Hola lectores
Desde un día gris de invierno, les envío "Jugando
con el Abuelo" Un cuento breve para entendidos (abuelos y nietos)
Un
abrazo
Pascual
JUGANDO CON EL ABUELO
Hay una edad en que los chicos se la
pasan preguntando. Las respuestas, a veces sencillas, a veces no tanto, se
enfrentan a preguntas nada comunes.
La curiosidad del niño elige a aquellos
que con paciencia van contestando una a unas todas sus preguntas. El chico
intuye cuando se le dice algo como para cumplir. Por eso se dirige a las
personas confiables que tiene en su medio. Primero la mamá, después el papá y
si estos no tienen tiempo para él, van al abuelo.
Patricio Alcides Ferreira tenía ocho años
y sus padres lo habían llevado a la estancia “El Pato” donde su abuelo oficiaba
de encargado. Era la primera vez que se enfrentaba al horizonte verde y
circular de los pagos de Coronel Suárez.
Sus padres, entretenidos en tantas
palabras con la abuela que no daba tregua con las noticias, no tenían tiempo
para él. Así que enfiló para el patio donde el abuelo mateaba al lado de un
brasero.
- ¿Abuelo: cuántos nombres tenés?
- Dos nombres: me llamo Ramón Alcides
Ferreira.
- ¿Alcides como yo?... ¿Te copiaste mi
nombre?
- No señor, yo me llamaba Alcides
antes que usted. Su padre le puso ese nombre en honor a su abuelo, que soy yo.
- A mí no me gusta, hay un chico en la
escuela que dice que Alcides no es un nombre y me hace burla.
- Es un bolacero su amigo, Alcides es
el nombre de uno de los hijos de Hércules, es el Dios de la
fuerza. Usted se tiene que sentir orgulloso de tener ese nombre, su amigo habla de
envidia.
El
muchachito le dio un respiro a Don Ramón. Treinta o cuarenta segundos que usó
para escribir su nombre en el piso de tierra con una ramita seca y volvió a la
carga:n Abuelo ¿Por qué la gente crece?
- (Carajo que se las trae el pendejo –
pensó antes de contestar) Porque se toma toda la sopa y se alimenta y eso
enriquece el cuerpo y le forma la panza y en de ahí se desparrama y se crece –
salió del paso suspirando.
- Ah... ¿Amanecerá mañana abuelo?
- Es claro que amanecerá... Mire, la
tierra da una vuelta todos los días y se enfrenta al sol. De ay que aparece el
amanecer.
- ¿Y...?
- ¿Y qué mijo?
- ¿Nunca se va a parar la tierra?
- No. Quédese tranquilo que nunca se
va a parar, está dando vueltas hace miles de años ¿Por qué se va a parar ahora?
No mijo, nunca se va a parar.
- ¿Por qué la estancia se llama el
pato, abuelo?
- Porque al abuelo del dueño le
gustaba jugar al pato.
- ¿Y como se juega al pato?
- Se juega con una pelota que tiene
manija, el jinete tiene que agarrarla del suelo y embocarla en una red.
- ¿Y, por qué le llaman pato?
- Porque antiguamente jugaban con un
pato, lo agarraban del cogote y lo boliaban.
- Me esta bolaceando abuelo, como va a
agarrar al pato del cogote. Se muere llorando el pobre pato.
- Y es claro que se morían, pero no
lloraban, ni el grito le salía del gañote.
Al niño le agarró un ataque de risa
pensando en las ocurrencias del abuelo, pero al calmarse volvió a arremeter con
las preguntas.
- Abuelo ¿Es cierto que alguien llora cuando llueve?
- Depende, la gente le pide a los
Santos en la seca y a veces escuchan todos y es cuando diluvia, vio. En cambio
cuando escuchan unos pocos llueven
cuatro gotas locas.
- ¿Y donde están los Santos?
- En el cielo, arriba de las nubes.
- Papá dice que están en todas partes
y que no se ven.
- ¿Y por qué me pregunta a mí entonces?
- Para ver si sabía, el papá dice que
usted lo sabe todo.
- Bueno mire, el único que está en
todas partes es Dios y los angelitos de la guarda que tiene usted, los demás
viven en el cielo. A veces en casos muy especiales sabe bajar alguno. Y dígame
¿Por qué está tan preguntón lo ha agarrado para el churrete a su abuelo?
- No, abuelo.
- Entonces déjese de preguntar y
póngase a jugar.
- No tengo con quién jugar.
- Póngase a estudiar ¿No tiene deberes
de la escuela?
El niño se fue y entró en la
casa. El silencio se adueñó del patio para escarmentar al abuelo, pero fueron
sólo unos minutos. El muchachito volvió. Ahora con un cuaderno y un lápiz y se
sentó junto a su abuelo que lo miraba de reojo.
Patricio escribió un título en el margen
superior de la hoja (“El Árbol”) y se quedó pensativo.
- ¿Qué está por escribir, se puede
saber?
- Ahora el preguntón es usted abuelo.
- No me falte el respeto, que yo puedo
preguntar todo lo que quiero.
- Pero usted se enojó, porque yo le
preguntaba.
- Yo me enojé porque usted me estaba
tomando el pelo. Si quiere contar me cuenta y si no se lo guarda, me da lo
mismo...
- Tengo que escribir una composición
por el día del árbol.
- Me parece muy bien, acá tiene para
inspirarse bastante.
- ¿Por qué es tan importante plantar
un árbol abuelo?
- Según dicen; el hombre debe tener un
hijo, escribir un libro y plantar un árbol.
- ¿Usted hizo todo eso abuelo?
- Todo no, me falta el libro, pero a
lo mejor usted lo escribe por mí.
- Pero al final no me dijo por qué es
tan importante plantar un árbol...
Don
Ramón se dio cuenta que su nieto lo quería chucear a preguntas y decidió jugar.
- Es importante porque se cosecha la
sombra. ¿Y a usted que le parece?
- A mí me parece que es importante
porque si no los perros no tendrían donde mear.
El abuelo sintió que el niño le había
metido el primer gol. No le gustó mucho pero aguantó para tomar revancha.
- Que le parece si ahora pregunto yo.
- Pregunte abuelo, yo no me enojo.
- ¿Cuál es la parte de atrás de un
árbol?
- Depende de donde se lo mire abuelo,
siempre es la parte posterior a la mirada.
- Se cree muy inteligente, pero le
erró como a las bochas.
El chico no se dio por vencido y quiso
rectificar creyendo adivinar cuál era la verdadera contestación.
- Ya sé abuelo, es donde se encuentra
la sombra.
- Ni cerca mijo. Se lo voy a decir si
me promete guardar el secreto y no decírselo a su padre.
- Esta bien, no voy a decir nada.
- La parte de atrás del árbol, es
donde está el sorete.
Demás está decir que estallaron en un
ataque de risas.
Pascual
Marrazzo ©
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