jueves, 29 de noviembre de 2012

Escaleras



                                                                                                                  

Hola lectores

Desde un día gris de primavera, con amenaza de lluvia, les envío "Escaleras"

Un cuentito para alegrar la mañana de los pícaros.

Un abrazo

Pascual


ESCALERAS

 “El balance es positivo y dentro de las cosas divertidas, al borde de lo absurdo y de la lógica mía esta quererte con una paz que sólo Pas sabe trasmitir, eres el hombre que por la gran experiencia vivida devuelves cosas lindas, eres mi elixir, mi pasionaria, mi calmante, eres un dotado por ser una persona que mira la vida con una óptica distinta al resto de la mayoría de los hombres de hoy.

Por eso me permito elegirte día, a día. No escribiré poemas, pero vivo mis poemas, mis fantasías contigo.
Te espero, te amo.”

Lo primero que me vino a la mente fue el dolor de las rodillas, junto al peso de la infidelidad, esa que algunos señalan como pecado. Al primero lo alivié asiéndome de las barandas, a la segunda le prometí una compensación de esas que rozan la felicidad. Esto de subir para llegar es una parodia de la vida misma, los escalones son la resistencia, el esfuerzo diario que exigen las metas ¿Por qué la existencia nunca arma el camino en el llano? No lo sé. Será tal vez que no sepamos encontrar el camino del “no te metas”.   
En el tercer piso se sumaron al dolor, la cintura y un poco el brazo derecho. Pero le di una importancia relativa pensando en la ley de Einstein sabiendo que si uno quiere avanzar ¡avanti, avanti, siempre  avanti! ¿Quién habrá sido el hijo de puta que dijo esto? Ahora ya estaba en el quinto, tenía la frente mojada y podía sentir los latidos desesperados de mi corazón. Dos pisos más y el presentimiento que se me disparó ¿Estará? Lo único que falta es que no llegue a estar. Ya me veía sentado al pie de la puerta del 7ºC, porque no podía mover ni el dedo meñique. A esta altura me sentía un héroe, pero no me salían las palabras, sólo una respiración agitada y profunda. No había manera de poner la marcha atrás, así que esperé unos minutos para recuperarme y le di unos tres golpecitos a la puerta como habíamos quedado. No se hizo esperar, estaba, como siempre, esperando con su deshabillé suelto de marras.
-  Hola osito.
-  Hola bombón.
-  ¿Qué te pasa mi amor?
-  Nada, ese ascensor maldito que no quiso subir.
-  Ya está, lo importante es que llegaste. Ya va a volver a funcionar sin que se pare.
-  No, no, lo importante ahora es, que se pare.

                                                                                                               Pascual Marrazzo©

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