Hola lectores
Desde un día gris de verano, les envío “La primera soledad” un cuento breve, de protesta. Pero con un agregado para intentar llegar al pensamiento.
Un abrazo
LA PRIMERA SOLEDAD
En realidad, no puedo precisar exactamente cuándo fue. Sí sé que se instaló a mi lado y se quedó para siempre. Tal vez una noche de invierno, algo después de la desaparición de mi papá o cuando mi mamá decidió ir a buscarlo. Una de esas en que a mi aliento lo veía como a una nube sucia. La de cuando el raído sobretodo no me alcanzaba y desarmaba las cajas de cartón para taparme. Esas en que hacía de la soledad una amiga caliente que me distraía la piel de gallina. Que me hacía volar en mis sueños y me entregaban entero a la mañana siguiente, para que mis músculos pudieran responder a las exigencias de la bicicleta y mi garganta grite ¡ Diareoó, diareooó! con el suplemento del “Día del Niño” ¡Diareoó! Y mis manos puedan envolver las hojas calientes y sucias de mentiras.
Soledad que me acompañaba en las mañanas de lluvia y me lavaba la cara como si fueran las manos de una madre lejana.
Soledad montonera que me deletreaba en las hojas mojadas: “Los únicos privilegiados son los niños”. Será que el dolor y la miseria nos hacen crecer tanto.
Sí, ya sé lo que me van a decir: “Son casos tan reales, que no llegan a cuento.” La literatura nos entrampa en un panfleto y nos rechaza, pero no importa… Yo voy a insistir, no por mí, sino por los que quedan, los que siguen pegados a la primera soledad.
Pascual Marrazzo ©
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