viernes, 27 de abril de 2012

Encuentro


Hola lectores
Desde un día gris de otoño, les envío "Encuentro" Un cuento breve que muestra el poder de la imaginación en la inmensidad del espacio y el silencio.
Un abrazo
Pascual


ENCUENTRO

Andar montado en un camello, es más o menos como estar subido al carajo de un bergantín.
El desierto es el mar de arena que acompaña la comparación y el dromedario tiene un caminar lento que te hamaca en unos medios círculos a derecha e izquierda. A diferencia del caballo el cuerpo se pega al animal de tal forma que se puede dormir durante largas jornadas.
La inmensidad del manto amarillo destaca las pequeñas cosas, casi en el mismo momento en que aparecen.

Por eso, que apenas asomó esa figura en el horizonte, una unión óptica y de pensamientos surgió entre los dos.
Después, todo fue cuestión de tiempo. No sé por qué, se me ocurrió que podía ser una mujer. Una mujer hermosa, quizá rubia, de larga cabellera y ojos de esmeralda.
El desierto colma de fantasías la mente y  se abre y corre más que nuestros pies, aunque sean los de un príncipe.
Tal vez sea una princesa queriendo escapar de sus designios para enfrentarse con el destino y acaso no “estaría escrito” que ella y yo nos enamorásemos a primera vista y este humilde príncipe del desierto acreciente su riqueza en un camello y ¿Por qué no ha de venir ella adornada con un rubí en la frente y un collar de brillantes? ¿Por qué Alá no ha de favorecer a su fiel servidor?
Después de todo fue cuestión de tiempo, media jornada y supimos que yo estaba en cuatro patas y ella en cuatro ruedas. A media tarde ya se oía el motor. Revisé la ración de agua y las galletas, puede que tuviera que compartir o era de esperar que fuera la portadora de deliciosos manjares; puede que se aproxime con un canasto lleno de dátiles y ya esté planeando una gran fiesta de bodas con muchos invitados y muchos regalos para este príncipe del desierto.
No me equivoqué, su cabellera rubia competía con el sol y la arena. Dos soles de esmeralda daban los últimos brillos al atardecer y un rubí amenazante cubría de rojo el horizonte.
Mis ojos negros se avergonzaron de pronto y cubrí la cicatriz de mi cara morena bajo el turbante.
Habíamos hecho tantos planes para nuestro encuentro que cuando nos cruzamos, sólo atinamos a levantar la mano.
  
Pascual Marrazzo©

lunes, 23 de abril de 2012

El vitral


Hola lectores
Desde un día azul de otoño, les envío "El vitral" Un cuento para entendidos, para descubrir cuál puede ser la Diosa vengativa.
Un abrazo
Pascual


EL VITRAL

 
-      La poesía es el filtro del alma – dijo Roberto sin detener su mirada en el vitral.
Sabía ser rotundo en sus apreciaciones, pero de ahí a lo profundo había grandes dudas.
Por ello es que volví a insistir:
-      El vitral no es sólo poesía, tiene atrapada a la aurora, hay un fuego interno en él, un mensaje de las Diosas mitológicas.
Roberto me miró con una mueca obligada en su cara:
-      Un vagabundo como tu, que no cumple con las mínimas reglas y ni siquiera puede extraer el olvido de su propia cabeza ociosa, quiere ahora darme una larga lección de arte.
Inmediatamente tomó una piedra y la arrojó contra el vitral. Un gran bostezo lo atacó, fue como un sortilegio, un segundo antes que lo  devorara  la ignorancia.
                                              …………..

-      El señor tuvo un paro cardiaco, murió – lamentó el paramédico.
-      Sí, alguien rompió el vitral y él amaba el arte – mentí.
Cuando todos se fueron volví a recomenzar el armado del vitral, pero esta vez  invocaría solamente a Afrodita.

                                                                            Pascual Marrazzo ©

sábado, 21 de abril de 2012

El violador


Hola lectores
Desde un día gris, con amenazas de frío, les envío "El violador" Un cuento didáctico, para tener en cuenta y saber defenderse, con un final de cuento para deleite de los fanáticos de la lectura.
Un abrazo
Pascual


EL VIOLADOR

El sol ya está enterrado  en los puentes de Turdera y yo vuelvo a casa con ardor de soledad en mi aliento. Hay un hombre que no me saca la vista de encima y, para colmo, hoy recibí en mi trabajo, un mail con las indicaciones de prevención contra violadores.
      Evitar el pelo largo (y yo lo tengo hasta la cintura), mirarlo a los ojos fijamente antes de que ataque (de esa manera tendrá miedo al reconocimiento y tal vez se arrepienta), lo estoy mirando, pero me parece que lo estoy entusiasmando, porque me guiñó el ojo.
      No pida auxilio, no diga socorro, grite con todas sus fuerzas: fuego ¡fuego!. De esa manera la gente acudirá, de lo contrario no se meterá por miedo a tener que atestiguar, etc.
      El violador ataca a las mujeres de ropas livianas y fáciles de arrancar (Y yo justo con esta blusa transparente que se me desabrocha sola). A las distraídas que hablan por celular (Ahora, que  le acabo de poner un mensaje de texto a Pascual).
      Atacan después de las 22,30hs. (Yo ya estoy rejugada, es casi media noche).  Qué poca gente que está quedando en el tren, se bajaron casi todos en Llavallol.
      No lo puedo creer ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? El tipo se vino a sentar enfrente, alargó una pierna entre las mías, es un cara rota.
      Si me muevo me va a atacar, me tiene aprisionada (y si me bajo en Monte Grande, es tan oscuro, puede ser peor), mejor en El Jagüel y corro hasta el kiosco. Lo voy a seguir mirando, es importante que lo mire (Mírelo a los ojos, lo hará dudar y es posible que no la ataque).
      Carajo, ya no queda nadie y el kiosco del Jagüel está cerrado, este hijo de puta me va a atacar en Ezeiza. Tengo que hacer algo, pero no me responden las piernas, las tengo agarrotadas, dormidas en el roce de su pantalón y no las puedo mover.
      Tengo que gritar fuego, fuego, lo más fuerte que pueda, atraer a la gente de los otros vagones, es mi última oportunidad y me decido. Pero de mi garganta sale un fuego lastimoso, sin fuerzas y el sujeto se sorprende, sonríe y saca su encendedor.
n      Señorita, si se decide a sacar el cigarrillo se lo prendo.
      Me lo dijo tan cortésmente...
                                                                                                                         Pascual Marrazzo ©

viernes, 20 de abril de 2012

El viagra


HOLA LECTORES
Desde un día azul de otoño, les envío "El viagra" Un cuento de rigor científico y de falta de jurisprudencia.
Un abrazo
Pascual


EL VIAGRA

La presión en el pecho dificultaba mi respiración. El sexo maltratado no aceptaba la suavidad de las sabanas, que lentamente, casi sensualmente, corrían como una seda dispuesta a despertarme las ganas de seguir amando.
Me ataron las muñecas y los tobillos a las barandas metálicas y frías que me recordaban las voluptuosas fiestas. A las insaciables bocas de Mimi y Marlene. Al aviso de las dos M & M boquitas pintadas – llámanos.
Entré en una boca oscura que pronto comenzó a chirriar sus dientes de lata, mientras un canto de sirena perforaba mis oídos. En el traqueteo, alguien me puso una máscara y sentí el alivio del oxigeno. Ahora la sirena parecía un grito ajeno, distante y desesperado que me llamaba. El oxigeno me congeló el corazón, el frío se desparramó por todo mi cuerpo y tensó todos mis músculos. El llamado se hizo lejano, aullaba y aullaba, hasta que me dejó en paz.

-      No llegó. -  dijo el médico de la ambulancia.
-      ¿Qué le pasó? -  pregunto la enfermera.
-      Se pasó de “Viagra”.
-      Pobre.
-      Mírele la carpa, va a poder seguirla en el más allá.
-      No sea salvaje, más respeto con los muertos que se lleva el Señor.
-      A este se lo lleva para aliviar a las monjas.
-      No sea guarango, que Dios lo va a castigar.

La enfermera arrastró la camilla por un largo pasillo impresionada por el mástil, que ante los movimientos del corto viaje hacia la morgue temblaba bajo las sabanas.
La curiosidad de la mujer quiso saciarse y dobló en la primera antesala que encontró. Cuando lo descubrió, encontró un falo morado con un brillo de vida imposible de imaginar. La osadía de sus manos lo tomaron con cierta violencia  y el hombre se movió. El grito de la mujer no se hizo esperar y el pene del difunto cayó de rodillas y se recostó vencido sobre el pubis.
El certificado de defunción fue muy discutido, algunos hasta quisieron desdoblar la hora, como si una parte de su cuerpo hubiera muerto después.
                                                                                                   
                                                                                                                   Pascual Marrazzo ©