Hola lectores
Desde un día azul de invierno, les envío "Osadía" Un cuento breve que invita a reflexionar.
Un abrazo
Pascual
OSADIA
Iba en busca de una estación llamada “Encuentro” con el corazón despierto para encender la vida de una mujer imaginada. Había juntado muchísima cobardía con la esperanza de encontrar un poco de coraje. Cuando creyó estar listo comenzó a caminar por el andén hasta que salió del barullo y escuchó como la locomotora bufaba con energía en la partida. No cruzó la calle, eligió doblar a la derecha y ver que le deparaba el destino. De pronto comenzó mirando a una mujer desde las profundidades de sus oídos y apoyando el bastón en la vereda escuchó la cadencia de sus pasos. Percibió como lo espiaban los recuerdos. La supo joven por la energía con que apoyaba los tacos altos, cuando estuvo cerca, le habló:
- ¡Señorita! – le dijo levantando un poco la voz.
- Señor - contestó ella. –
- No me ayudaría a cruzar la calle - dijo él con suavidad.
- Si, como no, apoye su mano en mi brazo y sígame.
- Gracias, es usted muy amable.
Cuando llegaron a la vereda de enfrente, la primera en hablar fue ella:
- Sabe que usted no parece un hombre ciego.
- Pues no lo soy, la veo con el corazón.
- Que romántico, lo felicito por su aptitud.
- Siento el perfume de un bar, no me acepta un café, no le quiero pagar por ayudarme, deseo realmente conocerla y que no se vaya de mi vida así, fugazmente.
Ella quedó impresionada, más que una invitación, parecía un ruego. Acepto y él eligió una mesa pegada a la vidriera.
- ¿Por qué eligió esta mesa? - le preguntó ella. --Porque se ven los transeúntes.
- ¿Y cómo lo sabe?.
- Por el sol, se siente en la cara como una caricia y a usted le viene bien.
- ¿Qué es lo que me viene bien?
- Las caricias, no tiene todas las que debería tener, lo percibo en la vibración de su voz, le falta la paz que da el amor.
- Me parece que se está equivocando.
- No, nunca estuve tan seguro, sabía que hoy la iba a encontrar. Anoche no me podía dormir pensando en usted. Atravesé todo mi sueño, me levanté temprano y en el andén de Retiro busque la estación llamada “Encuentro”, no me podía fallar.
Por unos minutos ella quedó en silencio, lo miraba un poco sorprendida, otro tanto deslumbrada.
- ¿Cómo te llamas? – le preguntó.
Pascual Marrazzo©
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