Hola lectores
Desde un día azul de otoño. Les envío "La fuerza de su sonrisa" y me quejo, sí, me quejo de no haber recordado a los muchachos que murieron en el Belgrano, me quejo de todos los medios de difusión que pasaban el casamiento del príncipe y no me recordaron la herida, los que me distrajeron con cosas banales, me quejo de estar entre los pocos, me quejo de la falta de voces.
ME QUEJO.
LA FUERZA DE SU SONRISA
En la tarde silenciosa de ayer, ella me volvió a mirar y se sonrió. Mi corazón salió de la turbulencia para refugiarse en una dulce emoción. Como una vena que deja de sangrar henchida de cansancio, se me aflojó el goteo del sufrimiento. Un racimo de recuerdos acudió como una brisa sanadora y cicatrizaron las grietas de mis heridas. Hoy todo parece comenzar de nuevo. Es como si el abismo en el que viajaba me ofreciera un piso donde pararme. El desamparo empalidecido, dejó de estar al acecho y se refugió en la soledad que fue quedando atrás. Ella me volvió a mirar y se sonrió, provocando el nacimiento de emociones ocultas. Nuevos descubrimientos que no provienen de la razón perforaron la esencia celeste del amor. Entraron con vehemencia íntima, con sabor agridulce bajo un idilio de sabanas e irónicamente me creó un rincón de pensamientos nuevos. No encontré la decepción, sólo nostalgias heridas y pinceladas de sombras. Nuevamente me miró y se sonrió esgrimiendo dos pulseras de acero sin llaves. Como un fantasma extraviado tratando de no convertirme en un esclavo me descorché la cabeza, quise huir, pero mi cuerpo acalorado se dejó tomar. Inesperadamente ella me volvió a sonreír. Ahora con sus labios húmedos pegados a mi boca intentamos renacer de una manera más sencilla, con el gusto añejo del roble, sin espuma.
Pascual Marrazzo ©
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