martes, 5 de octubre de 2010

Ataduras

Hola lectores

Desde un día azul de primavera, les envío “Ataduras” Un raye para leer con mucha atención o un par de veces, porque metafóricamente se refiera a distintas clases de ataduras. Muy especialmente las propias de nuestra naturaleza humana.

Un abrazo

Pascual



ATADURAS



Estoy atado y no puedo volar en plenitud, es el riesgo de haberle enseñado a una mujer, cómo se ve, desde acá arriba y ahora extraño mí otra ala. Porque la libertad nunca es plural, el “semeantoja” es individual y si son dos, es a medias, está siempre subordinada. No se trata de una declamación de independencia machista o feminista, hay quienes disfrutan de los lazos y los anillos y no pueden vivir sin ellos.

Hoy el otoño tiene arranques de ira y sopla. El árbol quiere esperar la primavera en soledad libera las hojas. Estas se convierten en devolución y pagan la deuda con la tierra. Van de a dos “Hasta que la muerte los separe”, otras, van solas y se entregan a la ultima aventura con la esperanza de una nueva vida.

Se usa mucho el –“Que te pueda hacer feliz”. Nadie puede hacer feliz a nadie, para ser feliz hay que luchar consigo mismo. Hay un largo discurso para decir quién fue y un gran desconcierto para decir quién soy. No es resorte del otro ser feliz, sino la aceptación de la vida tal cual viene. Si hay alguien que ayuda, mejor, pero siempre es uno.

En este rumbo donde se navega con la vela del destino, el océano despierta los olvidos de la misma manera que hace naufragar los recuerdos. La memoria se esconde en la inmensidad y cuando decide aparecer se convierte en una indiscreta ironía. Pero si se toma vuelo, desalojado del temor de perderse, nos acompañamos confundiendo nuestros sueños y en una perfecta pareja conseguimos la libertad de los cuerpos. Porque la utópica, la perfecta se asemeja a la muerte.

Estoy abroquelado de pupilas de ternura y trato de preservar esta iluminada intimidad. Me ronda la tarde y un aguacero desciende sin prisa. Estoy libre, arrebujado en una tibia cobija, de vez en cuando aprieto perezosamente la almohada, el silbato del tren es una pincelada de recuerdos. Qué difícil es querer contrariar a la naturaleza, cuando no hay quién te rasque la espalda y el deseo se mueve, se conmueve, corre a buscarla.

Pascual Marrazzo ©

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