jueves, 29 de enero de 2009

La última (raye)

Hola lectores

Desde un día azul de verano sin tregua, les envío "la última", La historia la pueden expandir ustedes.

Un abrazo.

Pascual.



LA ÚLTIMA

El cansancio me amuró en una mesa arrinconada de penumbras. Bostezo remembranzas de hastíos y desfilan los vicios: reputonas, lenguas, lunares y mucha piel desnuda.

Una niebla de humo artístico compite de boca en boca, de nariz en nariz, arremolina y resopla entre los rayos de luz.

Ella se vuelca en mis rodillas y en mis hombros, pide una copa y me embrutece con su perfume. Sus piernas se enlazan y sus senos blancos se desatan del esqueleto. Resplandecen un par de botones rosados que reviven mi memoria, de cuando daban de mamar a los críos, a mis críos. El contraste me abarrota de recuerdos, desando recovecos de laberintos y me embolo en la tristeza. Ella se da cuenta, mortifica con preguntas insípidas - “cómo están” – “van a la escuela” - luego cambia de táctica. Ahora la ilumina la codicia y pide otra copa, se retuerce en mis brazos como un gusano, ensaya una copula artística con un beso que babea en mis labios callados.

Se colma mi angustia y me pregunto si tiene que ser hoy. Es la pregunta repetida de siempre; la que me lleva y me trae; la que enerva y repele. La que se remacha en mi seso y calcina mi amor enterrado.

Me dejo llevar por la incoherencia; ella se levanta, me invita a bailar, se menea, se refriega y se entrega. Me acorrala hasta el fondo del cabaret y abre una puerta. Aparece una imagen de muebles, gastada, repetida; pero que ahora, recién ahora sé que es la última. Sé que no me miento más, basta de revueltas, llego así apresado por el hartazgo, con el vaso vacío. Los sentimientos se me desgarran, fallecen, chupan los cimientos fragmentados y vuelvo a la castidad. Me despojo de las antenas pudorosas, de los ojos degenerados y me animo. Ahora puedo, sé que puedo. Su cuerpo desnuda lo que queda por desnudar y se retuerce en la cama como un bandoneón sin aire, sin música. Son mis manos las que aprietan ese silencio, hasta el último suspiro.

Pascual Marrazzo ©


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