía contar con su hermano: era tan así que se apoyaba mucho en su capataz Don Toribio Santos, empleado fiel que había nacido en “La Querencia” y se decía en secreto que era medio hermano. Cuando se ausentaba se manejaba a través de Isolina con las cuestiones administrativas y a veces la usaba de puente para darle alguna recomendación. En uno de esos viajes que hacía a Buenos Aires, Don Florencio compró un toro para mejorar la hacienda, lo mandó inmediatamente a la estancia, prolongó su estadía en la capital y, como siempre, se comunicaba con Isolina para enterarse o dar órdenes. Después de unos días no pudo aguantar más la curiosidad y le dijo a su hermana que le pregunte a Toribio si el Toro les estaba haciendo el servicio a las vacas:

-- “¿Y cómo le voy a preguntar eso? El Santos es medio diablo, a ver si se cree que lo estoy buscando ¿Porqué no le dices a Jorge? “

-- Porque Jorge me va a mentir y yo necesito saber si el toro se gana lo que pagué por él.

--“Esta bien, esta bien, yo te voy a tener al tanto”

Isolina se quedó con estas últimas palabras de su hermano “necesito saber si el toro se gana lo que pagué por él” y ésto le dio la idea de cómo encarar a Toribio al día siguiente.

Toribio Santos la vio llegar decidida a su encuentro. Siempre le había gustado la Isolina, pero sabía muy bien que no estaba criada para él. Respetuosamente se sacó el sombrero y la saludó:

-- “Buenos días, señorita Isolina”

-- “Buen día, Santos. Mi hermano habló por teléfono desde Buenos Aires, quiere saber si el toro que mandó está trabajando.”

A Toribio Santos la pregunta le pareció rara, especialmente viniendo de la señorita, pero contestó:

-- “Dígale que no, que el toro no está trabajando.”

-- “Gracias Santos, se lo diré”

La Isolina no sabía menearse al caminar como lo hacían las mujeres de la ciudad, pero en su afán de agradar se retiró como rengueando sus piernas arqueadas de tanto montar.

A partir de ese día la señorita comenzó a producirse y sabía lucir un jazmín enlazado en su peinado y Toribio ya no pensaba tanto en el respeto. Uno de esos días, de tardecita, cuando el campo se aquieta para recibir a las estrellas y a los enamorados, ella volvió a preguntar:

-- “Hola Santos ¿Trabajó el toro hoy?”

- ¡Qué va a trabajar! aquí el único que trabaja soy yo señorita y estoy pa´lo que mande.

- Isolina tomó color, desde el dedo del pie hasta la cabeza; era un descarado pedido que le aflojaba las rodillas. Ella no estaba acostumbrada a lidiar con hombres. Éste le adivinaba los pensamientos y la seducía con la mirada. Toribio le abrazó la cintura con una de sus manos y le hizo saber que era toro. Después la ahogó con un beso.

El jolgorio del amor los atrapó y un par de semanas después Isolina le hizo saber a Florencio la nueva relación. Éste, sorprendido pero contento por la elección de su hermana (al menos lo sabía honrado y trabajador), propuso que a su vuelta se haga la fiesta de compromiso y entre otras cosas volvió a preguntar si el toro cumplía con los servicios. Isolina, animada por el apoyo de su hermano le contestó:

- Qué va a trabajar ese toro, aquí el único que trabaja es Santos.

Florencio llegó con varios invitados de la capital y se comenzaron los preparativos para el compromiso de Toribio Santos con Isolina Vidal. Jorge organizó los juegos de taba y el campeonato de truco.

Florencio, sorprendiendo a la peonada y a los invitados, muy especialmente a los de la ciudad, mandó faenar al toro recién comprado. “Van a comer carne de la mejor estirpe” se ufanaba en voz alta. (Guardándose muy bien de decir que el toro no servía).

En lo mejor de la fiesta, cuando el vino comenzó a animar la melancolía se encontraron los futuros cuñados a los abrazos y bajo un cielo apuñalado de estrellas Florencio se despachó:

- A partir de ahora no quiero que me llames más patrón, quiero que me digas hermano, que me trates de ché.

- Gracias hermano, gracias por la fiesta, por la confianza y también por el honor que nos has hecho sacrificando a un toro tan especial, la plata que te habrá costado. Mira que era vago ché, se la pasaba culeando todo el día el desgraciado.

Pascual Marrazzo ©

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