Hola lectores
Desde un día primaveral de invierno, les envío "La cama" Un cuento con una dosis de erotismo y fantasía para ir poniéndonos a tono con nuestra feria del libro que comienza mañana y cuya temática es la sexualidad.
Un abrazo
Pascual
LA CAMA
A Federico le habían dicho que era del siglo XV y que la trajeron de Francia para una casa de citas, allá por el mil ochocientos. Era de ésas que tienen cuatro columnas de madera labrada. En su tiempo, quizás estaría toda cortinada y vaya uno a saber a quiénes había acogido o, como decía él, cuántos habían… Lo cierto es que ahora era un esqueleto viejo lleno de picaduras de tachuelas que sólo le había costado cuarenta pesos.
Le llevó unos meses de cebar mate en la carpintería para convencer al gallego de que se la pusiera en condiciones. Lo importante fue que, cuando terminaron, quedaron prendados de ella. Le habían colocado luces de distintos colores y reconstruido el espejo en el techo. Con satenes y terciopelos, negros y rojos, la vistieron de cortinas.
Federico reemplazó la cama turca en su pieza de soltero y pintó el cielorraso y las paredes de negro, salpicándolas con estrellas de pintura fluorescente. Eliminó toda otra luz extraña y consiguió el efecto deseado; que la cama parezca una gran lámpara flotando en el medio del espacio.
Había trabajado obsesionadamente, más que por el arte, por el amor a Zulema, su novia, a quien él, día a día le había contado sus adelantos, planificando de esta forma su primer encuentro de amor íntimo. Para poder ejercer el erotismo y perderse en la libertad plena que exigía el hambre de la juventud.
Estaba tan entusiasmado, que ella no se negó, pero tampoco asintió. Al principio se había sentido animada y visitó un par de veces la carpintería. Pero luego comenzó a sentir miedo, un miedo supersticioso, intuitivo, que no podía dominar. Él, en cambio, atrapado por la ansiedad, quería concretar lo antes posible.
El amor y la pasión de la adolescencia triunfaron y arreglaron todo para el encuentro. Entraron y cerraron la puerta quedando en completa oscuridad. Se abrazaron con la desesperación de las urgencias y desnudaron sus cuerpos. Fue en ese instante cuando la cama se iluminó y pudieron ver cómo se les escapaba entre las estrellas. Mientras ellos, muy lentamente, caían al vacío.
Pascual Marrazzo ©
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