Hola lectores
Desde esta noche calurosa y cenicienta de primavera, les envío “El Obispo” Un cuento breve para analizar.
Un abrazo
EL OBISPO
Había una vez un Obispo en muy mal estado de salud, sufriendo los últimos días, tal vez horas, de su vida. Rodeado de curas y otras autoridades de su Iglesia, se quejaba de no haber podido hacer todo lo que le hubiera gustado en esta vida. ---“Pídenos un último deseo y trataremos de complacerte” – dijo uno de los acompañantes. ---“Es que no me atrevo, tal vez Dios no quiera que se cumpla” – contestó el Obispo. “Le preguntaremos y oraremos para que se le cumpla señor Obispo. Dinos cuál es tu deseo – dijo uno de los más jóvenes. – “Quisiera disfrutar una mujer” – dijo el Obispo. Después de un silencio sorpresivo, algunas caras se iluminaron de travesura y cruzaron sus miradas para reunirse fuera del recinto. Los acompañantes del Obispo deliberaron y volvieron a entrar, encomendándole la palabra al más viejo, que dijo así: -- “Dios te ha elegido para que cumplas tu deseo, por todas las abstenciones que has tenido que soportar en tu valiosa vida al servicio divino”.
Fue así que uno de los más avispados de estos religiosos fue en busca de una meretriz, famosa por sus buenos servicios y la convenció para que pasase la noche con el Obispo. Fue una noche interminable para la curiosidad de la cofradía y para el sucesor del Obispo, pero como todas las cosas terrenales, concluyó. Todos querían saber cómo le había ido al excelentísimo y esta vez el más joven tuvo la palabra o se la tomó para preguntar: -- ¿Ha podido Su eminencia cumplir el último deseo? -- “Por supuesto hijo” – contestó el Obispo. Y el joven sin poderse contener, llevando su curiosidad mucho más allá, volvió a preguntar: -- “¿Se ha complacido?” El obispo se tomó su tiempo y los religiosos presentes estaban al borde del éxtasis que da la espera de una noticia inesperada. El Obispo, viendo el gran interés que había provocado la pregunta, habló y dijo así:--“La verdad hijos míos, es que me voy de este mundo con una gran decepción, nunca me hubiese imaginado que eran igual a las monjas”.
Pascual Marrazzo ©
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