Hola lectores
Desde un día azul de verano, les envío “La cura de la locura” Un cuento que trata de un paciente con aptitudes de sanador.
Un abrazo
LA CURA DE LA LOCURA
En ese pesaroso periodo transcurrido en la primera semana de tratamientos psicológicos, había descubierto que la certeza es frágil y el aliento no siempre alcanza para el después. Que puedes sentir amor por alguien aunque no te crea y que el eco no es una respuesta. Saturado de prejuicios y dietas de condiciones, decidí escapar.
No fue una cuestión de intolerancia, sino más bien de confianza. No quise intentar el logro de la rutina sedentaria. Mi paraíso es un encanto reconocido, un privilegio esculpido por la naturaleza humana: donde las utopías se logran, el trabajo es aliado del arte y el toro le exige al matador una pelea limpia.
Es por eso que estuve deseando encarar un cambio invitando al grupo protector, para sanarlos con mis incoherencias: Embellecer la práctica de las reuniones con caminatas en pos del gozo y no de la salud, resistir el exceso del fuego que se enciende en el amor, dejar de rimar palabras y coincidir los pensamientos con las miradas, jugar al TA TE TI con la vista puesta en las estrellas, rondar sin destino tras el perfume de las flores y recordar a los amigos tomados de las manos…
Ahora dicen que estoy más loco que antes, que no debí dejar de ir a las sesiones y no puedo dominar mis energías. Todo porque me puse alas y quise escalar el Obelisco. Como si la Avenida 9 de Julio no fuese suficientemente grande para poder aterrizar. No deberían, (no pueden) privarme de un vuelo rasante por una ciudad iluminada que conozco como la palma de mi mano. Ellos no saben que lo hice tantas veces. Que ahora mismo estoy volviendo y acabo de aterrizar dentro de este encierro.
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