Desde un día azul de otoño averanado, les envío "Silencio" donde se puede apreciar hasta donde pueden llegar nuestros anhelos de silencio. (Tendrá algo que ver esto con que los jóvenes necesitan aturdirse)
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Un abrazo
Pascual.
SILENCIO
Ernesto se molestaba por el ruido, un poco tal vez porque lo asociaban con su vejez y él no lo podía aceptar. Pensó que sólo necesitaba unos días de descanso y de paz; quizás lo ayudara su afición a la pesca y la cabaña del lago. Había estado tan imposible que su mujer sintió alivio al verlo partir. En el viaje, Ernesto iba sufriendo el ruido de su camioneta; con los dientes apretados aguantaba estoicamente sabiendo que muy pronto estaría gozando de la tranquilidad que tantas otras veces había disfrutado. Al fin paró el motor y respiró hondo, como queriendo acaparar todo el espacio de
Ernesto desconsolado y con los nervios destrozados se recluyó dentro de la casa, cerró bien la puerta y las ventanas; pero esto no alcanzó. La cabaña de madera parecía una caja de resonancia que apagaba los ruidos y los transformaban en una especie de vibración. Se acostó en el camastro y arrolló la almohada a sus oídos hasta quedarse dormido. Una vez descansado su cuerpo, lo despertó el zumbido de la heladera; malhumorado la desenchufó y se sentó en el catre sin saber que hacer. Al cabo de un rato se dio cuenta que reinaba un absoluto silencio y esto lo tranquilizó, pensó en salir pero tuvo miedo al alboroto y decidió leer un poco hasta cansar sus ojos. No duró mucho, el ruido de sus propias tripas lo empezó a molestar y lo decidió a hacerse algo de comer. La noche se acostó cuidando muy bien de respetar el espejo del lago alumbrado por
Del libro “Los Cuentos de Pascual”
Ediciones Tu Llave, colección Nosotros el Sur
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