Hola lectores.
Desde un día azul de verano persistente, les envío este "Sobrepeso". Se
Un abrazo.
Pascual
SOBREPESO
Y una vez te dije que era fácil encontrarme, que me ibas a reconocer de inmediato, porque gorditos y retacones con tiradores hay muy pocos. También te dije que cuando mis ojos sepias se posen en los tuyos se me iban a ver los dientes en forma de media luna.
Y mis ojos se llenaron de alegría y lucieron enamorados, brillaron como dos monedas de cobre, de las nuevas, las de un centavo sin usar, de las que ya no hay más.
Y fue fácil, fuimos directamente a encontrarnos y dentro de esos cuatro mosaicos nos abrazamos y nos besamos – eso no estaba previsto –; durante la cena te conté todas mis ideas y proyectos. Compartí todas las emociones, las que me proponían tu presencia y las que presentían mis deseos. Sin miedos, sin fobias, ni rarezas. Sólo con los defectos de los hombres, de esos que para las mujeres son puras cualidades.
Y llegaste a mis oídos con tus silencios, con el grito de tu mirada, y después, mucho más tarde, con los latidos del corazón y los suspiros del alma.
Y llegaste a mis labios con el gusto del amor a flor de piel, salado y dulce, que no es lo mismo que agridulce, primero la sal y luego el azúcar, una tras otra.
Y mis pulmones se llenaron de un perfume diferente, que no se asemeja al de las flores, aunque cada mujer lo sea, tu perfume es único, es mágico y es el que me llega al corazón.
Y yo con mi principal compromiso, el de ir con la verdad de frente, repetirte que tu piel me atormenta las manos, me prolonga el cuerpo. Y que todo tiene que ver conmigo, con ese sobrepeso de dulzura.
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