Hola lectores
Desde un día azul de invierno, les envío "El
dibujante" un raye que juega con el destino y metafóricamente con la vida.
Un abrazo
Pascual
EL DIBUJANTE
Cuando
era niño me gustaba dibujar, lo mejor que me salía era un tulipán. Mojaba con
mi lengua el lápiz rojo para pintar los bordes de los pétalos, frotaba la mina
anaranjada en un papel, luego el papel pintado en los pétalos y lograba la flor
más bonita de mi infancia. El tallo y las hojas también tenían una cuota de
cuidado. Primero dibujaba el esqueleto de la hoja con lápiz negro muy suave,
luego le marcaba el verde arriba y repetía el mismo proceso anterior. De
esta manera conseguía que se le vieran las arterias de la savia. Eran los
primeros triunfos de mi carrera artística. Pero más tarde, en la realidad de
tener que ganarme la vida comencé con el tira líneas, el compás, la escuadra y
la regla T. Mis obras de arte se convirtieron en planos y maquinarias. Mi
cabeza dejó de soñar y comenzó a calcular. El tiempo de enamorarme eligió una
estación abandonada y se durmió entre los rieles oxidados. Así y todo, de vez en cuando dibujo en mis sueños, grabo
tu rostro, exagero tu boca, el largo de tu cabellera, los pechos y las nalgas.
Corro la tinta de mi pluma como una caricia hasta acabar y despierto. Tú ya no estás, sólo la pluma abandonada
en un tintero vacío.
Pascual Marrazzo ©
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