lunes, 23 de julio de 2012

Jugando con el abuelo


Hola lectores
Desde un día gris de invierno, les envío "Jugando con el Abuelo" Un cuento breve para entendidos (abuelos y nietos) 
Un abrazo 
Pascual

JUGANDO CON EL ABUELO



      Hay una edad en que los chicos se la pasan preguntando. Las respuestas, a veces sencillas, a veces no tanto, se enfrentan a preguntas nada comunes.

      La curiosidad del niño elige a aquellos que con paciencia van contestando una a unas todas sus preguntas. El chico intuye cuando se le dice algo como para cumplir. Por eso se dirige a las personas confiables que tiene en su medio. Primero la mamá, después el papá y si estos no tienen tiempo para él, van al abuelo.
      Patricio Alcides Ferreira tenía ocho años y sus padres lo habían llevado a la estancia “El Pato” donde su abuelo oficiaba de encargado. Era la primera vez que se enfrentaba al horizonte verde y circular de los pagos de Coronel Suárez.
      Sus padres, entretenidos en tantas palabras con la abuela que no daba tregua con las noticias, no tenían tiempo para él. Así que enfiló para el patio donde el abuelo mateaba al lado de un brasero.
-      ¿Abuelo: cuántos nombres tenés?
-      Dos nombres: me llamo Ramón Alcides Ferreira.
-      ¿Alcides como yo?... ¿Te copiaste mi nombre?
-      No señor, yo me llamaba Alcides antes que usted. Su padre le puso ese nombre en honor a su abuelo, que soy yo.
-      A mí no me gusta, hay un chico en la escuela que dice que Alcides no es un nombre y me hace burla.
-      Es un bolacero su amigo, Alcides es el nombre de uno de los hijos de Hércules, es el Dios de la fuerza. Usted se tiene que sentir orgulloso de tener ese nombre, su amigo habla de envidia.

      El muchachito le dio un respiro a Don Ramón. Treinta o cuarenta segundos que usó para escribir su nombre en el piso de tierra con una ramita seca y volvió a la carga:n      Abuelo ¿Por qué la gente crece?
-      (Carajo que se las trae el pendejo – pensó antes de contestar) Porque se toma toda la sopa y se alimenta y eso enriquece el cuerpo y le forma la panza y en de ahí se desparrama y se crece – salió del paso suspirando.
-      Ah... ¿Amanecerá mañana abuelo?
-      Es claro que amanecerá... Mire, la tierra da una vuelta todos los días y se enfrenta al sol. De ay que aparece el amanecer.
-      ¿Y...?
-      ¿Y qué mijo?
-      ¿Nunca se va a parar la tierra?  
-      No. Quédese tranquilo que nunca se va a parar, está dando vueltas hace miles de años ¿Por qué se va a parar ahora? No mijo, nunca se va a parar.
-      ¿Por qué la estancia se llama el pato, abuelo?
-      Porque al abuelo del dueño le gustaba jugar al pato.
-      ¿Y como se juega al pato?
-      Se juega con una pelota que tiene manija, el jinete tiene que agarrarla del suelo y embocarla en una red.
-      ¿Y, por qué le llaman pato?
-      Porque antiguamente jugaban con un pato, lo agarraban del cogote y lo boliaban.
-      Me esta bolaceando abuelo, como va a agarrar al pato del cogote. Se muere llorando el pobre pato.
-      Y es claro que se morían, pero no lloraban, ni el grito le salía del gañote.

      Al niño le agarró un ataque de risa pensando en las ocurrencias del abuelo, pero al calmarse volvió a arremeter con las preguntas.
-      Abuelo ¿Es cierto  que alguien llora cuando llueve?
-      Depende, la gente le pide a los Santos en la seca y a veces escuchan todos y es cuando diluvia, vio. En cambio cuando  escuchan unos pocos llueven cuatro gotas locas.
-      ¿Y donde están los Santos?
-      En el cielo, arriba de las nubes.
-      Papá dice que están en todas partes y que no se ven.
-      ¿Y por qué me pregunta a mí entonces?
-      Para ver si sabía, el papá dice que usted lo sabe todo.
-      Bueno mire, el único que está en todas partes es Dios y los angelitos de la guarda que tiene usted, los demás viven en el cielo. A veces en casos muy especiales sabe bajar alguno. Y dígame ¿Por qué está tan preguntón lo ha agarrado para el churrete a su abuelo?
-      No, abuelo.
-      Entonces déjese de preguntar y póngase a jugar.
-      No tengo con quién jugar.
-      Póngase a estudiar ¿No tiene deberes de la escuela? 

      El niño se fue y entró en la casa. El silencio se adueñó del patio para escarmentar al abuelo, pero fueron sólo unos minutos. El muchachito volvió. Ahora con un cuaderno y un lápiz y se sentó junto a su abuelo que lo miraba de reojo.
      Patricio escribió un título en el margen superior de la hoja (“El Árbol”) y se quedó pensativo.
-      ¿Qué está por escribir, se puede saber?
-      Ahora el preguntón es usted abuelo.
-      No me falte el respeto, que yo puedo preguntar todo lo que quiero.
-      Pero usted se enojó, porque yo le preguntaba.
-      Yo me enojé porque usted me estaba tomando el pelo. Si quiere contar me cuenta y si no se lo guarda, me da lo mismo...
-      Tengo que escribir una composición por el día del árbol.
-      Me parece muy bien, acá tiene para inspirarse bastante.
-      ¿Por qué es tan importante plantar un árbol abuelo?
-      Según dicen; el hombre debe tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol.
-      ¿Usted hizo todo eso abuelo?
-      Todo no, me falta el libro, pero a lo mejor usted lo escribe por mí.
-      Pero al final no me dijo por qué es tan importante plantar un árbol...

      Don Ramón se dio cuenta que su nieto lo quería chucear a preguntas y decidió jugar.
-      Es importante porque se cosecha la sombra. ¿Y a usted que le parece?
-      A mí me parece que es importante porque si no los perros no tendrían donde mear.
 
      El abuelo sintió que el niño le había metido el primer gol. No le gustó mucho pero aguantó para tomar revancha.
-      Que le parece si ahora pregunto yo.
-      Pregunte abuelo, yo no me enojo.
-      ¿Cuál es la parte de atrás de un árbol?
-      Depende de donde se lo mire abuelo, siempre es la parte posterior a la mirada.
-      Se cree muy inteligente, pero le erró como a las bochas.

      El chico no se dio por vencido y quiso rectificar creyendo adivinar cuál era la verdadera contestación.
-      Ya sé abuelo, es donde se encuentra la sombra.
-      Ni cerca mijo. Se lo voy a decir si me promete guardar el secreto y no decírselo a su padre.
-      Esta bien, no voy a decir nada.
-      La parte de atrás del árbol, es donde está el sorete.

      Demás está decir que estallaron en un ataque de risas.


                                                                                                     Pascual Marrazzo ©

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