Hola lectores
Desde un día azul de verano sin tregua, les envío otro raye.
Una recomendación para los que viven en el Alto Valle: Debido al crecimiento
lunes a viernes en el horario de 18 a 23 hs.
La forma de colaborar y colaborarse a si mismo es consumir lo menos posible
Difundir esto, también es cooperar.
Un abrazo.
pascual
LIBERANDO AL AMOR
El horizonte se tambaleó y mi equilibrio serpenteó entre
Desperté entre el dolor de cabeza y un denso embotamiento sin poder interpretar el día o
Como si fuera un sueño comenzaron a desfilar los fantasmas que desacomodaban mi mollera y las noches de tormenta no se hicieron esperar. Prisionero de un amor equivocado (peligro de adolescentes) a los sesenta años, duele.
Mi carcelera es una mujer incapaz de darme la libertad, se adueña de mis noches y mis días. Altiva belleza que no me permite soñar con otro amor y me somete sin piedad al mayor tormento: el de un amor no correspondido; pero sí alentado. Alentado como un juego feroz, mechado de delicias mansas en atardeceres aplacados. Mezquino de encuentros y cruces de miradas, embargado de besos silenciados en un pecho desierto. Herido como un toro por el banderillero que no mata y desangra. Si tan sólo supiera que ella me hundirá la espada en algún momento, entonces se aliviaría mi dolor. Pero lo cierto es que la soberbia, sólo por jugar a la tigresa, espera mi último aliento para derramarme un poco de encanto y volverme a
Pero el amor es inocente y renace como una hierba entre dos baldosas. Se acoda en cada una de ellas y abre las entrañas de la tierra con su tierno tallo perfumado. Cura la agonía partiendo en un caballo alado, en bicicleta o a pie. Corre a un nuevo encuentro y se zambulle en el polen de otra flor. Muestra las heridas y se entrega como si fuese un paciente. La cura llega con una mirada de mujer, que en principio entrega su corazón de madre piadosa, me dice que me porte bien, que me voy a sanar pronto. Va y viene con su blanco delantal, me recuerda a mi maestra de sexto. Tiene los ojos celestes, tan claros que parecen transparentes y entro en ellos para tocarle el corazón. Es una sensación quijotesca que pretende conquistar con el silencio un vasto continente. Pero el resultado es real, mientras una de sus manos toma la temperatura de mi frente la otra entrelaza los dedos de mis palmas ansiosas. Así llego a los límites imperdonables, al éxtasis de la muerte y caigo, me sumerjo, vuelco como un velero en el mar de su mirada. Dejando el amor… a salvo.
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