jueves, 24 de mayo de 2012

Verde


Hola lectores
Desde un día azul de Otoño, les envío "Verde" Un cuento breve que rescata varios personajes de barrio porteño en un tiempo no muy lejano.
Un abrazo
Pascual



VERDE




“¿Si verde estás así, cómo estarás madura?, Pri, pri, papá, papá, papita pal loro…”
Todo lo pensé y todo me lo guardé, que lástima ser un gorrión y no un canario pa´cantarle algo lindo a la mina esta.
Camina como una diosa y su vestido verde le marca toda su… ¿como se dice?... sensibilidad, no, su sensualidad, eso sensualidad.  No es muy jovata ni pebeta, pero ese verde le sujeta la edad… le sujeta y las otras cosas también. Pielcita morena… invitadora y dulce como la miel… ojos negros… como las manchas de betún en las medias blancas, viste.
Que maquinita mamita, como me gustaría ser el Tito pa´seguirla y chamuyarla hasta que afloje, porque el Tito sí que tiene pinta, pinta y labia pa´vendé la lombrí. En cambio a mí se me atraganta todo y eso que yo siempre me digo: Te tené que animar laucha, alguna vez tiene que ser. Yo siempre me acuerdo lo que le dice el Tito y cuando quiero decí lo mismo se me hace un nudo, se me hace; como el otro día, cuando él le dijo: “Chau traviesa”. Casi la derrite, ella le mostró todos los dientes, le mostró, hasta las encías y los ganchos se le vieron a la Leonor… la  que trabaja en la tienda del miseria. Después, cuando yo quise decí lo mismo… y eso que me acordaba y estuve practicando, chau traviesa… pero los nervios, no se, cuando la tuve a tiro me salió: chau guaranga. Me dejó un zumbido en la oreja, me dejó; eso sí cuando se enteró el Tito casi la amasija, porque el Tito e´bien macho y ademá e´mi amigo; le dijo que me tenía que pedí disculpa, que no sabía aguantá una joda… Yo le dije que la dejara, que era culpa mía, despué el Tito me dijo que no me animalara… no, que no me amilanara, ahora si me salió, eso quiere decí que hay que seguí pa´delante y ademá me dijo que yo no era meno que nadie,  que porque me falta un brazo uno no´e meno, al contrario e´má, porque yo trabajo ma´que otro y e´cierto porque, que laburo, laburo. Y me enseño un motón de cosa má, me enseñó… como esa que dice: “Si me acompaña tu dulzura, tomaría mate amargo toda la vida”… Yo no entendía, pero él me lo explicó: “quiere decí  que ella e´el  azúcar que le  falta al mate que
va ‘toma. Qué te parece, no’ e  un bocho el Tito? Que imaginación loco, que imaginación…
Uy… ahí viene de vuelta la nami de verde, te tené que animá laucha, eso sí, palabrota no, el Tito dijo: “Si te equivocá no importa, pero palabrota no, acordate, a las señoras decile señorita, eso sí les gusta.”
Ya la tengo cerca… voy a empezar con señorita como dice el Tito… eso, eso señorita: Señorita, señorita… ¿se lustra señorita?


Del libro: “Los cuentos de Pascual”
Editorial Nosotros El Sur

miércoles, 23 de mayo de 2012

Paseo matinal



Hola lectores
Desde un día azul de Otoño, les envío "Paseo matinal" Un cuento que encierra una metáfora oculta que termina cuando dice  "ella sabe que no tiene que cruzar" Lo que sigue es un final inesperado.
Un abrazo
Pascual




PASEO MATINAL

Una mañana quieta, desierta, temprana… como todas las mañanas de domingo. Apenas un reflejo de sol que presagia que no habrá tregua de verano. Las veredas del parque todavía están tibias, un borracho duerme su mona a lo largo de un banco. El humo de mi pipa flota aquietado y el follaje está inmóvil… si no fuera por el olor del tabaco, diría que estoy mirando un gran cuadro. Ella está a mi lado, observando mi quietud y tratando de adivinar mis pensamientos. Su mirada en forma de pregunta tiene la fuerza suficiente para sacarme de la actitud de espectador. Siento cierta vergüenza, ya que por lo general el tiempo que transcurre en la mañana del domingo, le pertenece… es el único que puedo darle. Pese a todo, su fidelidad es inmensa. Supero mi abstracción, apoyo mi mano en su cabeza, entrelazo mis dedos en su pelo, hasta que la empujo suavemente y corremos alocados por el césped. Pronto me doy cuenta de que llevo todos mis años a cuestas y me voy quedando atrás, entonces comenzamos un juego: ella se da vuelta y me mira… es la invitación a un ritual que se repite domingo a domingo, renuevo mí fuerza para alcanzarla y ella corre, corre, ágil, descalza, hasta desaparecer. Nuevamente siento una sensación de quietud, busco un sendero, se que ella aparecerá, como siempre, exaltando mi corazón. Mi marcha se va aquietando, se que la veré en algún momento, con alguna de sus sorpresas. Los colores cambian, entro en la sombra de los árboles gruesos que cierran el cielo, dejando pasar, alguna que otra vez, algún hilo dorado. Y en este marco expectante, aparece ella. Su figura desnuda no desentona; yo en cambio, me siento un intruso atrapado por la naturaleza. Se abalanza sobre mí casi salvajemente, rodamos, nos revolcamos y jugamos, dejándonos llevar por el vacío de la cordura hasta quedar exhaustos. Tengo la espalda dolorida, ella jadea, me levanto y emprendemos el regreso. Al salir del parque noto que han pasado un par de horas, la ciudad comienza a despertar, ella se para en el cordón de la vereda y me mira, sabe que no tiene que cruzar, saco de mi bolsillo la correa, la engancho en su collar, cruzamos y volvemos a casa.

                                                                                                                                    Pascual Marrazzo ©
Del libro “Los Cuentos de Pascual”
Ediciones Tu Llave, colección: Nosotros el Sur

lunes, 21 de mayo de 2012

La visita

Hola lectores

Desde un día gris de Otoño, les envío "La visita" Un cuento breve, que trata el abandono.

Un abrazo

Pascual



LA VISITA


“El que te quiere de verdad, no vendrá a visitarte solamente los días domingos”. Sabias palabras las de mi madre; esto es una romería los domingos. Pero los días de semana, nada, y no ha de ser porque no encuentren mi morada. Nadie puede alegar que no me encuentra, está escrito el letras relevantes y a la vista de todo transeúnte, Malena Carmen de Sensini.

Manuel, es el único que me visita los martes, dice que no le gusta el chusmerío, que quiere estar conmigo a solas. Pero yo lo conozco muy bien, siempre ha sido tímido y parco para todo. Con decirles que viene y se pasa horas sin hablar y yo tengo que adivinarle hasta los pensamientos.

Si no fuera por él, ya me abría mandado a mudar, pero él me quiere y uno no existe si no lo quieren, por lo tanto lo tengo que cuidar.

Últimamente me estoy cansando de ser un alma libre encadenada por las visitas de Manuel, él es el único que me retiene. Al final de cuentas ¿Qué hago aquí? En este pueblito de soledades.

Cuanto me pesa mi libertad en su presencia, pero no lo puedo dejar, se ha abandonado un poco, se lo ve tan mal al pobrecito que un día de estos me lo traigo a casa y chau, se acabaron sus penurias.

Se le ha pasado por la cabeza quedarse aquí, pero mucho no le gusta, siempre le tuvo un chucho a esto. Aunque últimamente me parece que otra no le queda, está tan flojito del corazón el pobre, que si el martes logro hacer un ruidito que lo asuste…

Nos tomaríamos de las manos y le diría: vamos Manuel Sensini, dejemos este lugar lleno de casitas pequeñas, adornadas de flores y de cruces.

Pascual Marrazzo ©

Del libro: “Los Cuentos de Pascual”

Ediciones “Tu Llave” colección “Nosotros el Sur”

jueves, 17 de mayo de 2012

La última velada


Hola lectores
Desde una tarde gris de Otoño, les envío "La última velada" Un cuento que muestra el sacrificio de los pioneros y el tropiezo de las nuevas generaciones, con un final de cuento.
Un abrazo
Pascual


LA ULTIMA VELADA

El viejo y pequeño salón de usos múltiples de la Sociedad Española iluminado como en sus mejores épocas y engalanado de flores ¡cuántas flores! Se me ocurre que hoy tengo todo el tiempo para observarlo, escudriñar la belleza de sus arañas de luces. Arañas de luces. Es increíble que alguna vez yo haya tenido tanta paciencia. Pareciera hoy que nos aparecemos con José mostrando dos ruedas de carro, viejas y destartaladas. Muy felizmente dijimos: Aquí están las luces y luego, días y días trabajando en la herrería, puedo ver los golpes en los remaches, los rulos ¡ay esos rulos! Todos decían ¡que arte! Pero yo digo paciencia, y aquí están, encendidas, majestuosas. Parecieran orgullosas, quizás por haber rodado tanto e iluminado esta sala durante cuarenta años.
      Son pocos los que saben que la sala está hecha de adobe, menos los angelitos, a ellos los hicimos de yeso, el primer yeso que llegó a este pueblo. La gente pensaba que moldeábamos a los angelitos con harina, y el pobre Miguel con sus moldes de madera, todavía recuerdo sus gritos ¡y bueno hombre, que quieres, soy carpintero, no modelista de ángeles! Los he visto tantas veces y sin embargo hoy reparo en ellos más que nunca. Los veo vivos sonrientes. Hoy también tranquilizo mi conciencia de cuando me peleé con la mitad de la comisión directiva, porque querían demoler la sala – que no tenía sentido teniendo la sede nueva – que entraba una cancha de tenis más – Y el mocoso, el hijo del  Pepe Almada, ese sí que me hizo subir la mostaza, llamarme a mí – viejo retrogrado – justo a mí que me deslomé trabajando con su padre para que hoy puedan tener algo – Que si no me lo sacan, lo cago a patadas, ese día sí, y que los otros se quedaron en el molde, eh, porque sabían que soy de pocas pulgas. Bueno pero eso ya pasó y hoy todos me dan la razón, lo veo en sus caras cuando me besan, como vamos a tirar por la borda tanto sacrificio, sirve o no sirve el pequeño salón de usos múltiples ¡lo ven, lo ven!  Sirve para escuchar  la música de los niños, porque aunque los padres no quieran saberlo, estos tienen música, los siento a mí alrededor, cuchicheando, y a las comadres haciéndoles callar. Esto se está animando.
      Cada vez se apresura más la gente para poder verme, que alegría, mis hijos me besan, me lloran. Pienso en la pobrecita de mi mujer, que no puede ver esto, pues se fue hace tiempo. Me vino a la memoria  de golpe, después de tantos años, pareciera que la tengo más cerca. Bueno, bueno, tengo que salir de aquí, me sofoco, tengo que salir, sacar mi alma. Rápido, rápido, éste jodido ha venido a cerrar la tapa del cajón.

                                                                                                                           Pascual Marrazzo ©
Del libro “Los Cuentos de Pascual”
Ediciones Tu Llave, colección: Nosotros el Sur

lunes, 14 de mayo de 2012

Esperando a mi dueño


Hola lectores
Desde un día azul de Otoño, les envío "Esperando a mi dueño" Un cuento de fuerte contenido a través de una metáfora y un cierre de cuento.
Un abrazo
Pascual



ESPERANDO A MI DUEÑO


Me siento muerta en mi cuerpo vacío; acostada espero a mi dueño que seguramente, hoy también volverá borracho. Las luces de las hendijas del rancho se van apagando para enseñar la noche. La noche que espera mi voz, mi llanto.      Es preciso que él llegue, que me toque; que llene mi cuerpo de vida con sus caricias; con su aliento de vino, con su voz entonada por la bebida. La bebida… todo comenzó con ese vaso siempre a mano, con la separación de su mujer. Ella tomó tantos celos de mí, que un día estalló… ¡O ella o yo! Y me fue fiel, fiel para que le apañe las lágrimas, para consolar la falta de sus hijos. Fiel para entretener sus manos; para que esté siempre lista, esperando, callada y resignada a vivir por él.
El ruido de la puerta me anuncia su llegada; la luz esparce su brillantez sobre mi cuerpo desnudo. El camastro se inclina bajo su peso; sus manos bordean mis formas de mujer, acarician mi pecho encordado. Siento que revivo, que vibro; a mi boca redonda le cuesta contener el silencio. Sus labios se mueven en susurros de canto y sus manos como garras desprenden de mi pecho; la música… de guitarra enamorada.

                                                                                                                                        Pascual Marrazzo ©
Del libro “Los Cuentos de Pascual”
Editorial Tu Llave colección: Nosotros el Sur