Hola lectores
Desde un domingo de luna llena, les envío “Éramos felices” Un cuento donde se compara la felicidad de los distintos recursos y sacrificios.
Un abrazo
Pascual
ERAMOS FELICES
Yo había estado jugando en la casa del Ernesto y luego junto con él, en lo del Tito. En las dos casas había preparativos para la las fiestas, arbolito de Navidad, regalos y mucha comida, no entraba todo en las heladeras.
Por eso que cuando llegué a mi casa la encontré rara, mi mamá todavía no había llegado de trabajar, como era Noche Buena iba a llegar tarde y yo tenía que retirar a la Teresa, mi hermana en lo de doña Tomasa, que como era la noche del niño Jesús, no la podía cuidar hasta tan tarde.
Me pareció triste mi casa y no era que no tenía papá, sino que no tenía colores. Hasta el hule de la mesa estaba desteñido y no se le notaba el cuadrillée.
Cuando fui a buscar a mi hermanita junté todas las flores que pude robar de los jardines, de esas que sobresalen para las veredas. Al volver las metí en una vieja botella de leche que hacía de florero. Ahora la casa tenía más color.
La Teresa se había quedado dormida, así que aproveche para darle una mirada a nuestra heladera. Estaba la jarra de agua y en la puerta había tres huevos, “uno para cada uno” – me dije – y puse el agua a calentar en un tarro de duraznos, después los huevos, diez minutos y apagar. Mi mamá me lo había enseñado todo.
Cuando ella llegó, yo ya los tenía pelados y había puesto
Qué rico que comimos esa Noche Buena, y con “naranjín”...
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