Hola lectores, desde una mañana azul de verano, les envío “La navidad de juan”
LA NAVIDAD DE JUAN
Juan no podía comprender, cómo entre tantas bicicletas que había traído Papá Noel, le había tocado el camioncito de madera. Desilusionado, le escribió una carta pidiéndole cuentas de tamaña discriminación, si al final de cuentas él era el mejor compañero y tenía una medalla del Rotary y si no fuera por la nota de educación física y el asma tendría también el mejor promedio.
No era que no le gustara: tenía las ruedas de corcho como la parte gorda de los tapones de sidra y las tazas de ruedas doradas; lo manejaba un soldadito de plomo parecido a los que manejan la ametralladora en la casa del rusito; los ejes eran como los rayos de las ruedas de bicicleta que su papá tenía en el galpón y en una de las tablas de la caja del camioncito decía moño azul, igualito a la marca de las manzanas; los faros se parecían a las chapitas de cerveza y era verde como los vehículos militares, por eso se lo veía tan cuadrado, pero a pesar de todo era simpático.
Pronto descubrió que sus amigos miraban su camión con admiración y algunos les prestaban su bicicleta con tal que los dejase jugar con él. Podía recorrer una línea y media de asfalto de un solo envión, no se volcaba, ni saltaba porque tenía amortiguación. Debajo de los ejes se cruzaban dos elásticos como los que usaba su mamá para arreglarle los calzoncillos.
Comprendió que no era justo haberle reclamado a Papá Noel; todos le prestaban las bicicletas, todos eran sus amigos – ¿Sabría él, que era el mejor compañero? Para qué querría él ahora una bicicleta – Así se preguntaba y reflexionaba Juan.
Recién llegada la tarde alivió su conciencia, había conseguido retirar la cartita del buzón, le explicó al jefe del correo dónde estaba y se
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