lunes, 6 de febrero de 2012

El asador

Hola lectores
Desde un día azul de verano, les envío "El asador" Un cuento breve, donde se interpreta el sentimiento del mejor amigo.
Un abrazo
Pascual


EL ASADOR


A fuego lento, Oscar le iluminaba las costillas al asado.
-- ¡Cuidado que quema! – le dijo a Bartolo, que ya quería prenderse de un chorizo: -- Usted tiene que esperar m´hijo. Primero los comensales, después nosotros comeremos tranquilitos – le dijo.
Pero Bartolo había visto a Oscar meter el cuchillo y llevarse un bocado a la boca, así que con un poco de resentimiento se sentó a esperar con los ojos iluminados por el fuego.
El asador lo dejó en soledad con una última mirada de reproche, pero él cumplió y no le tocó ni una costilla. Oscar volvió con una fuente vacía y la llenó de chorizos. Se volvió a ausentar y repitió nuevamente los pasos, ahora con las tiras de costilla. Bartolo observó que no dejó nada en la parrilla y se preguntaba qué iban a comer.
¡Un aplauso para el asador!.. y se escucharon las palmas de las manos.
-- “Comen como lima nueva” - repetía Oscar. --“Medio pijotero el patrón, che” - agregaba dirigiéndose a él.
Bartolo lo escuchaba con la boca llena de hambre, escondiendo sus instintos para no deslucir, entregándose a mirar como un amante las pocas brasas que ardían desesperadas, resistiendo el ahogo de las cenizas.
La puerta del quincho fue perdiendo el embrujo mágico de los momentos de entrega. Comenzó a mostrar la retirada de los invitados, y de las ventanas se iban apagando las risas acompañadas por una tenue luz. Don Francisco se retiró, no sin antes decirle al parrillero:
-- Gracias Don Oscar, se puede quedar con el asado que sobró, que tenga usted buenas noches – así se despidió.
Mi patrón es tan educado, como amarrete - pensó Oscar. Pero le devolvió el saludo y se enfrentó avergonzado al Bartolo que acechaba indiferente la nostalgia de la madrugada. Cómo le iba a decir que no había sobrado nada, el respeto es lo primero – meditó.
Oscar salió con una fuente llena de huesos pelados y se acomodó junto al Bartolo:
-- Bueno, llegó la hora compañero – le dijo a su mejor amigo.
Se sirvió un vaso de vino tinto bien lleno y le vació el recipiente en el pasto. El Bartolo bailaba con la cola y gemía: el baile por la comida y el llanto porque su dueño se había quedado sin nada.

Pascual Marrazzo ©

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