Hola lectores
Desde un día azul de verano, les envío "El
Peaje" Este cuento fue escrito en rebelión al peaje existente en el puente
carretero Cipolletti - Neuquén.
Fuimos unos treinta escritores que armamos una revista
con cuentos sobre este acontecimiento. Mi aporte fue este.
Un abrazo
Pascual
El Peaje
Alineados al costado de la ruta, los
álamos vestidos de verde daban una sensación de custodios; ligeramente
arqueados por el viento del sur se los podía ver provocadores y amenazantes. En
la margen derecha se destacaba por su color amarillo y banderitas multicolores
la cabina del peaje, como un fruto caído del cielo o desde Buenos Aires.
Unos cuantos autos en la fila y entre
ellos yo avanzando unos metros y aumentando mis nervios; el conductor del
primer auto gesticulaba mostrando un carné con evidente señales de enojo.
Mientras la rubia lo miraba imperturbable como diciendo: “Poniendo estaba la
gansa”. El del segundo auto, resignado, leía el diario (seguramente un retirado
voluntario, privilegio que perdieron los purretes y ganaron los cuarentones) y
el que estaba delante mío le daba a la bocina para mostrar su impaciencia,
(parece que tiene trabajo el hombre, éstos la tienen todas en contra) yo en
cambio, en busca de laburo me atormentaba pensando en cómo iba a enfrentar la situación.
Cómo actuar? (decir
simplemente no tengo un mango… o me afanaron la billetera) aunque lo que más me
molestaba era el bochorno ante ella, perder la oportunidad de invitarla algún
día (ya sé, empezar a buscar en los bolsillos, obstruir el tránsito y poner
cara de estúpido hasta que me echen).
Avanza la fila, parece que el renegado
pasó sin pagar (chapa oficial). Cada vez estoy más cerca, los nervios navegan
en mi transpiración, empujados por la
vergüenza de ser tan ratón.
Esta espera es una eternidad, todas las
esperas son una eternidad, dan tiempo a pensar, a amasar todas las broncas del
mundo. Es peor que haber esperado a los ingleses en Malvinas, al menos en
aquella espera éramos inconscientes empujados por inconscientes, fue el
despertar de un sueño en un drama irremediable. Ya estoy llegando, (que linda
que es. Me seguirá saludando al pasar por el café) nuestras miradas se
sostienen y me relajo en una actitud tonta de niño, pongo mi mano derecha en el
bolsillo buscando algo que se que no tengo, mis dedos se tropiezan con la
medalla del valor, se engarfian en ella… y sus palabras dulces como la miel
entran en mis oídos: “Adelante, los peatones no pagan”.
Del libro: “Los
cuentos de Pascual”
Ediciones: Nosotros
Del Sur
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